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LA LOGICA

Q:. H:. Manuel Eduardo Contreras Seitz
R.Lo. "Reflexión" Nº 103
Gran Logia de Chile


 

 

Introducción

No son los frutos de la investigación científica

los que elevan al hombre y enriquecen

su personalidad, sino el anhelo de comprender,

el trabajo intelectual, creador o receptivo”.

 

(Albert Einstein).

 

Abordar un tema de suyo complejo como el que se presenta plantea no pocos desafíos que trataremos de señalar aquí. En primer término, dar  cuenta de un concepto relativamente aceptado de lógica y su vinculación con el conocimiento humano; luego, dimensionar su ámbito más allá de las ciencias, encontrando su relación con la vida cotidiana para, finalmente, tratar de  integrar esta conceptualización en el campo de la F\M\ En esta introducción trataré de abordar el primero de ellos.

La primera y más profunda conceptualización se la debemos a Platón, quien en el Timeo o de la naturaleza atribuye a la razón humana una rectitud natural que, por asemejarse a la de la divinidad, le otorgaría una validez universal. Esta “divinización” permitirá a la filosofía griega lograr importantes avances en la forma de enfrentar la realidad cotidiana desde la mirada de la razón y de la objetivación filosófica, surgiendo tempranamente los derroteros por donde transcurrirá buena parte del pensamiento occidental: verdad y corrección. El pensamiento es verdadero cuando se adecua a la realidad, y es correcto cuando se adecua a las leyes del propio pensamiento.

Como legado medieval, se halla formando parte de las siete “artes liberales” que agrupan el saber de la época y representan el eje sobre el cual gira la vida cultural del medioevo, ya que, según González et al. (1985-1988), “entre cada una de las artes liberales se establecían permanentes correspondencias analógicas, hasta el punto de que una contenía y comprendía a las demás”. Divididas en dos grupos, el trivium y el cuadrivium, la lógica se encontraba en el primero de ellos, junto con la Retórica y la Gramática. Tal vez una analogía no tan rebuscada pudiera relacionarlas con el “pensar bien, hablar bien y hacer bien”, considerando la dimensión de actuación de la gramática, en la teoría de los actos de habla, de Austin. En el cuadrivium, recordemos, se hallaba la aritmética, la geometría, la música y la astronomía.

Por medio de las artes del trivium se aprendía a pensar y razonar debidamente a través del conocimiento y significado de la lengua (Gramática), de la coherencia de la misma (Lógica o Dialéctica), y, por último, por su aplicación al discurso y a la palabra (Retórica), autémticos vehículos y soportes del pensamiento. Únicamente a través del trivium —palabras, voces y nombre de las cosas— se podía acceder al cuadrivium, ciencias superiores que expresaban un conocimiento más esencial y profundo. Sus cuatro artes se referían directamente al estudio de los ritmos y de los ciclos (Música y Astronomía), de la proporción y la medida (Geometría y Aritmética), las cuales forman la estructura prototípica de todas las cosas.

Este verdadero “arte del pensar bien”, como señala Andrade (2002:37), aun cuando entrega un sitial de preponderancia a la razón como manifestación natural del pensamiento y discurrir humanos con el objeto de aprehender de mejor forma la realidad circundante, no rechaza en modo alguno cualquier otra vía de acceso a ella, aunque conceda la prioridad al logos. En todo caso, tal como señala el mismo autor, “la argumentación racional y dialógica constituye la base lingüística de cualquier entendimiento y posterior comunicación entre los hombres y los pueblos”, en tanto que posibilita un eficaz discernimiento de la adecuación a la realidad (verdad/error) y a las bases lingüísticas del pensamiento.

