Revue de Franc-Maçonnerie - Revista de Masonerìa - Revista de Maçonaria | |
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Nuestro trabajo de hoy hace referencia muy parcial a una Historia de la Masonería que hace algunos años comenzamos a escribir, pero que nunca terminaremos . Porque en la investigación misma, precisamente allí, encontramos la razón para abandonar el proyecto al convencernos de que ningún documento histórico podría probar fehacientemente todas las hipótesis idealistas y las ilusiones románticas que hasta ese momento nos hacían soñar con una Masonería casi tan vieja como el comienzo de los tiempos.
Por el contrario: a medida que íbamos tamizando el material seleccionado para la investigación íbamos convenciéndonos de que un cúmulo de hechos históricos verdaderos se había mezclado con la expresión de los desvelos que en casi tres siglos difundieron especuladores románticos, improvisados narradores, místicos inspirados, filósofos de la utopía y aún dirigentes interesados. Todos estos elementos contribuyeron a construír una estructura donde las crónicas fidedignas y las quiméricas aunque bellas leyendas estaban tan íntimamente unidas que su separación sólo podría ocasionar una total y gratuita destrucción.
Estamos por lo tanto limitados a la difícil tarea de extraer de esa estructura los elementos de historia que sean comprobables, para poder distinguir el núcleo que estos forman, de aquellas leyendas que tienen el mérito de aportar un alentador sentido lírico y un significativo sentido didáctico a nuestro quehacer.
Comencemos a hacerlo contando,como en los buenos cuentos, que había una vez... en el Londres de 1717, cuatro Logias de entre las muchas existentes, o mejor dicho subsistentes, que como todas, estaban ya integradas por muy pocos constructores y muchos Hermanos aceptados (1). En estos ‘’talleres’’ encontraban refugio lícito para comer bien, brindar mejor y, - protegidos por un manto de reserva,- intercambiar sus ideas liberales. (2)(3)
Se unieron pues y formaron una altisonante Gran Logia cuyo primer Gran Maestro fue Antonio Sayer que en su único año de Veneratura solamente logró integrar otras dos Logias al incipiente cuerpo. Lo sucedió Jorge Payne (4), activo y emprendedor anticuario, que dio a los trabajos un ritmo extraordinario, amplió las Columnas, se dedicó a reunir y compilar documentos y manuscritos referidos a la historia, usos y reglamentos de la antigua masonería Operativa (5) y redactó las treinta y nueve Ordenanzas Generales. El fue quien le encomendó a Jaime Anderson la revisión de sus trabajos con el fin de que aquellas Antiguas Ordenanzas se adecuaran a la nueva organización.(6) Corría el año 1721. El pastor Anderson, con inigualable entusiasmo, terminó su trabajo en el increíble plazo de tres meses, presentándolo a una Comisión que lo sometió a exhaustivos exámenes, siendo finalmente aprobado e impreso en el año 1723 bajo el título de LA CONSTITUCIÓN DE LOS FRANCMASONES.
La obra consta de cuatro partes: comienza con una breve historia de la Masonería a partir de la Creación, en la que se pueden encontrar innumerables inexactitudes bienintencionadas. Se han dado por lo menos dos explicaciones al hecho de que Anderson haya escrito este prólogo, a pesar de su reconocida capacidad intelectual: una, el deseo del autor de respetar los documentos que cada Logia había aportado y de no corregirlos para evitar desavenencias.(7) Otra explicación es la de que el propio Anderson, viendo en sus sueños proféticos una masonería de influencia tal que pudiera cambiar los destinos del mundo, no se resgnó a aceptar orígenes tan modestos como los que surgen de la asociación de obreros manuales, muchos de ellos quizá analfabetos a pesar de su maestría profesional. Y Anderson quiso darles brillo y espectacularidad.(8) O quizá Anderson fue sólo un compilador de historias creadas por los masones operativos para destacarse de otros gremios.
