I) A MANERA DE
INTRODUCCIÓN.
Desde épocas muy
remotas cada ser vivo, incluido por cierto el Hombre, ha trata-do de llevar su
vivir de acuerdo a la especial realidad que ha captado del medio. El bió-logo
sueco Johannes von Üxküll (1864-1944), basándose en principios empíricos,
sos-tuvo que cada organismo vivo posee un mundo propio, lo que lo lleva a tener
una experiencia que le es peculiar. Por lo demás, esta idea ha sido enunciada
por numerosos pensadores e investigadores desde hace al menos un siglo atrás.
Estos fenómenos pro-pios de la vida de una determinada especie no son
transferibles –en líneas generales- a otra especie. Las realidades de los
organismos diferentes son inconmensurables e incomparables entre sí.
El Hombre, tras
explicarse cada fenómeno vivenciado como individuo o como grupo, tiene la
tendencia natural a atesorar las experiencias en la memoria y, si estas han sido
experiencias positivas o gratas y han provocado cambios favorables en su
respuesta a las solicitaciones del medio, trata de repetirlas re-creando las
circunstancias en que originalmente sucedieron, para volver a recibir estos estímulos
primigenios.
Este conjunto de
explicación y de repetición (o re-creación) conformó, cuando apareció por
primera vez en el mundo humano (u homínido, dada su antigüedad), a de-cir de
Cassirer, un método nuevo para adaptarse a su ambiente. Entre el sistema
receptor y el efector, que se encuentran en todas las especies animales,
hallamos en el Hom-bre como eslabón intermedio algo que podemos llamar “sistema
simbólico”, que transforma completamente la vida humana, dándole la
vivencia de una realidad más amplia y con una nueva dimensión de la realidad.
La respuesta del
Hombre a las presiones o estímulos del medio no son ni directas ni inmediatas
en lo que es perdurable en el tiempo; esta demora se debe a que hay un proceso
de pensamiento y elaboración previas a cualquier clase de respuesta.El
Hombre,por costumbre y por deformación, antes o en vez de enfrentar
directamente las exigencias del medio ambiente o del hábitat, pasa por un
proceso reflexivo. Durante los milenios de andar por el mundo, el Hombre
gradualmente se ha ido envolviendo en formas lingüísticas, en imágenes artísticas
(esto es, elaboradas) y en símboos míticos más o menos sutiles.
Y aquí llegamos a
otra “envoltura” que usa el Hombre para re-crear una realidad pretérita y
volver a vivenciarla: el Rito, fenómeno aparecido en los albores de la
exis-tencia humana, revistiéndola con uno u otro tipo de detalles, a la vez que
paralelamente la despoja también de diversos detalles, como concesión al
momento histórico contemporáneo y a su interpretación y representación
contemporáneas de acontecimientos pa-sados, en forma sintetizada y,
principalmente, simbólica. Este despojo y revestimiento simultáneos permite
detectar las huellas que cada generación sucesivamente ha intentado dejar a las
generaciones siguientes.
II) PREÁMBULO
GENERAL.
En el seno del
pensamiento mítico el Rito adquiere una insospechada importan-cia. El Hombre
carece en sí mismo del poder para mantener y reproducir el mundo tal como lo
percibe. Este no tiene control completo (a veces ni siquiera en parte) sobre la
reproducción, la fertilidad o los fenómenos meteorológicos. Sin embargo, el
Hombre es esencial para asegurar esta reproducción y la armonía en el Cosmos
de manera de permitir su supervivencia en este. Para ello, es indispensable
propiciar a las fuerzas potentes que controlan la Naturaleza.
El mecanismo elegido
por las sociedades para lograr el propiciamiento, y de ahí su importancia, es
el Ritual, que es por definición, RELIGIOSO. Esto en el sentido más estricto
que se quiera dar al concepto “religión” (ya sea se origine de re-ligare
o de re-legere). El Ritual es,
entonces, el encargado de canalizar las intercesiones en las actividades de lo
sobrenatural, aspecto esencial para la reproducción de las socie-dades humanas.
En la mayoría de las
sociedades agrícolas “primitivas” es de suma importancia establecer una
relación armoniosa con los integrantes de la sociedad extra-humana. Los ritos
tienen por un lado la función de “agradar” a las fuerzas extra-humanas y,
por otra parte, “pagarles” o “agradecerles” los favores que reciben.