Como es posible apreciar, el camino por el cual nos conduce el desarrollo del pensamiento lógico es, en definitiva, alcanzar el conocimiento gradual del entorno, tanto material como intangible. El proceso es, sin duda complejo, pero a su vez discurre por un proceso natural de aprendizaje, tal como señala Aristóteles (en Arrieta 2000:21),

 

Ahora bien: el proceso o camino natural en el conocimiento es el que va desde las cosas que nos son más conocidas, cognoscibles y evidentes a las que son más cognoscibles y evidentes en sí mismas, ya que no son las mismas las cosas que son más cognoscibles respecto de nosotros de las que son absolutamente más cognoscibles. Por esta razón es preciso proceder de esta manera: partiendo de las cosas menos cognoscibles y evidentes en sí, pero más evidentes para nosotros, caminar hacia las cosas más evidentes y cognoscibles en sí mismas.

 

Lo que en principio pudiese parecer una abierta contradicción no es tal si nos detenemos a reflexionar un momento. Usualmente, lo que está más cercano a nosotros, desde el punto de vista cognitivo, es aquél conjunto de cosas más enmarañado, del cual sólo vemos la superficie. Un ejemplo de inquietante actualidad pudiera ser la aparente “lucha por la democracia” de G. Bush, al querer invadir porfiadamente Irak. Sólo en una instancia posterior, luego de efectuar diversas distinciones analíticas, llegaremos a los elementos y principios subyacentes y que iluminan con nueva luz el discurrir de los acontecimientos. Este análisis procede, entonces, desde lo universal a lo particular, ya que, en principio, la observación y análisis del todo resulta mucho más accesible a nuestro conocimiento sensible.

Parafraseando los niveles de adecuación en ciencia, específicamente en la lingüística generativa, creo que podemos establecer tres niveles de abstracción del conocimiento: un nivel de adecuación observacional, donde el sujeto que conoce puede percibir sin distorsión la realidad global que lo circunda; un nivel de adecuación descriptivo, como primera abstracción, que reflejará la intuición del sujeto cognoscente y formulará, por tanto, una descripción de dicha realidad y, finalmente, un nivel de adecuación explicativo, donde a partir de la percepción de la realidad y de múltiples descripciones para ella, es posible seleccionar la descripción que posea el mayor grado de adecuación a este nivel.

De aquí se desprenden, a su  vez, dos fuentes claras de conocimiento, una sensible y otra intelectual. Una no es excluyente de la otra, sino que son dimensiones complementarias y necesarias en el proceso de racionalización de nuestras percepciones: la vía sensible está dada por las percepciones extraídas a partir de los sentidos externos (vista, oído, tacto, gusto y olfato). Este modo de conocimiento implica lo físico, donde los sentidos, al tener sensación, son infalibles en sus objetos propios, estableciendo un tipo de conocimiento inmaterial a través de cualidades secundarias (color, sabor, etc.). La razón humana capta, por medio de los sentidos, algunos aspectos de las cosas. Por otro lado, la vía intelectual recurre a sentidos internos (sentido común, imaginación, memoria e instinto racional). La acción de estos sentidos, en pos de la razón, tendrán como método de enfoque, en diversos ámbitos, a la acción lógica o dialéctica. De este modo, trataremos de trazar un esbozo de cómo puede aplicarse este método en la acción cotidiana.

 

 

Desarrollo

La iniciación masónica tiene como fin el iluminar

a los hombres, a fin de enseñarles a trabajar

 útilmente, en plena conformidad con las

finalidades mismas de su existencia ”.

 

(Oswald Wirth).

 

 

El ámbito de acción de la lógica se identifica, tal vez, para la mayoría de nosotros, con las disciplinas vinculadas a las ciencias formales y poco con el quehacer cotidiano, ya que las conexiones pueden llegar a presentarse como muy sutiles y quedar enmarañadas en una serie de mediaciones que enmascaran la aprehensión de alguna relación posible. Sin embargo, muchos de nosotros podremos recordar más de alguna clase de gramática donde se nos hablaba de las “proposiciones”, de  las “conjunciones” o conectores, de la “sintaxis” u orden lógico de las oraciones, por mencionar sólo algunos conceptos. Pues bien, esta estructuración dimana de la lógica tradicional, relacionada con la estructura y arquitectura de las lenguas, con base en la concepción renacentista latinizante de las gramáticas romances, modelo aplicado, a posteriori y durante no poco tiempo, a cualquier otra lengua descubierta.