La segunda parte contiene las LEYES FUNDAMENTALES o ANTIGUOS DEBERES (Old Charges), sacadas de antiguos documentos y que está compuesta de seis artículos. (9)
La tercera contiene las ANTIGUAS ORDENANZAS GENERALES recogidas por Jorge Payne (compuesta de 39 Ordenanzas).
La cuarta parte y final contiene las Aprobaciones y cuatro cantos masónicos.
Este documento nos permite establecer formalmente el origen de la Masonería especulativa, como institución. Cumple en primer término con la condición de poseer reglamentos sistematizados, y en segundo término, con la de ser aprobados por cuerpos constituyentes que proclamaron su voluntad de cumplirlos.(10) Este hecho formal no impide que busquemos las fuentes: vamos a referirnos a la realidad histórica dentro de la que nacieron las asociaciones que precedieron a la Francmasonería especulativa, su raíz directa y su inspiración: las Logias de la Masonería Operativa.
Hagamos una síntesis muy apretada, obligada por el caracter de este trabajo. Siglo III, los Bárbaros comienzan a invadir el Imperio Romano. Para defenderse de ellos, los nativos más poderosos construyen las primeras vallas protectoras de madera, -tiempo despues reforzadas por obras de albañilería.- que se convertirían en verdaderas ciudades medievales, cuyos habitantes estaban razonablemente protegidos de las hordas invasoras, aunque se obligaran con ello a aceptar una situación de servidumbre en favor del señor feudal y a pagarle impuestos a cambio de su seguridad.
Año 1000, siglo XI. Recuperado el cristianismo, exhumadas las reliquias que se escondieron para que los Bárbaros no las destruyeran, ya los oratorios de madera no cumplían con las condiciones de seguridad y boato ambicionadas por los monjes. Y así comienzan a construirse gran cantidad de abadías y monasterios por toda Europa.
En el siglo XII florecen los artesanos dedicados a construír palacios y edificios sagrados. Destacada actividad se atribuye en esta etapa a los monjes benedictinos de la Abadía de Cluny (11) que poseían una impresionante biblioteca, centro cultural al que acudían nobles y religiosos para ampliar sus conocimientos. Junto a los monjes dedicados a la filosofía y a la ciencia, nos encontramos allí con el grupo llamado de ‘’monjes operarii’’ que eran excelentes arquitectos y se dedicaban a la construcción de edificios. Lo mismo puede decirse de los cisterciences de la Abadía de Citeaux . (12)
En ambos centros, Compañeros laicos recibían instrucción. (13) No podría decirse de muchos de estos operarios que fueran totalmente libres, sino que en general estaban sometidos al poder de los propios monjes o en otros casos dependían de reyes y clérigos. (14)
Es fácil aceptar la tesis de que elementos bíblicos propios del Antiguo y del Nuevo Testamento fueron introducidos en el bagaje ideológico de la Masonería operativa por los monjes benedictinos (Ver llamada 11), así como los anglicanos contribuyeron posteriormente al esquema doctrinario de la Masonería especulativa.
Pero la demanda de servicios permitió que los artesanos laicos aumentaran poco a poco su independencia y ampliaran sus conocimientos (15), constituyendo las primeras Corporaciones de Constructores, de Masons en inglés o de Maçons en francés(16). Se les conocía como CONSTRUCTORES DE PIEDRA FINA o PULIDA (Free Stone Masons), uno de los posibles orígenes de su nombre actual.(17) La otra opción es la de considerar a este adjetivo, free en free masons, como libre, por oposición al siervo sometido a la autoridad del señor feudal.
Así se forman las primeras ‘’Guildas’’ (18) en Inglaterra, el ‘’Compagnonnage’’ en Francia (19), las ''Corporazioni de Liberi Muratori'' en Italia y las asociaciones de ‘’steinmetzen’’ alemanes(20).
