1.
SOBRE EL NOMBRE OCULTO O TETRAGRÁMMATON
A los Símbolos debemos agradecer la comprensión y la pervivencia de las
Enseñanzas de la Masonería. Cada uno de ellos es una pista que compendia datos
cuyo sentido se preocupa en investigar el Masón inquieto. Del Símbolo y de la
penetración en su Misterio se extrae el Conocimiento, el cual procesado a través
de la Observación, la Experiencia y el Discernimiento, modela la Sabiduría del
Iniciado. El “minimum” que cada Hermano obtiene de su pasaje por cada uno de
los Grados a los que se ha hecho digno pasaría pues, por el estudio y la
comprensión previos de los Símbolos más importantes o Claves de las
diferentes etapas que le toca vivir en la Obediencia. En nuestro entender,
aunque todos son importantes, los Emblemas más destacados de los tres primeros
Grados son la Unión de la Escuadra y el Compás para el Primer Grado, la
Estrella Flamígera con la letra “G” en su centro para el Segundo y la
Acacia para el Tercer Grado. Si se los analiza bien se apreciará que todos
significan y conducen a lo mismo, sólo que expresan las mismas ideas a través
de diferentes representaciones y perspectivas, aumentando en profundidad a
medida que se asciende en la Escala Masónica. Todos estos Símbolos nos
conducen hacia lo mismo a manera de Pistas,
para encontrar a nuestro Gran Misterio, Gran Símbolo o “Símbolo de Símbolos”:
el Gran Arquitecto del Universo. Dentro del Enigma de nuestro Gran Símbolo, el
G.: A.: D.: U.:, en uno de sus Capítulos resplandece como de particular
significación para asimilar su contenido el también Símbolo conocido como “Tetragrama”,
“Tetragrámmaton” o “Tetragrámaton”. Intentaremos hurgar en algunos de
sus contenidos, si bien no podemos pretender agotar su tratamiento en estas líneas
por lo limitado de nuestros conocimientos.
En la Masonería el Tetragrámmaton formaba parte del Simbolismo en el
Tercer Grado hasta la segunda mitad del Siglo XVIII en que se trasladó a los
Grados Superiores con el mismo mensaje simbólico. Thomas Dunckerley lo incluyó
en la Simbología del Arco Real dentro del Rito Moderno y en otras variaciones
de éste. Sin embargo este Símbolo no es original de la Orden, porque proviene
de tradiciones y corrientes judías, cristianas e iniciáticas que la Mas.: habría
recogido durante su desenvolvimiento histórico.
La palabra “Tetragrámmaton”, “Tetragrámaton” (también suele
pronunciarse “Tetragrammatón” o “Tetragrammaton” en castellano) o “Tetragrama”,
es un vocablo compuesto que proviene de las voces griegas “tetra” (“τετρα”)
que significa “Cuatro” y “grámmatos” o “gramma” (“γράμματος”,
“γραμμα”) que equivale a “Letra”. Así
“Tetragrámmaton” quiere decir “cuatro letras”, “conjunto” o
“palabra de cuatro letras” o signos. El Tetragrámmaton hace alusión a la
práctica hebrea de escribir o representar el nombre del Ser Supremo por
cuatro Letras o Signos consonantes del Alefato (alfabeto hebreo), que de derecha
a izquierda (como se escribe y lee el hebreo, tomando como referencia nuestra
posición frente al documento) son respectivamente “י”
(“yod”), “ה”
(“he”), “ו” (vau),
“ה”
(“he” por segunda vez), las cuales son equivalentes en nuestro alfabeto
latino a las letras “y” (“י”), “h” (“ה”),
“v” (“ו”)
y “h” (“ה”)
a través de tres signos (י,
ה, ו,
“yod, “he”, “vau”) cuyas denominaciones significan en hebreo
respectivamente “mano” (“yod”, “yad”), “ventana” (“he”) y
“clavo” (“vau”). Consideradas en la Gramática y en la Cábala como
integrantes de las doce letras simples del Alefato (no son “madres” ni
poseen doble equivalente en su pronunciación “dobles”). Las letras “י” y “ו” en
hebreo no sólo poseen valor consonántico sino también de vocales,
representando en la transliteración latina la la “י”
a la “y” o a la “i” y la “ו”
a la “o” y la “u” según los casos.