Los ritos y los
rituales, para alcanzar sus objetivos usan un lenguaje propio, que incluye
palabras, movimientos, eventualmente música, regalos y otros soportes. Cada
rito está definido por un comportamiento particular, una secuencia definida de
actividades, que se suceden en un espacio físico determinado, y en una
temporalidad específica.
Este lenguaje
particular del rito, es decir, esta secuencia de actividades, tiene la característica
esencial de encontrarse rígidamente
prescrita. La efectividad del ritual es segura sólo en la medida en que se
cumplan adecuadamente los estereotipos. Lo que el hombre hace a través de sus
actividades rituales es revivir el comporta-miento de los Seres Míticos en el
tiempo primordial. Las múltiples contradicciones que experimenta el Hombre a lo
largo de su vida, entre las cuales la muerte sea qui-zás la más importante, se
disuelven en el rito al hacer alusión al tiempo mítico, en el cual estas
contradicciones tienen explicación, causa y sentido. Mediante el ritual el
mundo es resignificado, reafirmando los valores culturales y la posición del
Hom-bre en el Cosmos.
La forma que elige el
rito para resolver la problemática de la vida en el mundo será siempre
inevitablemente la misma, y aquí es donde yace la clave para su desciframiento
y comprensión: el rito nos remitirá a un prestigioso tiempo de los orígenes,
nos hace revivir el tiempo fundacional de la realidad, trasladando al Hombre a
un tiempo extra-cronológico (ucrónico), proporcionando un fundamento y un
sentido incuestionable a la existencia y a la actividad humana.
De todo lo anterior
se deriva que lo que define operacionalmente al rito es un patrón de conducta rígidamente
estructurado, de tal manera que la variación individual en su ejecución o la
dispersión del significado de los símbolos que utiliza, es reduci-da en forma
significativa.
Aunque existen a
menudo numerosos elementos en el comportamiento ritual que toleran efectivamente
cierto grado de variabilidad individual, la mayoría de sus as-pectos no pueden
ser dejados al azar o permitir improvisación. Para ser efectivos, como dijimos,
los rituales deben reproducir fielmente las pautas y normas que están
establecidas.
La estructura del
rito, que se expresa materialmente en la forma en que es apro-piado un espacio
sagrado, constituye la representación de
un ordenamiento conside-rado ideal, con una visión especial de lo sagrado, de
lo absoluto, de lo trascendente, de lo real en último término. No cabe duda
que el rito constituye un lenguaje, en cuanto vehículo de comunica-ción con lo
intangible, utilizando un código culturalmente inteligible, con una es-tructura
interna que lo ordena y le da sentido. Cada participante del ritual procede
consciente o inconscientemente a decodificar-lo, absorberlo y a incorporarlo a
su vivencia. El rito, lo que está prescrito, perdura a través del tiempo; el
ritual, es decir, el desarrollo del rito, puede tener cierto grado de variación
en el tiempo y en cada individuo. Pero la vivencia del ritual, lo que ca-da uno
extrae para sí, es algo individual y
personal, dependiendo de la estructura psicológica y de la experiencia
emotiva y racional de cada individuo.
De aquí que la
vivencia es única e intransferible.
Además puede ser variable en el tiempo. Podríamos aventurar que cada vez que
un individuo participa –vive- un ri-tual, su experiencia es distinta a las
otras veces, y también es distinta a la de los de-más individuos que lo viven
simultáneamente.
III) DESARROLLO.
El Hombre, al
enfrentar un determinado fenómeno o acontecimiento, natural o provocado, y que
le ha causado una conmoción en sentido positivo (por ej: una cosecha
especialmente abundante), o en sentido negativo (por ej: una inundación que
arrasa con viviendas, siembras y animales), y al ser incapaz de encauzarla o
dirigirla a cabalidad de acuerdo a sus intereses o necesidades, ha tendido en
forma natural a explicarse el o los fenómenos involucrados dándoles
ingredientes extra- o supara-humanos: dioses, fenómenos naturales con
existencia independiente, señales de deidades ya conocidas, etc.