Las técnicas se fueron perfeccionando y los Maestros Constructores agregaron nuevos conocimientos influencia y poder, a medida que la importancia de sus obras iba creciendo. En la logia (21) levantada al lado del predio donde se construían las grandes catedrales, abadías, iglesias y palacios, los aprendices y compañeros recibían las instrucciones orales del Maestro. Para ello se fueron creando fórmulas que preservaran el secreto profesional.
Aún más: es indudable que para que cada confraternidad se mantuviera unida y sus obreros trabajaran en paz, debieron imponerse normas de concurrencia regular, de lealtad al cuerpo y de afecto fraternal entre los obreros, estableciéndose inclusive formas de ayuda mutua en caso de que uno de ellos sufriera una crisis pecuniaria o familiar. (22)
A comienzos del siglo XVIII, año 1700, culminó el proceso que llevó a las Logias de artesanos a una situación crítica: la Iglesia había ido perdiendo poder económico. Las ideas iluministas se imponían entre la elite intelectual y la nobleza. La instrucción de las masas se incrementó con el desarrollo de la imprenta que Gutemberg había descubierto en el siglo XV. El arte retomó su riqueza clásica. Los reyes propiciaban revolucionarias técnicas de construcción más acordes con los nuevos tiempos. ¿Cómo podrían estas asociaciones profesionales mantener la situación privilegiada que habían tenido hasta entonces? Comenzaron a admitir en sus columnas a filósofos, alquimistas y cabalistas místicos (23), junto a miembros no profesionales pero influyentes en la corte, en la Iglesia, en la ciencia, en los grupos de profesionales libres, en el comercio o en círculos intelectuales(24). Estos miembros simbólicos fueron convirtiéndose en mayoría, dándose así el fenómeno de transformación de la Masonería Operativa en Especulativa. Pero debemos aceptar la evidencia de que los constructores medievales son parientes muy lejanos de los modernos masones nacidos en 1717. Incluso los términos ‘’Masonería Operativa’’ y ‘’Masonería Especulativa’’ pertenecen a una terminología propia de los masones ‘’aceptados’’. Las piedras dejaron su lugar a las ideas y el objetivo ya no fue el de elevar catedrales en honor a Dios, sino el de propender al bien de la Humanidad.
Tales son las recreadas y sublimadas por aquellos autores que tratan de explicar los orígenes de la Orden con afirmaciones que aunque improbables no son imposibles y cuya legitimidad está dada en parte por el propio Anderson en la introducción a sus Constituciones. Así es como nos encontramos con desarrollos pseudohistóricos que nos llegan a hablar de los principios masónicos presentes en las teogonías unitaristas de la India o en el trideísmo de Manu que daría lugar siglos después al sistema de castas de los brahmanes. Igualmente se han llenado infinidad de textos con las elucubraciones de aquellos que ven a Zoroastro (Zaratrusta, VII A.C.), -el creador de los primigenios Misterios enseñados a los Magos Persas,- como el maestro de los Maestros Masones. No menos fabulosas son las exquisitas proyecciones místicas de quienes encuentran que nuestros antecesores directos son los sacerdotes egipcios que practicaban los Misterios de Isis y Osiris. O los Dionisianos ( VIII A.C.). O los cretenses ( II A.C.). O Pitágoras (VI A:C:). O los obreros de los Colegia Fabrorum (25) .