Si bien el Tetragrámmaton (“יהוה”) representa en
principio al Gran Arquitecto del Universo, como Símbolo y Nombre ha tomado
total independencia y tiene un significado por sí mismo. El Nombre refiere no sólo
al Ser Supremo, sino a sus Misterios ocultos y a la Obra Iniciática Masónica,
y en Alquimia es ora el Orientador, ora el Símbolo del Fin de la Obra.
Habíamos dicho anteriormente que los hebreos (y hoy los judíos)
representan al Nombre Divino con las letras “י”, “ה”,
“ו”, “ה”
o “Y” (“I”), “H”, “V” (“O”, “U”), “H” (YHVH, IHVH,
YHOH, IHOH, YHUH, IHUH).
En Ex.
23:20-21 Dios (por ahora así lo llamaremos) envía a Moisés para guiar al
pueblo israelita un Ángel que debía tenerse en cuenta puesto que llevaba su
Nombre. En el libro de los Salmos es quizás donde se da mayor importancia al
Poder del Nombre de Dios, que se tenía como protector (Psal. 19-20-:2,
53-54-:3, 117-118-:10 y 12; v. también Is. 50:10), fuente de exaltación o
glorificación (Ex. 20:24; Psal. 5:12, 82-83-:17 y 19), como también objeto
mismo de alabanza (Psal. 8:2, 65-66-:2, 67-68-:5, 74-75-:2, 91-92:2, 95-96-:2,
104-105-:1, 112-113-:1-3 y 134-135-:1, 144-145-:1-2, 148:5 y 13; Nota: se
tomaron los números de la Vulgata Latina). A su vez la cólera del Nombre es
terrible (Is. 30: 27-28). Lo cierto es que el Nombre Divino constituía una
Palabra de Poder que, por respeto, para evitar que se pronunciara en vano, para
evitar que su pronunciación no generara efectos indeseados o por lo que fuere (según
la Tradición, Moisés lo prohibió para cuidar al pueblo judío de la
superstición o idolatría), se omitía pronunciar (de ahí otra conceptuación
del Tetragrámmaton como el
“Nombre Inefable”) o se le hacía alusión indirecta a través de
expresiones como “Hasshem” (“םשּׁה”, “El Nombre”) u otros nombres también usados para referirse a Dios
como “Adonay” (“אדני”) “Señor”, o “Elohim” (“אלהים”)
Dios como Ser espiritual.
En la
lectura de los Libros Sagrados, los judíos pronuncian “Adonay” (“Señor”)
cuando llegan al Tetragrama porque se consideraba desde antiguo que el Hombre es
Indigno de pronunciar el Santo Nombre de Dios, práctica que ayudó a olvidar el
Nombre Sagrado y tradición que respetaron las primeras traducciones de la
Biblia en griego, latín y en lenguas vernáculas hasta casi el presente, usando
en ellas el equivalente idiomático de “Señor” o “Dios”. No cualquiera
podía pronunciar el verdadero Nombre Divino, por eso Filón decía que sólo
los Hombres Santos, cuyos oídos y lenguas había preparado la Sabiduría, podían
pronunciar las cuatro letras (por alusión a las que integran el Nombre), lo que
no podían hacer los demás.
Se
dice que los Esenios debían pronunciar el verdadero Nombre Oculto en secreto, y
su no divulgación formaba parte de su Juramento en sus Iniciaciones. Sabemos
que en otros ritos, como los egipcios (cuya tradición recogió la judaica) y
algunos de la India y Persia, se pronunciaba el equivalente de su culto al
nombre Sagrado como Palabra de paso. Entre los antiguos hebreos pronunciar el
Nombre del Señor era una falta que se castigaba terriblemente, hasta con la
Muerte (Ex. 20:7; Lev. 24:10-16; Deut. 5:11; Ez. 20:39, 36:21). Mackey recuerda
que los cabalistas le cambiaban en la expresión “Zeh Shemí l`olam” (“לעלם
מישׁ זה”,
“Este es mi Nombre para siempre) la “ע”
por un “א” a la última palabra, quedando “Zeh Shemí l’alam”
(“לאלם מישׁזה
”, “Este es mi Nombre Secreto”), lo cual no deja de ser una invención
arbitraria a nuestro entender de dicho estudioso.