Para evitar la
repetición de acontecimientos negativos o, por otra parte, para propiciar la
ocurrencia de acontecimientos positivos, el Hombre desde épocas primige-nias y
doquiera se encontrase geográficamente, trató, por medio de individuos
“especializados” dentro del grupo, clan, tribu o sociedad (brujos,
sacerdotes ,hechice-ros, etc.) de crear situaciones similares a las que
originaron los hechos, ya sea para evitar que volviera a ocurrir acontecimientos
negativos o para repetir los positivos. Desarrollaron en esta etapa una serie de
actos y acciones a las que, efectuadas con regularidad y con cada vez mayor
precisión de acuerdo a lo prescrito por la memoria de los ancianos y,
posteriormente, a lo físicamente escrito o descrito cuando apare-cieron
distintas formas de escritura y de simbología , se le asignaron a estas
acciones y actos por sí mismos el poder determinante de desencadenar o evitar
los acontecimientos, respectivamente.
Se fue creando así
una nueva realidad: una verdadera “representación teatral”, en que, quienes
tomaban parte se posesionaban de tal amanera, con tal fuerza del rol, que
dejaban de ser ellos mismos y pasaban a ser en verdad aquello que representa-ban.
Así, el brujo que representaba el poder del viento, y a quien dentro del ritual
había que aplacar, pasaba a SER el viento, dentro de la más fiel tradición
teatral de Stanislavski.
Un ritual, así
comprendido, debía y, en aquellos grupos humanos en que se efectúan al
presente rituales (es decir, prácticamente TODOS los grupos humanos, incluidos
los que se autocalifican de modernistas), debe, poseer ciertos elementos fáciles
de aprehender por los participantes, tanto los menos instruidos como los más
doctos. Estos elementos son, por supuesto, SÍMBOLOS, que deben cumplir ciertos
requisitos, a saber:
- deben ser
CONVENCIONALES, esto es, la mayoría debe interpretarlos de mane-ra similar, y
los que no los entienden acuden a aquellos “capacitados” para hacer la
interpretación;
- deben estar en uso
desde tiempos muy ANTIGUOS, perdidos en el tiempo, y
- deben ser muy
SENCILLOS, al menos en los primeros estadios del desarrollo del rito.
No está demás dejar
en claro que el paso del rito prescrito a su ejecución práctica es lo que
conocemos como RITUAL, y es lo que deja una enseñanza, una vivencia y está
sujeto a una interpretación, tanto de quien lo ejecuta como por parte de quien
lo recibe y/o participa como espectador. Un buen símbolo, elegido
cuidadosamente, conocido por varias generaciones, puede provocar en el individuo,
si se ejecuta el inteligentemente el ritual hacia un fin determinado, “una
emoción incontenible que le permite llegar al éxtasis de la idea que nace”.
El flujo de la
comunicación, en especial la no-verbal, entre el emisor
el o los re-ceptores, debe ser certero aunque sea superficial. Es difícil
que se logre una comuni-cación no-verbal que deje huellas profundas en las
primeras etapas del flujo comunicacional. La política y la historia nos enseñan
que los mensajes que más calan en las masas son de escasa profundidad y
contenido. La masa, en general, poco preparada en los temas más importantes, sólo
es capaz de y está en condiciones de captar y en-tender mensajes o
comunicaciones no-verbales muy primarias. Sólo cuando los grupos humanos de
receptores se van gradualmente
sensibilizando, el flujo comunica-cional repetitivo y reiterativo se va haciendo
más profundo, aunque el contenido no sea necesariamente más complejo. La
reiteración y la repetición van, gradualmente también, penetrando en el
subconsciente.
Aquí vamos entrando
en el factor ritual del esoterismo que, como bien sabemos, podemos definir como
el estudio y la comprensión de lo no-aparente. Una leyenda internalizada
profundamente mediante la repetición regular de un ritual apropiado deviene en
que los “espectadores” pasen ya a no sólo reconocer el significado del
mensaje que les es representado, sino que comienzan a protagonizar el ritual, dándole
una interpretación propia, personal, del mismo, viviéndolo de acuerdo a lo que
piensan y sobre todo a lo que sienten.
El sistema de
rituales, como nos ha enseñado la historia y nos enseña la vida hoy, puede dar,
si usado en forma sana, oportunidad a que los individuos desarrollen sus
potencialidades positivamente, a favor propio y de los integrantes del grupo; si
es usado en forma perversa, negativa y egoísta, puede dar cauce a las
aberraciones más increíbles gestadas sobre masas débiles de voluntad,
obedientes y serviles a quien o quienes detentan el papel de “brujo” (llámense,
según la época: Rey, Papa, Gran Je-fe, Duce, Führer, Generalísimo, etc.); se
trata de masas que, por incapacidad momentánea o permanente no están en
condiciones de decodificar la esencia del mensaje que se les entrega y, menos aún,
de discriminar acerca de su contenido.
