INTRODUCCION
Por acá en el
Hemisferio Norte, Solsticio de Invierno o "sol inmóvil", es cuando a
partir del 21 de diciembre el sol alcanza su cenit en el punto más bajo y el día
comienza a alargarse poco a poco en detrimento de la noche. El sol cambia sutilmente
su declinación de un día a otro y parece permanecer en un lugar fijo del
Ecuador celeste.
Este fenómeno representaba para las culturas milenarias el verdadero
"nacimiento del sol" y con ello toda la "naturaleza"
comenzaba a rebrotar lentamente de su sueño y las esperanzas renacían gracias
a la fertilidad de la tierra alimentada por la persistencia del "sol divino".
Las culturas pre-románicas, durante los tres días previos al 25 de diciembre,
así como en los seis días posteriores que conducían hasta el año nuevo,
festejaban el "retorno del nuevo sol" y las fuerzas vegetativas de la
Naturaleza.
Los Masones también festejamos la "navidad", pero a diferencia
de otras filosofías, festejamos el "culto de la naturaleza",
celebradas en cuatro ocasiones: los dos equinoccios y en las dos etapas del
solsticio de verano e invierno, de acuerdo al Hemisferio, Norte o
Sur. Acá en el hemisferio donde Yo vivo, el solsticio de invierno marca un
momento en que el tiempo se detiene; el presente se manifiesta en un instante de
eternidad. Es un tiempo de silencio, recogimiento interior y profunda meditación.
La semilla se pudre en el interior de la tierra
esperando pacientemente a que llegue el tiempo apropiado para germinar y
brotar. Duberlí
me dijo hace muchos años, simbólicamente ("...las
fiestas solsticiales, son las fiestas de San Juan Bautista y San Juan
Evangelista, son el momento simbólico en que los Masones nos recogemos
hacia el interior de nuestro microcosmo y advertimos nuevas verdades morales y
nuevas realidades espirituales para continuar con la obra suprema, en un nuevo
comienzo...").
Con los años he aprendido que a medianoche en punto, en lo más
profundo
de la oscuridad del Solsticio Invernal, Hiram muere, el Templo de Salomón es
destruido; pero esto no es sino el anuncio del nacimiento del Maestro y la
renovación de los trabajos del Templo. Al conmemorar los Solsticios, nuestra
Orden reverdece el encanto y misterio de la estrecha relación que existe entre
el ser humano y la naturaleza. El Sol
rige el desempeño del hombre y su entorno y en esta fiesta solsticial
celebramos el inicio de una nueva etapa de nuestra vida.
DESARROLLO
DEL TEMA
1.
El Sol en la Historia
El Solsticio en el
Hemisferio Norte es una conmemoración
milenaria celebrada por todas las culturas ancestrales de la historia. La fecha
señala la entrada del invierno, un momento de mínima luz solar, el día más
corto del año. Documentado en Yáñez Vega (2002), Gadea Saguier (2007) y
Goldstein (2007) podemos sintetizar de ellos algunos esbozos históricos:
Griegos, Romanos o
Celtas celebraban la noche de San Juan con verbenas, música y danzas que
incentivaran a las fuerzas de la naturaleza, para influir en el destino próximo
inmediato, tener buena suerte, un buen amor, o pedir salud y prosperidad a
dichas fuerzas naturales. Para los Griegos ésta fecha estaba destinada al culto
del dios Apolo al que tributaban con procesiones de antorchas pidiéndole que no
dejase en tinieblas a su pueblo, creían que la magia del Solsticio abría las
puertas de lo incógnito y por un breve lapsus
el hombre podría gozar de los privilegios de los dioses; de ahí la leyenda
Griega de poder traspasar los espejos o visitar mundos paralelos.
En España, durante
la dominación Árabe, confraternizaban judíos,
católicos y musulmanes unidos por la mágica fiesta del Sol y el fuego. En
Alemania la reunión popular alrededor de las hogueras unía a varias
generaciones y pueblos distantes. En Francia la hoguera solsticial era prendida
por el propio Rey.
Similares
formas culturales las tenemos en la civilización Hindú cuyo dios del fuego
“Indra” es adorado entre fogatas y cánticos espirituales. En estas mismas
fechas, ellos engalanan sus hogares, preparando piras purificadoras de las
cuales conservarán sus cenizas por todo el año siguiente, además que por las
formas que toman las llamas y con
las cenizas que quedan, los Hindú
profetizan el porvenir.