En una
variación de la Leyenda masónica se dice que Salomón conocía la Palabra
Verdadera, la cual a veces se identifica con el Nombre de Dios, y que la
transmitió a Hiram y a Adonhiram en la Construcción del Templo, aunque
nosotros reconocemos la Pérdida de la Palabra con la Muerte de Hiram Abí o
Abiff. Luego del Exilio babilónico los judíos comienzan a olvidar el verdadero
Nombre de Dios, que va cayendo en mayor desuso, quedado reservado y restringido
a los Sabios o a los Sacerdotes, quienes lo pronunciaban en las Fiestas de
Expiación o Ceremonias en el Templo, pero con el tiempo hasta los propios
entendidos lo olvidaron.
La
verdadera Palabra de Poder que se identificaba con el Nombre correcto de Dios,
tal como Dios se la hizo conocer a Moisés se olvidó y se transformó en
Palabra perdida cuyo reconocimiento se decidió reconquistar, haciéndose las más
disímiles investigaciones y aseveraciones por los sabios judíos y los hebraístas.
La confusión se hizo mayor dado que la sucesión Yod-He-Vau-He no se correspondía
con ninguna palabra o verbo conjugado y porque la escritura consonántica, unido
a la práctica de expresar las letras “Yod” y “Vau” para significar
vocales, aumentó la ambigüedad y la incertidumbre. Los rabinos Masoretas
comenzaron en la práctica de agregar a la escritura consonántica signos vocálicos
(“niqudim”), y sea para indicar que el Tetragrámmaton debía pronunciarse
“Adonai” o “Elohim”, sea por un intento de reconstrucción del Nombre,
le agregaron las vocales de “Adonai” (A-O-A) o de Elohim (A-O-I) que por
razones de eufonía la primera “A” se transformó en “E” y así
resultaron las palabras “JeHoVaH” (“יהוָה”) o “JeHoViH” (“יהוִה”).
De allí algunas sectas, cual los Testigos de Jehová, pretenden que el
verdadero nombre Divino es “Jehovah”, cuando en realidad no es sino una práctica
rabínica sin mayor fundamento teológico o lingüístico.
Mackey
intenta caracterizar al verdadero nombre como “IHOH” (la Vau equivaldría
vocálicamente a una “O” -“וּ”-) aunque carece de significado
(salvo lo que veremos más adelante al respecto, haciendo por ahora una pausa
sobre ello). Los Cabalistas han hecho innumerables especulaciones por
redescubrir el Hombre Inefable, algunos de los cuales mencionaremos más
adelante, adelantando que hubo quienes inclusive le agregaron a las consonantes
las vocales de los Sefirot.
Zorell
fundamenta que el verdadero nombre del Dios de los judíos (y por supuesto de
los cristianos) sería “Yaheveh”, “Yahveh” o Yavé según es costumbre
ver en las traducciones bíblicas católicas, basado en la pronunciación que le
daban al Nombre Inefable o Sagrado los Samaritanos (“Ιαβε”
o “Ιαουε”) con cuya denominación se habrían
escrito algunas copias antiguas de Libros Bíblicos y de la Biblia, en algunos
escritos de autores disidentes heréticos, en leyes fonéticas del idioma hebreo,
en las pronunciaciones “Iahu” o “Iaho” que conservaron algunas colonias
judías, e incluso en posibles raíces del Nombre. De ahí que el Nombre de Dios
también se lo conoce como “Nombre Yávico”.
En el simbólico y hermoso compendio de sabiduría medieval que es el
“Setenario” de Alfonso el Sabio (Siglo XIII), la palabra “Tetragrámmaton”
está asimilada al cuarto nombre-propiedad divino de siete que daban inicio con
la letra “T” y que se identifican con el Nombre Oculto: “en
griego quiere decir nonbre de Dios ascondido, e por esto, porque algunas gentes
lo nonbrauan por ssennal de letras, e non por uoz; porque tenien que
lengua de ome mortal non era digna de nombrar a él nin ponerle nombre
ssennalado”.