Para Echeverría (1997:93),

 

La lógica tradicional se definía como la exposición y prueba de las leyes formales del pensamiento, con abstracción de todos los objetos de conocimiento. Ello suponía la posibilidad de establecer la forma del pensar correcto, independientemente de lo pensado. Es lo que se entiende por la afirmación del carácter formal de la lógca, lo que supone la separación entre forma y contenido. Ello permitiría establecer la validez de una determinada inferencia lógica, ateniéndose exclusivamente a la forma de la inferencia y prescindiendo por completo del contenido de lo enunciado.

 

Sin embargo, a esta excesiva formalización lógica, que perdura hasta bien entrado el siglo XVIII, le seguirá un inusitado desarrollo en el ámbito de las matemáticas, sobre todo a partir de Gauss, que incidirá notablemente en la concepción de la lógica moderna, no sólo vinculada a esta disciplina, sino también, como lo reconoce Frege, al ámbito del lenguaje: en el lenguaje formal, “lo que se expresa se restringe a lo que es necesario para la inferencia”, mientras que en el lenguaje cotidiano, “la forma gramatical esconde normalmente la forma lógica”. En esta necesaria distinción realizada por Frege, y siguiendo el pensamiento lógico-matemático desarrollado por éste, se basa Russell para terminar señalando que “todo problema filosófico cuando se le somete al análisis y purificación necesarios, demuestra no ser realmente filosófico y tratarse de un problema lógico”, ya que la teoría de las descripciones de este autor señala que, aun cuando desde el punto de vista gramatical ciertas proposiciones pudieran parecer semejantes (“el rey de España es alto” – “el rey de Francia es alto”), no lo son desde el punto de vista de su forma lógica. Será un discípulo de Russell, Ludwig Wittgenstein, quien señalará finalmente los dos caminos por los cuales transitará esta relación de la lógica con el lenguaje.

La primera formulación la realiza en el Tractatus Logico-Philosophicus, donde pretende establecer los límites de lo decible por medio del lenguaje, es decir, el punto cumbre de la opción filosófica fundada en la lógica. Después de esta palabra sólo queda el silencio. Para Wittgenstein, el lenguaje es una figura de la realidad, por tanto, existe entre ellos una relación de similitud estructural. Las proposiciones del lenguaje, a su vez, al dar cuenta de esta realidad cotidiana, pueden reconocer esta similitud a través de la forma lógica de lo que se afirma, aun cuando el lenguaje ordinario adopte formas bajo las cuales oculta su forma lógica patente. La filosofía debe analizar de tal modo la forma lógica de manera que ella resalte de forma inmediata, pues esta facilitará, según nuestro autor, la comprensión de la estructura lógica de la realidad, por cuanto “todo lo que puede ser pensado puede ser formulado lingüísticamente”. Más adelante, en una segunda formulación, en la Investigaciones Filosóficas, el filósofo austríaco señalará que “el significado de una palabra es su uso en el lenguaje”. De ambas concepciones, nominalista y pragmática, se desprenden dos conceptos esenciales de la filosofía del lenguaje: referencia y sentido. El lenguaje es, por tanto, una herramienta a la cual podemos otorgar incontables y diversos usos.

A partir de este momento lo intervención de la lógica no es en el ámbito del “pensar bien”, sino de cómo “hacemos cosas con palabras”, parafraseando a Austin, es decir, de qué manera el lenguaje ordinario se constituye en la fuente primaria de nuestra organización del entorno, en la medida en que el accionar lingüístico compromete el desarrollo de una actividad que modifica el contexto o se explica a través de él.