Este
simbolismo y ritos paralelos eran compartidos por pueblos distantes, inconexos,
separados del Viejo Mundo por el Océano Atlántico o el Océano
Pacífico. En el caso de los Incas en Perú, dice Yáñez Vega (2002) que los
dos festivales primordiales del mundo Incaico eran el Capac-Raymi
(o Año Nuevo)
que tenía lugar en diciembre y el que se celebraba cada 24 de junio, el Inti-Raymi
(o la fiesta del
Sol) en la impresionante explanada de Sacsahuamán,
muy cerca de Cuzco. Justo en el momento de la salida del astro Sol, el Inca
elevaba los brazos y exclamaba mirando hacia el cielo para pedirle al Sol que
desapareciera el frío y trajera el calor. Este
gran festival se sigue practicando y representando hoy en día para conmemorar
la llegada del Solsticio de Invierno. Los habitantes de la zona se engalanan con
sus mejores prendas al estilo de sus antepasados Quechuas y recrean el rito Inca
muy similar tal y como se realizaba durante el apogeo del Tahuantinsuyo.
Todo
el continente Americano conserva éste tipo de Ritual dentro de su folklore. En
México los guerreros Aztecas se caracterizaban por su sentido del deber con
respecto al vínculo con el Sol y la “renovación de los fuegos”. Los Mayas
de la Península de Yucatán y Meso América continúan hoy en día, tal cual
sus antepasados de centurias atrás, celebrando con ritos, cánticos,
vestimentas y comidas, la magia del Solsticio para sembrar y obtener buenas
cosechas. Los indígenas Norteamericanos siguen perpetuando sus
ritos mágico-simbólicos entre hogueras y danzas solares.
En los Estados Unidos, hasta el día de hoy, se celebran los Solsticios de
Verano en coincidencia con el 24 de Junio día de San Juan Bautista, y el de
Invierno el 27 de Diciembre día de San Juan Evangelista.
En Israel, el
Solsticio de Verano es llamado “Fiesta de la Flor” y su origen está en la
festividad Alemana de “Rosenfest”, Fiesta de la Rosa que se celebra en
Tenida Blanca en honor de las damas en símbolo del cariño, el respeto y la
admiración que se tiene por la mujer.
Caldeos, Egipcios,
Cananeos, Persas, Sirios, Fenicios, Griegos, Romanos, Hindú, y casi todas las
culturas desarrolladas e imperios, han celebrado durante el Solsticio Invernal
el parto de la “Reina de los Cielos” y la llegada al mundo de su hijo, el
joven dios Solar. En la mitología del culto al Sol siempre se destaca la
presencia de un joven dios que cada año muere y resucita encarnando la vida cíclica
de la naturaleza (Flor
Pinto, 2002). El Sol representa el padre y el principio
generador masculino. En la Antigüedad civilizada los monarcas de todos los
imperios se hicieron adorar como hijos del Sol. En este contexto, la
antropomorfización del Sol en un dios joven presenta ejemplos bien conocidos en
Horus, Mitra, Adonis, Dionisos, Krisna, Hermes, Buda o el propio Jesús (Rodríguez,
1997; Flor Pinto, 2002). En el antiguo Egipto se creía que Isis, la virgen
Reina de los Cielos, quedaba embarazada en el mes de marzo y que daba a luz a su
hijo Horus a finales de diciembre. El dios Horus, hijo de Osiris e Isis, era
“la sustancia de su padre Osiris”, de quién era una encarnación. Fue
concebido milagrosamente por Isis cuando Osiris ya había sido muerto y
despedazado por su hermano Seth o Tifón. Era una divinidad casta –sin amores-
al igual que Apolo, y su papel entre los humanos estaba relacionado con el
Juicio ya que presentaba las almas a su padre. Era el Christos
y simbolizaba el Sol. El dios Mitra de la religión Iraní (Persa) anterior a
Zaratustra, era muy significativo en el Imperio Romano hasta el siglo IV d.C., y
era una divinidad Solar al igual que el dios Mitra Hindú, hijo de Adití la
personificación del Sol. Muchos siglos antes de Jesús-Cristo, el dios Mitra de
los Persas ya había nacido de virgen el 25 de diciembre, en una gruta, siendo
adorado por pastores y magos, obró milagros, fue perseguido, acabó siendo
muerto y resucitó al tercer día (Rodríguez, 1997). Como lo hicieron igual los
dioses Horus y Osiris de los Egipcios y los dioses Hércules, Baco y Adonis de
los Griegos (Flor Pinto, 2002). Los
partos virginales se han repetido constantemente en la historia milenaria de la
conjunción “hombre-mito solar”, y anteceden por mucho al de la “virgen
Maria” dando a luz a Jesús. Mucho antes la virgen Devaki da a luz en un establo al dios Krisna en medio de
pastores. Igualmente se afirma que nacieron de vírgenes Zoroastro,
Quetzalcoatl, Apolonio, y otros (Flor Pinto, 2002).