Habíamos dicho que tal como está ordenado el Tetragrámmaton no se
encuentra ninguna palabra o verbo conjugado en hebreo. Sin embargo se ha
pretendido derivar el Nombre Sagrado de la raíz hebrea HaYaH (“היה”)
o hebraico-aramea “HaVaH” (“הוה”),
que tanto una como otra significan “Ser” en el sentido de Trascendencia o
Plenitud del Ente, como “estar” en el sentido de manifestación o
subsistencia histórica (sentidos estático y dinámico de la Entidad), o sea el
“ser” y el “existir”. “HaVaH” significa también “caer de lo
alto”.
El hebreo de los cautivos en Egipto era pobre en conceptos y carecía de
expresiones abstractas, por eso al Ser Absoluto no podía definirlo sino como
“lo que es” (“is qui est”). Así define y explica Dios su propio nombre:
“Yo soy el que soy” (“אהיה
רשׁא
אהיה”),
“Yo Soy” (“אהיה”)
–Ex. 3:13-14-, para retomar luego el texto como “יהוה”,
“(el Verbo perdido, ignorado durante el cautiverio de Egipto”), “el Dios
de vuestros Padres…” (Ex. 3:15), manifestado por primera vez a Moisés ya
que antes se había revelado como El Shaddai –Dios Omnipotente- (Ex. 6:3).
Tres palabras (“אהיה
רשׁא
אהיה”)
que se abren a partir de tres “א”
que con las letras Y-H-V-H suman el número “7”. El ser Pleno, Absoluto, la
fuente original del Tetragrámmaton es la Divinidad Suprema, el Origen de la
Vida, Causa sin Causa, Brama, Pachacámac, Logos, llamado en hebreo
“’Ein-Sof” (“אין־סוף”, “Infinito”), que suele representarse con una letra “י” en un Triángulo Equilátero o Delta, como también
dentro de la Estrella Davídica. Es el “Yod” o “Yah” (“יד”, “הּי”),
el Dios Benéfico. “Adonay” o “El”
(“אל”), Dios fortísimo, Supremo Señor; “Yah y “El” cuya unión
(“הּאלי”) recuerda a “Eliah” o Elías y alguien supuso que
derivó en “יהוה”.
Estas “Y”, “H” y “V” forman las tres Palabras Sagradas de un Grado
Masónico que según el Catecismo respectivo designaba a Dios para el pueblo
hebreo, que no son sino tres aspectos de un único Ente (Misterio de la Trinidad
cuya “י” representa al Padre, “ה”
denota al Hijo y “ו”
al Espíritu Santo según el esoterismo cristiano), cuya última palabra no se
conoce con precisión y como la Columna de la Sabiduría del Pr.: Gr.: se
encuentra en proceso de formación o de conocimiento.
Conocer el secreto del Tetragrámmaton y reencontrar esta Palabra o
Mantra de Poder que se ha perdido ha demandado mucho trabajo a los estudiosos.
No es para menos, dado las propiedades que se le atribuyen. Es que la Palabra Mística
tiene relación con la Ciencia de las Vibraciones rítmicas que es la clave de
la Armonía y del Equilibrio. La Palabra es Sonido y el Sonido mueve, según Pitágoras,
al Universo. Descubrir el Poder de la Palabra y de las vibraciones que produce
su Sonido permite ejercer una actividad de Manipulación o Transformación de la
Realidad, y sería correcto inducir de ello que pronunciar el Nombre Divino o
Palabra Sagrada podría invocar enormes Poderes. El “Toldot Jeshua”, escrito
rabínico difamatorio del Siglo XIII, atribuía los milagros de Jesús a que éste
usaba la Palabra Sagrada, representada en el Tetragrámmaton. A su vez la
inscripción de las letras del Nombre Inefable en la frente de una estatua de
barro (o también una “א”,
letra que como vimos también se relaciona con el Tetragrámmaton) permite dar
vida a una entidad llamada “Golem” u “Homunculus”, la cual obedece la
voluntad de su creador y se destruye si se borra la inscripción de su frente.