Y finalmente, llegamos a la posible vinculación de la Masonería con el Rey Salomón y los constructores de su Templo, y con el Cristianismo primitivo(26): tampoco existe aquí una relación fáctica. Pero ''el conjunto de tradiciones, usos y costumbres, de simbolismo y ritualismo, fue en parte heredado de antiguas corporaciones a través de la propia Iglesia Católica (como el triángulo equilátero o el ojo que todo lo ve). Las corporaciones de oficio eran fundamentalmente cristianas. El tetragrama judío era también empleado por el catolicismo en los frontispicios y los altares de sus iglesias.''(27) En general, recordemos la esencial relación entre el judaísmo y el cristianismo, entre el Nuevo y el Antiguo Testamento y que de los tres grupos religiosos cuyos adeptos formaron la primera Gran Logia (ver llamada 6), dos eran Protestantes que daban igual importancia a los dos Libros. Judaísmo y Catolicismo forman un conjunto cultural que fué adoptado por la Masonería en forma voluntaria, en dos etapas: una dentro de la Masonería operativa, la medieval que mencionamos; y la segunda, a partir de 1717, como desarrollo intelectual posterior a la Constitución de la Gran Logia. Se consuma así una verdadera retrogradación que nos lleva hasta el real y concreto origen histórico de la Orden.
Ateniéndonos solamente a los hechos, podemos concluír que la Masonería moderna es una creación inglesa. Cuando en 1717 se creó la Gran Logia de Londres, los constructores europeos continentales ya hacía mucho tiempo que estaban inactivos por no haber adoptado la fórmula de incluír masones ‘’aceptados’’ en sus Logias . El único vínculo realmente comprobable es precisamente el que existe con las Guildas inglesas. Es por ello que no nos sorprendemos al descubrir que cuando hoy nos ubicamos en el Templo, los Hermanos se forman enfrentados en Columnas y el Venerable Maestro y los Oficiales se ubican en forma similar al del Parlamento Inglés. Muchas de las normas que rigen el funcionamiento de esta Institución, encuentran su paralelo en los rituales masónicos. (28)
Qué cabe decir entonces de todos los símbolos, las leyendas y los intentos de asimilación histórica que hoy conocemos? Vimos ya que muchos de los símbolos provienen de la etapa operativa, y se les dió un significado ‘’especulativo’’ ejemplarizante. Las leyendas con base bíblica fueron recreadas para que contuvieran una enseñanza moralizadora. Pero su núcleo puede también ser encontrado por el investigador a lo largo de toda la historia del mundo, en todas las civilizaciones. Porque las ideas tienen vida propia y por lo tanto se desarrollan y multiplican sin ninguna relación temporal: desde el momento en que el hombre consolidó su dominio sobre la naturaleza y creó métodos para saciar más comodamente sus apetitos, pudo elevar sus ojos hacia las estrellas y comenzar a soñar con una vida mejor. Pan y fantasía.
Por qué los masones debieran ser entonces una excepción? China, India, Persia, Judea, Egipto, Grecia, Roma, pudieron muy bien haber formado un sistema cultural donde construcciones cosmogónicas, altas reglas morales y principios altruístas traducidos a estructuras religiosas, hayan contenido elementos coincidentes con los que sostienen el edificio masónico. Su identidad casual o su adopción por la Masonería les otorgan nueva vida y los adaptan al mundo de hoy. Esto es válido a pesar de la fragilidad de los vínculos y aún de las contradicciones que se presentan en muchos de los eslabones que forman esta hipotética cadena. Y su aceptación condicional es constructiva, aunque sea ajena a la realidad histórica. En definitiva, la Masonería no vino de, sino que fue a las fuentes, para incluír en su doctrina principios de valor universal e intemporal. Míticos o reales, brindan una armoniosa base para construir un firme camino ideológico. Recordemos que también la Masonería ha sido calificada de utópica por querer superar las condiciones del mundo profano, tratando de volar como Icaro(29) . Quizá la pretensión de acercarse a la verdad constituya una aventura igualmente peligrosa. Enfrentémosla practicando con la imaginación abierta nuestra ciencia de la moral, buscando respuestas tras los ricos velos de nuestras alegorías y respondiendo calurosamente al incentivo intelectual que nos brinda la luz de nuestros símbolos. Liberemos nuestras alas y dejemos que nos remonten para superar los vicios mundanos, perfeccionarnos, luchar por el bien y constituir un ejemplo para los profanos en un mundo que parece haber perdido el rumbo y avanzar inexorablemente hacia su autodestrucción.
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