Es indudable que
tanto el mundo profano como el que podríamos llamar sagrado, es decir,
relacionado con ideas religiosas, está imbuido de ritos y rituales. El gran
peligro en el que han caído numerosas ideas religiosas o instituciones
religiosas organizadas radica en que, si no poseen una base ideológica, axiológica,
gnoseológica y/o escatológica, la religión o idea central es suplantada
por el ritual, convirtiéndose este en un envoltorio vacío y carente de ideas o
valores trascendentes pasibles de
transmisión o estudio. Existen numerosos casos de esta índole en la historia.
La reli-gión romana y también la egipcia terminaron así. En nuestros días,
posiblemente haya algunos ejemplos dignos de mención, pero este no es el lugar
ni el momento de hacerlo. Se ha visto que un mayor boato externo suele ocultar
una decadencia ideo-lógica mayor.
OBSERVACIONES.
En nuestra Augusta
Orden es de primordial importancia transferir las vivencias rituales a
experiencias trascendentes. El método más adecuado es transferir los
resultados sociales provenientes de las experiencias mencionadas, en vivencias
esotéricas, tales como las que desde tiempos inmemoriales hasta la Grecia pitagórica
se aplicaban a todo conocimiento que no podía ser explicado por el lenguaje común.
Y, como vemos, el esoterismo debe recurrir a métodos indirectos cuya expresión
fundamental es la Simbología.
Para una percepción
adecuada de los rituales –y, por ende, del rito- es necesario estudiar
algo más que lo que está escrito o es tradicional; debe imperiosamente
estediarse también el mundo en que vivimos. Debe haber un trabajo conjunto y
para-lelo de introspección y estudio
de la realidad, cuya conjunción acrecentará en proporción geométrica la
fuerza de ambas fases, logrando en algún momento y de alguna manera,
la armonía entre ideal y materia.
La Masonería es, más
allá de su estructura y sus prácticas, una VIVENCIA
INEFABLE cuando nos adentramos y vivimos en ella, en tanto iniciados.
Ya enmarcados en lo
que es nuestra Augusta Orden y lo que son nuestros usos y costumbres, entendemos
por Rito una serie de acciones y movimiento relativamente rígidos y
estereotipados prescritos y descritos por las autoridades pertinentes, llá-mense
Departamento de Rito y Simbolismo, Gran Maestro, etc . El desarrollo práctico
del rito (el ritual) puede tener variaciones, no siempre permitidas o aceptadas
por la legalidad masónica, de acuerdo a quienes llevan a cabo una determinada
ceremonia. Los estudios históricos apuntan a que los ritos – masónicos o
profanos – tienden a ser más estables y a variar menos en el tiempo que la
mayoría de las actividades consuetudinarias de los pueblos.
Por cierto, para
comprender bien un rito y su ritual es menester desarrollarlo unmerosas veces
par imbuirse de su mensaje exo- y esotérico, y vivenciar su desarrollo
experimentando nuevas y emocionantes sensaciones cada nueva vez que lo
realizamos.
Somos en el mundo
profano individualistas y tremendamente egoístas, insensibles (en general) a
los sufrimientos de nuestros semejantes; muchas veces nuestros ojos no quieren
ver la miseria física y moral de nuestros congéneres. La lucha por la
existencia, mirada desde puntos de vista individualistas, ha hecho que los
Hombres esta-blezcan la desigualdad y la consideren, si no justa, al menos
normal o inevitable. Cuando, de jóvenes, nos ha chocado esta situación, nos ha
provocado desencanto,y hemos forjado ideales que casi nunca se han podido
realizar.
La masonería se
nutre de aquel mundo profano y a nosotros se nos presenta la gran oportunidad
cuando una voz o una mano amiga nos invita a ingresar a la FM para que hagamos,
al igual que otros muchos, un nuevo modo de vida, idealista y práctico a la vez.
Ya aceptados, como “Queridos Hermanos” de otros “Queridos Hermanos”, con
el transcurrir del tiempo asistiendo a Tenidas, Cámaras y ceremonias
determinadas, aprehendemos que esta nueva forma de vida se ajusta y re-ajusta
cada vez que estudiamos los ritos y practicamos los rituales, que nos ponen en
un tono sicológico que, a esta hora y a esta edad, nos regresa a la Cámara de
Reflexiones, nos hace dejar fuera de nuestro ser el bullicio de la salvaje y
cruel selva de la profandad, para entrar en una sintonía reflexiva y meditativa
de consuno con los otros QQ.HH. que, por su parte, también se están
retrotrayendo a su propia Cámara de Reflexiones. Cada ocasión en que, en
Tenida de Primer Grado, participamos en el ritual de Apertura y de Cierre,
respectivamente, somos una vez más Aprendices aunque nuestra edad masónica sea
mayor.