Usando la técnica cabalística de transposición de letras o Temurah,
Lanci y Vail encuentran, recordando que la “י”
puede leerse como “i” o y la “ו”
como “o” o “u”, que tenemos formado “IHOH” o “IHUH”. Tomando
este último orden de letras, podemos separarlo en dos mitades “IH-UH”, que
invirtiéndolas al leerlas al revés (como al modo de lectura hebreo) nos
resulta “HU-HI”. En hebreo “HU” (“וּה”)
es pronombre personal de tercera persona del singular masculino (“él”) y
“HI” (“הי”)
es pronombre personal de tercera persona del singular femenino (“ella”).
“EL-ELLA” (“HU-HI”) recuerda al principio masculino-femenino o Andrógino
(“ανδρος-γινος”)
Universal, a través del cual actuó el Logos en la Creación del Universo.
Leemos en Gen. 1:27: “Y creó Dios al
Hombre a imagen y semejanza suya, a imagen de dios los creó, y los creó macho
y hembra”, esto antes de la creación de Eva; según Mackey no podría
haber sido el Hombre hecho a imagen de IH-OH (HU-HI)
si no hubiera sido macho y hembra a la vez (hermafrodita o andrógino), que
luego se separó en Adán y Eva como hueso de los huesos y carne de la carne del
primero (Gen. 2:21-23).
Cada una de las letras que componen el Tetragrámmaton posee un
significado especial y puede ser objeto de profunda interpretación. A
continuación intentaremos exponer algunas de estas especulaciones.
Para Rosicruciae la Letra “י”
representa no sólo al ‘Ein-Sof (Infinito) sino a todo poder manifestado. Se
refiere a la potencia en contraposición al acto. Expresa duración, eternidad e
intelectualidad. La “ה”
representa a lo que vitaliza; es el Aire, la Vida, la Existencia, el Símbolo de
la Vida Universal, el Espíritu o el Alma que da significado a las cosas y
personas, el Espíritu de la Acción y la actividad. Por último este autor
identifica a la “ו”
como los órganos de percepción del Hombre y la Luz, la imagen del más
absoluto Misterio entre el Ser y el No Ser, verdadero símbolo del Dios
crucificado. Junto a la segunda “ה”
ocupan las cuatro puntas del “יהוה”, representante del Mundo Superior, del Uno que señorea
sobre la Tierra. “י”
es la letra Generadora de todas, primer motor de lo existente.
Dios o
el Logos creó al Universo sobre el Arché o la Materia Primordial a través del
Andrógino, por lo que podemos decir que “י”
representa al Logos, “ה”
al Arché o Materia Primordial y “ו”
al Andrógino o la Luz, los cuales no son sino tres aspectos del Uno que se
identifican (Jn. 1:1-4).
El “י” también equivale para los hebreos al número 10 de los Dedos de las
Manos creadoras, que se elevan en la imposición de fuerzas y ondas activas como
expresión del Señorío (Malkhut) y la Perfección, integrado por el “1” y
el “0”, formadores del sistema binario y que representan la expresión
activa y negativa del Ser, como también los aspectos masculino y femenino
sexual cuya adición da 1, equivalente numéricamente al “א” (inicial también de “אין־סוף”
o Infinito, “אהיה”
–“Yo Soy”- y “אמן” o “אמת”
-“Verdad”- o “אל”
-“Dios”-). De su unión se produce un nuevo Ente “יהוה”
(“י” y “א”,
10 y 1) que se glorificará en una cuarta expresión del Ser. Todo deriva de la
Unidad, se expresa a través de la Dualidad, se manifiesta en la Trinidad y se
realiza en el Cuaternario, según indica Magister. Así el 1, el 2, el 3 y el 4
integran la Tetraktis pitagórica cuya ordenación gráfica semeja a un triángulo
equilátero y cuya suma forma la expresión de la década (1+2+3+4=10) con la
integración de los cuatro primeros números, y la Tetraktis se identifica con
el Tetragrámaton por su significado; la suma de los primeros cuatro números
(10) coincide con los 10 Sefirot o emanaciones del “Ein-Sof” de la Cábala,
correspondiente al Astro Sol en nuestro Sistema Solar por lo que se relaciona
con el Fuego Divino. Se considera que diez “‘Elohim” correspondientes cada
uno de ellos a cada uno de los Sefirot, intervinieron en la Creación del Mundo
de los cuales Jehová era uno de ellos, conforme a Battista.