Desde tiempos
inmemoriales en las culturas más
heterogéneas, la época de Navidad ha representado el advenimiento del
Solsticio por excelencia, como hecho cósmico que podría garantizar la
supervivencia del hombre pagano y el renacimiento cíclico de la principal
divinidad salvadora (Gadea Saguier, 2007). Eso explica que el natalicio de los
principales dioses Solares de las culturas agrarias precristianas –como Osiris,
Horus, Apolo, Mitra, Dionisio/Baco y otros-, se situara durante el Solsticio de
Invierno. Más aún, el natalicio de Jesús, el “salvador cristiano” fue
ubicado el 25 de diciembre, fecha en la que hasta finales del siglo IV de esta
era se conmemoró el nacimiento del Sol Invencible
(Natalis Solis Invicti) en el Imperio Romano. De esta forma entre los años
354 y 360, era del Papa Liberio (352-366), se tomó por fecha inmutable la noche
del 24 al 25 de diciembre coincidente con el “nacimiento del sol invencible”,
la misma fecha en que todos los pueblos contemporáneos festejaban la llegada
del Solsticio de Invierno. Es claro que el verdadero origen de la Natividad católica,
sobrepuesta al Natalis Solis Invicti, orientó a los creyentes a que ese día no lo
dedicasen al Sol, sino al “creador del Sol”.
2.
Los Elementos Adorados
El vocablo Solsticio
viene del latín
solstitium, combinando dos acepciones.
Sol = el astro y stitium
= estático o detenido. Es decir, la detención del Sol. El diccionario Larousse
dice, “tiempo en que se halla el Sol más lejos del Ecuador y en que parece
quedarse estacionado algunos días; entre el 21 y el 22 de Junio en Verano y
entre el 21 y el 22 de diciembre en Invierno”. El diccionario Webster dice,
“uno de los dos puntos en la curva elíptica en la cual su distancia del
Ecuador Celestial es la mayor la cual es alcanzada por el Sol cada año
alrededor del 22 de Junio y el 22 de Diciembre; el tiempo que el Sol cruza el
Solsticio el 22 de Junio comienza el Verano en el Hemisferio Norte y el Invierno
en el Hemisferio Sur”. Dice Goldstein (2007) que no se encuentra en la Biblia
un versículo referente directamente al fenómeno del Solsticio, pero lo más
cercano pudiera interpretarse de “Salmos”, Capítulo 19, versículo 7, donde
dice refiriéndose al Sol: “De un extremo de los Cielos es su salida y su curso hasta el término de
ellos. Y nada hay que se esconda en su calor”. En el Talmud hay una
referencia describiendo la Felicidad en el Tomo “Bendiciones”, página 59:
“Quién ve al Sol en su época y a la
Luna en su fortaleza…”.
La adoración Solar ha sido la base de toda expresión religiosa arcaica; desde el
hombre primitivo se le ha concedido al Sol todo el poder necesario para el
sustento, no sólo como insumo vital de la naturaleza, sino como inductor de los
aspectos espirituales; por ello desde las civilizaciones
primigenias se ha seguido con especial énfasis todos sus tránsitos angulares,
amaneceres y ocasos, tibieza o insolación, apariciones y desapariciones (hoy
eclipses). La “luz”,
el “fuego” y el “agua” son los protagonistas principales del encuentro
Solar en la mecánica celeste anual y, a su conjuro, asisten obedientes las
fuerzas de la naturaleza para bendecir a los campos y augurar abundante cosecha.
En
todas las culturas primigenias el Fuego
es considerado purificador, por ello las danzas alrededor y sobre el fuego no sólo
tienen el poder de ahuyentar a los malos espíritus, sino de proporcionar salud
y fortaleza; cuantas más hogueras se saltase, más se creía que se estaba a
salvo de toda desgracia, incluso el caminar sobre las cenizas acentuaba ésta
creencia. Las fiestas populares han perdurado
sobre todo en la celebración de verbenas y hogueras, en donde los más audaces,
saltan retando a las llamas.