Me he referido aquí básicamente al ámbito lingüístico en la convicción de que es a través del lenguaje que creamos nuestro mundo y nuestra existencia. Nuestro pensamiento y visión de mundo está condicionado por lo que podemos expresar, inclusive en lo que pudiéramos imaginar como increado, como el concepto mismo de Dios. En este caso pienso que, sin la existencia del hombre sería imposible la de la divinidad, ya que es el pensamiento subyacente en el ser humano el capaz de “filosofar” acerca de cualidades universales y asignarlas a una entidad. Creo que no se trata de una paradoja – como la del huevo o la gallina – sino de una necesidad lógica de precedencia.

 

 

Conclusiones

La iniciación masónica /.../ tiene

como fin la obtención del Conocimiento

integral, que es la gnosis en el sentido

verdadero de la palabra

 

(René Guénon)

 

Tal como lo señala More (2002:9): “La masonería hace ciudadanos y pensadores, su reino es de este mundo. Sostiene que el progreso de la humanidad descansa sobre dos columnas: la ciencia y la virtud; por eso es la abanderada en la instrucción y la investigación y reclama para el hombre, el derecho natural a buscar y alcanzar la verdad, sin admitir ni reconocer límite ni obstáculos para ello.

Tal vez el tránsito que acabamos de realizar pueda parecer algo tortuoso, pero finalmente creo llegar al punto de encuentro o mejor, al eje que permite articular las dimensiones de la lógica, el lenguaje, el mundo y el pensamiento. Este punto axial estaría constituido por el simbolismo. Recordemos la relación entre la estructura lógica del lenguaje y la de la realidad.

De esta manera, podemos observar que el aprendizaje por la vía simbólica es activo porque cuando aprendemos, realizamos un conjunto de operaciones y de procedimientos mentales que nos permiten procesar la información que estamos recibiendo, y es constructivo, porque estos procesos que llevamos a cabo nos permiten construir significado que va a depender de la interacción entre la información que tenemos almacenada en nuestra memoria y la nueva que recibimos.

Asimismo, se enfatiza la presencia de procesos de alto nivel en este proceso de aprendizaje. Esto implica que cuando nos encontramos en el proceso de internalización de una información, es necesario que llevemos a cabo procesos tales como la elaboración de inferencias o el establecimiento de relaciones entre la información que tenemos almacenada y la que recibimos ya que, de lo contrario, no habrá un aprendizaje significativo. Es posible lograr cierto tipo de aprendizaje basado exclusivamente en la memoria, pero la información acumulada por esta vía será efímera y, paulatinamente, será descartada de aquélla, por cuanto esta adquisición no integraría las estructuras permanentes de conocimiento. También podemos agregar que este aprendizaje simbólico es un proceso acumulativo en el cual el conocimiento previo tiene un papel fundamental. Dicho de otro modo, éste es un proceso que consiste en la acumulación de información, la cual se va organizando en nuestras estructuras cognoscitivas o esquemas, de manera tal que éstas se van enriqueciendo y estructurando hasta llegar a unos niveles de afinamiento que son característicos de los sujetos expertos o iniciados

Por otra parte, en toda acción humana que implique una interacción, inevitablemente se manifiesta un proceso de comunicación que va más allá de la mera locución o manifestación de significantes. El ser humano, dentro de esta dinámica, transmite mensajes que conllevan un sentido para quien los percibe. La significación, entonces, puede concebirse como un "proceso que asocia un objeto, un ser,  una noción, un acontecimiento, a un signo susceptible de evocarlos. /.../ Un signo es, por lo tanto, un estímulo cuya acción provoca en el organismo la imagen recordativa de otro estímulo /.../" (Fernández at al., 1989).

Si, por otra parte, observamos las manifestaciones culturales, nos daremos cuenta de que todas ellas son también simbólicas: los números y las letras, son símbolos de energías que se encuentran detrás de ellos; el arte en todas sus manifestaciones, cuyos orígenes son sagrados, es siempre expresión simbólica de ideas sutiles inspiradas al artista por las musas; y también los idiomas, pues cada palabra o conjunto de ellas son símbolos de alguna idea que expresan.