Ante
todo recordemos que las letras hebreas también corresponden a expresiones numéricas.
En el Alefato las letras del Nombre Divino equivalen respectivamente a 10 (“י”), 5 (“ה”),
y 6 (“ו”), cuya suma da 21 y su adición mística 3. En el
Nombre Yávico su total es 10+5+6+10=26, cuya adición mística resulta 8, múltiplo
de 4. 3 y 4 representan para Blavatsky la Luz y la Vida cuya unión da 7, que
muestra al Dios Creador y representa el común factor de la Materia que para
ella se identifica con el “’Ein-Sof” descartando al 10, siendo el 7 el
equivalente numérico de la “ז”
o “z” en su transliteración latina, que se encuentra en el Mandil de un
Gr.: Mas.: y es inicial de Z.: (“Resplandeciente”), respectiva Palabra de
Paso. En el Sefer Yetzirah “י”
vale 17, “ה” 22 y “ו” 19 según Rosicruciae, cuya adición resulta 58 y la suma mística 4.
“4” se corresponde con las cuatro letras del Nombre Inefable que a su vez se
corresponde con el Grado de Maestro Secreto, número que según Blavatsky es en
Kabbalah el más perfecto o sagrado. Y no es para menos: 3 letras madres más
las del Nombre hacen 7 letras dobles; el Tetragrámmaton más el “א” hacen el Cinco de la Quintaesencia, que sumado a 3 y 4
da 12 más los 10 Sefirot=22, cuya suma de cifras iguala a 4. Por algo alguien
dijo que con las 22 letras del Alefato (número coincidente con el de Senderos
entre los Sefirot) se hace el Tetragrama. Y es más: se ha dicho que la Ley de
Dios o Torah (correspondiente al Pentateuco cristiano) está compuesta no sólo
de los Nombres de Dios, sino que constituye el Único y Sublime Nombre de Dios
revelando a través de la Torah su Ser Trascendente. En el “Bereshit Rablah”
los Libros de la Ley son el Nombre del Ser Santo. Para Chocatilla (S. XIII) la
Torah o Ley es la explicación del IHVH, y aquélla está tejida del Nombre
Divino, resultando la Torah una explicación del Nombre. Por eso el Tetragrámmaton
es el elemento o material básico de la Torah.
Para
Abulafia, los sobrenombres o apelativos de Dios (los llamados “72 Nombres de
Dios”) fueron transformados en combinaciones y permutaciones hasta aparecer
bajo el nombre de Torah, permutaciones y combinaciones que hay que retrotraer
para dar con el Nombre original. Por ser entonces una manifestación del Poder
Divino, la Torah es Dios que existía antes del Universo con su Nombre, por lo
que las propias letras de su nombre son Él, siendo las letras de su Nombre su
Cuerpo Místico y Dios el Alma de las Letras (Recanati). Para otra concepción,
a Moisés se le transmitió la Torah o la Ley como una serie de nombres. Lo
interesante de estas concepciones es la cadena entre Dios-Nombre-Ley, entre los
que el Nombre figura como instrumento Creador y Ordenador, realizando el
Proyecto de Dios y formando un compuesto regulador que se llamó “Torah”. La
Ley es así una manifestación del Ser Supremo y que se revela a través del
Nombre o tetragrámaton, por eso el Zohar prevé de no buscar en la Ley simples
recitados o palabras ordinarias. Así según el Majan Hahochimah, que cita
Mackey, expresa que comprendiendo el Nombre Divino se llegaría al Secreto de
los Misterios.