El
Agua es el complemento del fuego y si
al rito anterior se le acompañaba con un vivificante baño en cualquier río,
estanque o en el mismo mar, resultaba mucho más beneficioso; caminar sobre el
rocío de la noche de San Juan o beber de siete fuentes era una peregrinación
obligada de todo adorador del Sol.
El misterio de los
cielos, el acontecer de la luz y la oscuridad, la dualidad del calor y el frío,
la magnitud de los espacios cósmicos, han invadido la curiosidad del hombre
desde las civilizaciones más antiguas. Sacerdotes, Trovadores y Poetas les han manifestado cánticos. Filósofos han
especulado en su metafísica, y Astrólogos y Astrónomos con su metódica
ciencia nos han explicado la fenomenología y sus ciclos repetitivos. Mucho
tiempo ha pasado desde que Copérnico en su celda buscaba una señal que
respondiera sus sabias preguntas, y poder separar los deseos y voluntades de los
dioses, con las matemáticas que le descifraban los acontecimientos estelares.
Hoy en día, hasta los niños saben que la tierra gira sobre su eje alrededor
del Sol en una rotación de 24 horas y en una traslación de órbita que demora
365 días. Los fenómenos del Universo proceden siguiendo leyes inmutables,
ritmos constantes y precisos, en tiempos fijos y plazos concretos, que se
repiten desde la eternidad infinita, con la justeza simbólica con que el Ser
Supremo maneja la Escuadra, el Compás, la Regla y la Plomada.
3. Solsticio
y Masonería
Según
Frau Abrines y Arús Arderiu (1947) en el Diccionario Enciclopédico de la
Masonería se lee: “Bajo el doble nombre
San Juan Bautista y de San Juan Evangelista, patronos de nuestra augusta Orden,
los Francmasones celebran dos grandes fiestas anuales, llamadas indistintamente
fiestas de San Juan o de la Orden.
Estas fiestas, que corresponden a los dos Solsticios, se llaman con más
propiedad aún fiestas Solsticiales. Se celebran el 24 de junio y 27 de
diciembre que dependiendo del hemisferio en que nos encontremos se denominan de
Invierno o de Verano”. En fecha más reciente, Frau Abrines (2005) precisa
que “Solsticio” es la época en que el Sol entra en los signos de Cáncer y
Capricornio llegando a la máxima declinación septentrional y meridional, y es
cuando toman su lugar las fiestas Solsticiales que celebra la Masonería en los
Solsticios de Verano e Invierno, dedicada la primera al Reconocimiento y la
segunda a la Esperanza.
La
institución de estas grandes solemnidades, se remonta a los tiempos de las
primitivas iniciaciones, en que los misterios eran practicados con la pompa y
esplendor más extraordinario en
las sagradas riberas bañadas por las aguas del Nilo, del Iliso, del Jordán,
del Eufrates y el Tíber. Esto ha dado margen a un gran número de historiadores
para establecer la antigüedad de la Francmasonería,
que traspasando los límites de la que puede atribuirse a cualquiera otra
institución, se pierde en la
nebulosa impenetrable de los más antiguos tiempos, haciéndola arrancar del
principio del mundo y confundiendo su origen con el de la sociedad. Parece ser
que la “filosofía primigenia” que sostiene a la Masonería data de los
primeros albores de las sociedades prístinas.
Los
Solsticios determinan el paso de las dos grandes fases en que la Naturaleza
ofrece los cambios y contrastes más notables y opuestos; fenómenos
sorprendentes y siempre admirables que
todas las religiones, culturas y rituales han conmemorado bajo formas y alegorías.
Explica Yáñez Vega (2002) que los Equinoccios y los Solsticios fueron llamados
en el lenguaje metafórico “la puerta de los cielos y de las estaciones”. De
aquí los dos San Juan, nombre derivado de Janua,
que significa puerta.
Teniendo
la institución Masónica -según los más competentes del simbolismo como Contreras Seitz (2007) entre otros tantos
M:.M:.-, la alta misión de
ilustrar moralmente todas las clases del orden social, nada pudo hacer con más
acierto que tomar por patrón y modelo de sus nobles funciones el cuadro físico
del curso y los fenómenos solares. Por eso el interior de las Logias nos ofrece
las imágenes del sol, de la luna y de la bóveda celeste sembrada de estrellas.