La búsqueda de la Verdad a través de las vías iniciáticas y el lenguaje de los símbolos es la esencia misma de la F­\M\.

La Iniciación masónica es mucho más que una simple ceremonia de recepción; es simbólicamente una muerte y una resurrección. Invita y compromete al nuevo iniciado a ser franco consigo mismo, con sus imperfecciones, a desearse más puro, a despojarse de sus pasiones materiales y de sus prejuicios, a conocer y desplegar las fuerzas espirituales que se encuentran en él, gracias a las cuales puede progresar en el camino hacia el Conocimiento.

El lenguaje simbólico mal comprendido para el profano, no es más que un conjunto embrollado de signos y analogías confusas; pero, para el francmasón, esos símbolos están cargados de significados y de valores; son un medio práctico de internalizar las ideas, y lejos de imponer un límite al desarrollo del pensamiento, ayudan a través de la libre interpretación, a mejor penetrar en la realidad del mundo en que vivimos. Esto es, siguiendo el método del análisis lógico, es posible develar lo oculto tras el lenguaje cotidiano que manifiesta o construye los símbolos transmisores de la Tradición.

En este mismo sentido, el simbolismo masónico es un lenguaje comparable al simbolismo matemático; conviene a todos los espíritus, incluso a los más racionales. Lejos de estar superado, encuentra una justificación nueva en los progresos de la psicología y de la sociología modernas que muestran cuanta necesidad tiene el espíritu humano de los símbolos para comprender las realidades de la vida.

Lo anterior no implica, en caso alguno, que el simbolismo se transforme en un fin en sí mismo, sino que es la manifestación tangible de una idea o fuerza que está velada tras su significante. Es el instrumento por medio del cual se manifiestan las ideas y el vehículo que podrá conducirnos a la comprensión y a la identificación de la energía que oculta el lenguaje simbólico de las enseñanzas francmasónicas. La sabia tradición popular reconoce en este sentido que no hay peor ciego que el que no quiere ver, esto es, los misterios del simbolismo se revelan a quien desea ver más allá de lo visible, de las meras apariencias o de la imagen superficial de las cosas y busca desentrañar los ocultos secretos que poseen las entidades, mediante un riguroso análisis, fruto de la razón y de una aplicación sistemática de un método lógico-hermenéutico.

La F\M\ está consciente de que la tradición hermética ha demostrado con creces que éste es el medio más propicio y adecuado a la naturaleza del ser humano, sobre todo a la hora de transmitir y preservar ideas elevadas y sutiles. Es por ello que ha usado el simbolismo y ha inculcado en los masones la meditación permanente y profunda del sentido que encierran los elementos que representan esta tradición simbólica en todas las actividades, lugares e instrumentos utilizados en las Logias y en los diversos grados.

            Es por ello que se torna fundamental el profundizar y tomar conciencia del simbolismo y de la tradición que distingue a la Orden desde sus inicios, como forma de comprenderla, asimilar sus principios y llevarlos a la práctica cotidiana.

El lenguaje simbólico es, por otro lado, lo que permite la unidad  e identidad de la Orden, ya que siendo uno de sus principios fundamentales la libertad de pensamiento, es de suyo necesario encontrar opiniones divergentes a su interior entre los distintos H\H\; sin embargo, nos encontramos unidos, precisamente, gracias a los símbolos y a los ritos que nos caracterizan, nos enseñan y nos transmiten esa energía espiritual que hace posible que todos los iniciados de todos los tiempos se reúnan en una comunidad de sentimientos, pensamientos y acciones.

            Ese enorme flujo de energía que cada uno de nosotros, como neófitos, recibimos en la Iniciación, debe canalizarse hacia la depuración del yo interior, para desbastar la piedra bruta y contribuir así a la Gran Obra del templo interior decorado A\L\G\D\G\A\D\U\.

 

 

S\F\U\


 

Bibliografía

 

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