Se dice que el Tetragrámmaton representa cuatro Universos: Alzelut (“י”),
Briah (“ה”),
Yezerah (“ו”) y Asah (“ה”),
que también pueden relacionarse con los sustancias que forman a todo lo que
existe. A su vez, las cuatro letras pueden ordenarse en una forma geométrica
similar a la Tetraktis en un Triángulo a saber, “י”,
“יה”, “יהו”,
“יהוה” (desde la “yod” única hasta el Tetragrámmaton completo), cuya suma
de los valores correspondientes de estos signos da 72, lo que nos recuerda a los
72 rostros, fascetas o atributos de la Divinidad, o los 72 Nombres del Shem
Hammeforash o “Nombre Develatorio”, como también se conoce al Tetragrámmaton,
relacionado con los 36 senderos que hay entre cada uno de los Sefirot con su
retorno respectivo (36 x 2). En el Sefer Yetzirah las tres letras del Nombre Yávico
se van ordenando en la conformación de los números 5 a 10 regulando las seis
direcciones del Espacio: Superior, Inferior, Levante, Poniente, Mediodía, Norte
(4 letras + 6 direcciones = 10 = “י”). Vemos así que las letras y el Nombre se proyectan y participan en la
ordenación de todo. La interpretación del IHVH se enriquece de acuerdo a
Cordonero agregándose las vocales de cada uno de los Sefirot, correspondiéndose
sendas vocalizaciones diferentes del Nombre Divino.
IHVH corresponde a cuatro etapas generadoras de las cosas y a cuatro
Sustancias o Mundo, “I” corresponde a la Mente y al Intelecto, “H” a las
facultades naturales y toma asiento en el plexo solar, mientras que “V” toma
lugar en el corazón y representa la Vida, todo ello según Casaril.
Para el esoterismo rosacruciano “I” representa al Mundo Mental y rige
los sistemas respiratorio y nervioso, “H” pertenece al Mundo de los Deseos o
Astral como también al aparato circulatorio, y “V” al Mundo Físico y al
sistema digestivo. I-H-V son las fuerzas operativas de todo, siendo la primera
positiva, la segunda negativa y la tercera neutra, según el Cristianismo Iniciático
y Eliphas Levi. El segundo “H” (“he”) realiza en el Cuaternario a estas
tres fuerzas y a su vez inaugura un nuevo ciclo como un nuevo “ה”. Vamos a
encontrar en todo el Universo y en todo ser también un proceso Creador o “י”,
uno Eliminador “ה”
y otro Conservador u Ordenador “ו”,
lo cual recuerda a la Trimurti Brama-Vishnu-Shiva, que a su vez en su dinámica
inauguran los sucesivos Ciclos de la Existencia.
En la Kabbalah los tres primeros Sefirot (Keter, Hochmah, Binah) son según
Vail los principales, de los que se derivan los otros siete, siendo Keter el más
elevado, Hochmah es el masculino y Binah el femenino, y se corresponden con las
letras I-H-V respectivamente. A su vez, los Sefirot se agrupan en tres ciclos de
cuatro, cuyo final inicia un nuevo ciclo (Keter, Hochmah, Binah, Hesed -“י”-;
Hesed, Gueburah, Tiferet, Netzah –“ה”-;
Netzah, Hod, Yesod, Malkhut –“ו”-).
I-H-V ordena a las tres virtudes teologales (Fe –I-, Esperanza –H-, Caridad
–V-) y otras tríadas que por su abundancia exceden a este burilado.
En el Tarot
de Marsella, la carta del Triunfo (21, suma de cifras 3) recuerda a una
ilustración de la Utriusque Cosme Historia” de Robert Fludd, donde se muestra
a una persona unida por una Cadena al Tetragrámmaton envuelto en el Delta (tres
lados, número 4 y cuarta letra de los Alfabetos griego, hebreo y latino;
3+4=7).
A través de
la segunda “ה”, el Tetragrámaton se proyecta hacia una segunda realidad, completándose
con el Quadrivium el Trivium de las Siete Materias y constituyendo la Gloria y
Coronación del Ternario, el número poderoso según Eliphas Levi. Cualquier
ciclo de actividad posee estas cuatro fuerzas representadas en cada una de las
letras del nombre Inefable, cuyas cuatro letras unidas al Triángulo o Delta en
la Época Moderna representaba al Dios Generador y Creador Supremo, cuya operación
filosófica (transmitida al Ser Humano por ser imagen y semejanza de éste) se
traduce en Afirmación, Negación, Discusión y Solución según Eliphas Levi.
Veamos
otras equivalencias de las cuatro letras del Nombre Divino.