La FM enseña al Masón
mediante el estudio del Símbolo,
para que sea capaz de desarrollar hasta donde le permitan sus potencialidades,
la fuerza que el símbolo guarda. Este es un grado muy bello porque hace que el
espíritu del Aprendiz se abra idealmente por completo, y encuentre el camino de
Luz y el sentido de Vida que le va señalando la simbología del grado. Es un
claro ejemplo de comunicación y do-cencia no-verbal que el profano no sospecha
ni puede captar sin el toque casi mágico y consagratorio que es la Iniciación.
Repetiremos algo que tenemos muy claro: la Iniciación no produce automáticamente
a un Iniciado. Para ser un verdadero Inicia-do el camino es arduo y se requiere
del esfuerzo perseverante para desarrollar nume-rosas y valiosas potencialidades
que el rito y el ritual insinúan; pero si no hay reacción de parte del
Iniciando, la Iniciación como ceremonia no sacramental que es, no producirá
cambios ni en la conducta ni en la percepción del individuo.
El efecto gradual de
un ritual bien desarrollado debiera originar un Masón (Apren-diz, Compañero o
Maestro) con la capacidad evidente
de poder emprender el cami-no de liberarse del error, del vicio y del prejuicio.
En el caso del
profano que acaba de pasar por una Ceremonia de Iniciación, y de ser
constituido Aprendiz por el VM, debe comenzar una etapa azarosa y difícil de
perfeccionamiento espiritual y moral. Se le puede aplicar, con gran certeza, el
verso del QH Antonio Machado: “Caminante
no hay camino, se hace camino al an-dar”. El ritual le indica una senda,
pero es el individuo, el Aprendiz, el Compañero o el Maestro, los responsables
de la rectitud y solidez de dicho camino, y también será responsabilidad de
ellos el final del camino, el lugar hacia donde los llevará dicho camino si es
cree que alguna vez lo terminarán de recorrer.
IV) A MANERA DE
CONCLUSIONES.
1)
Los rituales han existido prácticamente desde que el homínido tomó
conciencia de que era diferente a los demás animales.
2)
Los rituales han relacionado tradicionalmente al ser humano con lo
inexplicable o lo incontrarrestable: el Sol, la Luna, los fenómenos telúricos,
los elementos orográficos (montes sagrados), hidrográficos (ríos
sagrados) y similares.
3)
Los rituales han sido, según la índole de las necesidades humanas, y
según la ín-dole del estado sicológico del individuo, positivos (buscando el
bien directa-mente), propiciatorios (aplacando o buscando la benevolencia de los
elementos intermediarios), etc.
4)
En etapas primitivas, o en pueblos de la actualidad que no han
desarrollado las sutilezas metafísicas más que en forma grosera, o no las han
desarrollado en absoluto, la ejecución y práctica de rituales ha provocado y
permitido la existencia de in-dividuos “especializados” en la ejecución de
los mismos.
5)
En instituciones no-religiosas como la Masonería (sin excluir, eso sí,
algunas instituciones religiosas como la Fe Baha’i, los drusos, etc.) los
rituales tienen características o resultados esotéricos, que favorecen que
quienes son intro-ducidos en sus prácticas y doctrinas empiecen a caminar por
sendas sicológicas y metafísicas que tienden a provocar provocan cambios de
conducta en forma positiva para el adepto y, por su accionar en su entorno
habitual, traspasan también una mejoría moral e intelectual a ese mismo
entorno.
Bibliografía.
- Cassirer, Ernst: Filosofía de las formas simbólicas: El Lenguaje.
- Schlosser, José: Racionalización de la Simbología. RL “La Fraternidad”, Valle de Tel-Aviv, Gran Logia del Estado de Israel.
- Dinamarca, Daniel: Los rituales en la vida del Hombre. RL “Germinación” Nº81, Valle de Santiago de Chile.
- Sanz, Guillermo: Liturgias y rituales en la vida del hombre masón. RL “Germinación” Nº81, Valle de Santiago de Chile.
- Universidad de Chile: Anales, Sexta Serie, Nº6, diciembre de 1967.
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