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MASONIC PAPERSby R.W.Bro. LEON ZELDISLA MASONERÍA – UNA BRÚJULA PARA LA VIDA |
El tema de este trabajo se resume en una metáfora: la Francmasonería es
una brújula. ¿Qué quiero decir con esto? En pocas palabras, que la Masonería
es un entorno social que nos ayuda a encaminar nuestros pensamientos, y por ende
nuestras acciones, por la senda correcta. Actuando por el mejoramiento
individual, contribuimos al mejoramiento de la familia, y por último - así lo
esperamos - al progreso de la sociedad entera.
En una encuesta realizada recientemente en los Estados Unidos, se le
preguntó a un número representativo de hermanos qué es lo más importante que
encuentran en la Masonería, y lo que le da mayor significado, y la respuesta de
un 94% es que la Masonería da una perspectiva de la vida y un 92% piensa que la
Masonería proporciona un ambiente favorable para el desarrollo ético del
individuo.
La moral, vale la pena recordar, es un concepto anclado en la sociedad
humana. En la naturaleza no encontramos moral sino instintos. Es el hombre
quien, al llegar a cierta etapa de su desarrollo, descubre la existencia de
principios de moral, de haz o no hagas, como prescribe el Decálogo. Los
principios que justifican actuar o no actuar de cierta manera.
Los Masones queremos mejorar la humanidad, pero a menos que uno sea un
investigador que descubre el modo de transformar el agua en petróleo, o la cura
del cáncer, es difícil pensar de qué manera uno individualmente puede mejorar
la humanidad.
Pero hay algo que sí está a nuestro alcance, al alcance de todos y cada
uno, y es mejorarse a sí mismo.
Cada
ser humano es comparable a una piedra, lo que llamamos la piedra bruta, y cada
uno debe considerarse la piedra angular del edificio, o esa piedra desechada por
los constructores debido a su forma irregular, pero que finalmente resultó ser
la piedra clave del arco.
Este es el mensaje de la Masonería, un mensaje optimista. Auxiliándonos
con la brújula masónica podemos hacer examen de conciencia, corregir nuestras
imperfecciones, controlar nuestros pensamientos y dirigir nuestros actos guiados
por la razón.
Nadie es perfecto. Cada uno tiene sus asperezas, las que debe pulir en su
carácter. Pero tenemos la capacidad de hacerlo, con mazo y cincel, es decir,
con firme determinación – el mazo, y correcta aplicación – el cincel.
Las nuevas teorías científicas del caos dan el ejemplo de que el vuelo
de una mariposa en la selva amazónica puede producir un huracán en Borneo. Así
sucede con nuestros actos. Una palabra amable, un elogio sincero, pueden
transformar una persona, así como una crítica mal intencionada puede destruir
toda una vida.
Los cabalistas medievales enseñaban que el mundo está en equilibrio
inestable entre el bien y el mal. Así como una maldad puede dar el impulso
definitivo para que el mundo entero caiga al abismo, un buen acto puede
impulsarlo al lado del bien.
Esa es nuestra responsabilidad personal. Por eso se le enseña al
Aprendiz que tome las herramientas en su mano. El es responsable de su progreso,
de su desarrollo intelectual y moral, de estudiar y absorber las enseñanzas de
nuestra venerable Institución.
Vivimos en un momento que no tiene dimensiones, como el filo de la
navaja. En cada instante, lo que pasa ya no existe y se convierte en el pasado.
El pasado es inmutable, pero el futuro sí lo podemos cambiar. Eso depende de
cada uno, ni las estrellas ni un destino implacable decidirá si escribo la
palabra siguiente o no. Lo decido yo. Así decide cada uno su destino.
Esa es otra gran enseñanza de nuestra Institución: la responsabilidad
personal. El libre albedrío es un lado de la moneda, el reverso es la
responsabilidad.
Nadie nos obliga a pronunciar un insulto, y nadie nos puede impedir decir
una palabra amable. Abrir los brazos para abrazar o alzarlos para amenazar. Está
en nuestro poder ver los cuadros blancos de la vida, o sólo fijarnos en los
negros. Recordando el pavimento ajedrezado podemos contemplar la realidad sin
anteojeras, con optimismo, superando el negro para alcanzar el blanco.
Finalmente, la Masonería nos enseña otra importante lección, cual es
la fugacidad de la vida. Cada uno sabe que su paso por la tierra es limitado,
pero no queremos recordarlo. Es muy natural. El Masón está siempre conciente
del paso del tiempo. Recuerda las imágenes que vieron sus ojos en la Cámara de
Reflexión. Piensa en la regla de 24 pulgadas. Sabe que el tiempo debe
aprovecharlo, porque es el único capital no renovable de la vida. Sabe que si
quiere saludar a un amigo que no veía hace tiempo, visitar un enfermo, ayudar a
alguien en un problema, hay que hacerlo ahora mismo, sin esperar el momento
propicio, que tarda en llegar, y puede llegar demasiado tarde.
Tenemos una misión que cumplir, la que nos marca nuestra obligación, y
tenemos la capacidad y las fuerzas para cumplirla.
Un gran líder negro hizo famosa una frase: ¡Tengo una visión! El se
refería a la igualdad entre negros y blancos. Nosotros también tenemos una
visión, la visión de un mundo mejor, donde impere la tolerancia en vez del
fanatismo, la comprensión en vez del odio, el trabajo fructífero en vez de la
caridad.
Si cada Masón cumple su cometido, si sabe manejar mazo y cincel
sabiamente, sus actos, como el vuelo de aquella mariposa, podrán transformarse
en viento de amor y de progreso acariciando como benéfico céfiro el corazón
de cuantos le rodean. |