Y por supuesto que la luz física viene del Oriente del mundo, las logias Masónicas,
en las que se aúnan los esfuerzos
más sublimes y generosos que tienden a enaltecer e ilustrar la inteligencia
humana, se viene a convertir en otros tantos focos de luz, o sea en tantos
orientes particulares. Así pues, en nuestra Logia, símbolos figurados de la
naturaleza, los Solsticios se hallan representados
por las Columnas que figuran al Occidente, a ambos lados de la puerta de
entrada. Estas marcan la marcha aparente del sol durante los doce meses del año,
simbolizado por los doce trabajos de Hércules, cuyos viajes tienen por límites
igualmente dos columnas semejantes.
Dice
Yáñez Vega (2002) parafraseando a Kaplan de la R:.L:.
La Fraternidad No. 62 de Tel Aviv:
“Nuestra Orden, a diferencia de otras
entidades fraternales y benéficas existentes, pretende dejar en cada H:.M:.
una enseñanza moral a través de las alegorías y símbolos que utiliza
en su proceso auto educacional. Es así, que el Solsticio que la noche del 27 de
diciembre conmemoramos constituye uno más de los símbolos educativos que
debemos interpretar lógica y racionalmente para que nos guíe en nuestro
mejoramiento personal”.
En el mito básico de
la Masonería ortodoxa, no está muy distante la conjunción “hombre-mito
solar” (revisado antes en las Sección 1 El Sol en la Historia). Me refiero a
la leyenda de Hiram como versión del mito Solar. Según ella, Hiram el
arquitecto de Tiro y experto en trazados, cálculos, cimentación y uso de
metales fundidos, era el hombre más sabio de su tiempo. Salomón, que
representa la sabiduría del Logos lo escoge como “Maestro de Obras” y le
delega poderes. Hiram es hijo de una viuda, esto es, una mujer sin marido. La
madre de Hiram es viuda como la Naturaleza después de que muere el Sol, como en
el caso de la leyenda de Isis y Osiris, y como cuando la Masonería se queda
viuda de Hiram hasta cuando recobre los signos verdaderos, resucite Hiram,
vuelva la luz, y se inicie la Orden de la Verdad. Como dice Flor Pinto (2002),
“He aquí la misión y la razón de los trabajos de los hijos
de la viuda. Sólo cuando brille el Sol de la verdad y no sean necesarios ni
mitos ni leyendas”. El Solsticio de Invierno está presente en este mito.
Como H:.M:., y en mi
caso particular como Científico, lejanos estamos de adorar el sol, no como
fuerza sobre natural, no como deidad y no como residuo de pasadas religiones.
Para nuestra Orden, y en lo personal estoy convencido de ello, el “astro
solar” no es más que otro de nuestros numerosos símbolos didácticos. Nace
en el Oriente, de la eterna sabiduría y difunde su luz y calor, indispensables
para la continuación de la vida. En su continuo y permanente movimiento influye
en el ritmo del día y la noche; modula el curso de las estaciones; induce el
crecimiento de las plantas y la evolución del mundo animal; condiciona el auge
y florecimiento de sociedades humanas; estimula el desarrollo cultural técnico
y científico, la vestimenta, la comida, y las costumbres sociales y urbanas. En
fin, la fuerza del astro solar está
en todo lo que denominamos cultura.
Como Masones, en el
Astro Solar vemos un ejemplo de nuestros deseos de ser fuentes de luz y calor
humanitario, de entregarnos a todos por igual en un permanente afán de
integridad. Al igual que la marcha solar, existe en nuestro diario trabajo
ascensos y descensos y por ello nos educamos con la Regla
de las 24 pulgadas a un preordenado ritmo laboral, con constancia y
responsabilidad. En su ejemplo, educamos hacia la tolerancia, aspirando ser
expresión de belleza y bondad, y nuestra Orden e inagotable en sabiduría Madre
Logia, nos estimula a plantearnos en el ámbito filosófico -permanentes y
continuas preguntas en cuyas alegorías y símbolos sepamos encontrar
respuestas-, mismas que sólo lograremos con estudio, talento y virtud.
Para entender mejor
el vínculo “Solsticio-Masonería”, disfruto el párrafo de Yáñez Vega
(2002) cuando dice: “Así como el calor
y la luz solar se ofrecen sin condición alguna a todos los hombres, así los
Masones entregamos el trabajo sin esperar recompensa mayor. Trabajamos por el
placer que hallamos en la labor realizada y en la creación regenerante, sin
alarde ni ostentación. Ayudamos al necesitado y calmamos al sufriente, porque
en el compartir nos elevamos por sobre nuestra condición humana. Combatimos la
injusticia y despertamos la adormecida conciencia de los hombres, porque los
elevados valores humanos son los únicos que tienen cabida en nuestros
pensamientos y actos”.
El Sol es un símbolo masónico de suma importancia. La Logia
que, entre otros, simboliza también al Universo, con su piso terrenal y su
techo celestial. El V:.M:. que
ilumina simbólicamente con su Sabiduría todo el Taller, representa al Sol en
su nacer. El V:.M:. dirige la Logia
desde su sitial en el Oriente, fuente de la Luz,
al igual que el Sol qué comienza su esplendor desde el Oriente; el Primer
Vigilante simboliza al Sol en su ocaso al Occidente y el Segundo Vigilante
simboliza al Sol al Mediodía.
Siendo la Naturaleza el marco de acción del Masón y los fenómenos
naturales, fuentes de estudio e inspiración, no podía estar la Orden ajena al fenómeno natural del recorrido elíptico del
Astro Rey destacando la coincidencia de que sus puntos más distantes del
Ecuador, coinciden con cambios naturales de las dos opuestas Estaciones, el
Invierno y el Verano, símbolos también de la contradicción, la dualidad,
representados estos opuestos conceptos de pares eternos, en el piso cuadriculado
del Taller. Dice Goldstein (2007), el Solsticio de Invierno nos recuerda nuestra
propia Iniciación, la Cámara de Reflexión, la Oscuridad. Para el Sol,
justamente la detención en el Solsticio de Invierno es, simbólicamente, su
propia Cámara de Reflexión, su Cámara de Oscuridad Invernal que, al igual que
todos nosotros, que toda la Humanidad, desde esa oscuridad, al preguntarle: Qué
es lo que más deseas?, contesta: Quiero ver la Luz, la Luz!.
CONCLUSION
La masonería, en su
intento de entender la realidad profana, comprende y enseña el simbolismo
encerrado en este flujo y reflujo del ir y venir del Sol. El Solsticio nos enseña
que el Pulido de la Piedra Bruta,
el esfuerzo personal de mejorar nuestra condición humana y crecer
intelectualmente, no se produce solamente en un continuo ritmo ascendente; en
cierto momento el trabajo cotidiano decae y el ánimo merma. En este momento,
las palabras de Yáñez Vega (2002)
me parecen enormes al afirmar “…es
ahí cuando se halla la fuerza emergente del pensamiento Masónico, el espíritu
hecho vigor en la Cadena Fraternal,
que con su fuerza y aliento nos induce a recomenzar la marcha con renovada vitalidad. Puesto que por encima de
nosotros, como permanente ejemplo, se halla la presencia del Sol omnipotente,
que irradia calor, fuerza y luz constante, sin discriminación alguna en la
entrega de estos valores. De este ejemplo se nutre la Masonería e induce a sus miembros a seguir una senda de
justicia, de amor y de fraternidad, en una armónica conjunción operativa para
que las enseñanzas de la Orden no
sean infecundas semillas sin frutos. Unámonos espiritualmente al conjunto de la
Naturaleza y en el simbolismo de esta celebración encontremos renovadas
fuerzas para nuestro mejoramiento humano, espiritual e intelectual. Y cada mañana
elevemos nuestra mirada al iluminado día sintiendo la felicidad por el hecho de
que la vida continua
en su eterno flujo y especialmente por la existencia de la otra realidad,
sensible y espiritual, que los símbolos de la Masonería permiten descubrir”.
Al celebrar los
solsticios, nuestra Orden nos evoca la estrecha relación que existe entre el
ser humano y la naturaleza. El Sol rige el comportamiento del hombre y su
entorno y por eso que en esta fiesta Solsticial celebramos el inicio de una
nueva etapa de nuestra vida. Con el Solsticio de Invierno la Naturaleza se
prepara para renacer, y con el de Verano germina la semilla que el hombre sembró
en aquella tierra fértil que durante el Invierno se dedicó a trabajar. Con el
Solsticio, en el Masón debe aparecer poco a poco aquella piedra libre de
aristas que durante todo el año se dedicó a desbastar.
Paradójicamente,
cuando el Sol está en su mínimo esplendor, hoy 27 de diciembre es nuestra última
Tenida del año, pero ello no significa que nuestra labor haya finalizado, muy
por el contrario, comenzamos una nueva etapa, que se relaciona con la preparación
para una nueva siembra de la cual se espera una mejor cosecha y de esta forma
contribuir de mejor manera nuestro trabajo en la sociedad profana.
Termino
con un pensamiento personal que me acompaña desde décadas.
“Nada gratifica más al final del camino que haber empleado la vida
construyendo verdades”
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