Por
ejemplo, “י” se relaciona tanto con el elemento Fuego en el Ciclo de Retorno del Espíritu
como con el elemento Tierra en el Ciclo de la Ascensión a la Vida Eterna,
correspondiente al período de la Cámara de Reflexiones del Pr.: Gr.: Es también
el portador de la nueva semilla o la misma semilla, el Fuego que engendró la
Luz (Gen. 1:3), el Padre, ‘Ehyeh, ‘Emet cuadrilátero o el mismo ‘Ein-sof
transpersonal, el Mundo de las Emanaciones, en la Kabbalah Keter (la Corona) o
la tríada “Keter, Hochmah, Binah”, en los Arcanos menores del Tarot los
bastos y los reyes, los primeros veintiún años de infancia y adolescencia, el
Invierno, el período de Luna Nueva a Cuarto Creciente, el Amanecer al Mediodía,
la Prudencia como virtud cardinal, el Azufre alquímico o el Espíritu, la caída
del Mundo Antiguo y el triunfo del Evangelio por Jesús, el Gr.: de Aprendiz que
obliga al Saber.
“ה” se relaciona con el Agua del Renacimiento en el Retorno del Espíritu
como con el Aire de la Transformación en la ascensión a la Vida Eterna, y
corresponde al Primer Viaje de la Iniciación del Primer Grado. Es el gestador,
el Aire que originó el Firmamento (Gen. 1:6-7), el Yah o Hijo, el Mundo de las
Creaciones, Hochmah (Sabiduría) o la triada “Hesed, Gueburah, Tiferet”, en
los Arcanos menores las Copas y las Reinas, la Juventud (22 a 42 años), la
Primavera, el intervalo de Cuarto Creciente a Luna Llena, la tarde del Mediodía
hasta la Puesta del Sol, la Templaza como virtud cardinal, el Mercurio o la
Iniciación, la Apostasía y el Anticristo, el Gr.: de Compañero que invita al
Querer aspirar a la Exaltación.
“ו”
tiene que ver con el Aire del Renacimiento y el Agua de la Vida Eterna,
relacionado con el Segundo Viaje del Iniciado. Es lo transformador, las aguas
que se separan para dar paso a la Tierra (Gen. 1:9-10), el o los Elohim, Espíritu
Santo o Jehovah como regente impulsor del desarrollo humano y aspecto material
de la generación, Binah (la Inteligencia) o el tercio “Netzah, Hod, Yesod”,
las espadas y los caballos, la edad madura entre los 43 a 63 años, el Verano o
el período Luna Llena-Cuarto Menguante, la Puesta del Sol hasta la Medianoche,
la Justicia, la Sal o la Sabiduría, la caída del Anticristo y el retorno al
Cristianismo, el Grado de Maestro que anima a Osar la Perfección.
La segunda “ה”
y última letra se relaciona con la Tierra del Renacimiento y el Fuego de la
Plenitud hacia la Vida Eterna, Tercer y último Viaje hacia la Iniciación Masónica.
También se refiere a la Nueva Realidad o al Elí Poderoso, a la Tierra que se
formó de la separación de las aguas y donde nació la primer manifestación de
Vida por la Biblia (Gen. 1:11-12), a la Nueva Forma que se proyecta en el Mundo
o “Aglah” (“אגלא”),
Hesed (la Gracia) como don para llegar al Makhut (el Reino), los oros y las
sotas, la Madurez en la Senectud (64 años en adelante), el instante entre el
Cuarto Menguante y la Luna Llena y el de la Medianoche hasta el Amanecer, el Otoño,
el segundo retorno de Cristo, la Fortaleza interior revelada en el Nuevo Ser
Transmutado del Masón quien debe Callar los Secretos aprendidos.
En la
Astrología “י” se relaciona con el Signo Cardinal Aries en el Ciclo del Fuego, que
comparte con el Signo Interior o Fijo Leo y el Doble o Exterior Sagitario,
relacionados con la Iniciativa y la Voluntad. “ה” tiene que ver con el Signo Cardinal Cáncer del elemento Agua dentro del
Ciclo Escorpio y Piscis, referidos a la Emoción y a la Providencia. “ו”
se refiere a Libra como signo de Aire y con su signo fijo Acuario y el Doble Géminis,
ligados a la Lógica y la Fatalidad. Por último la segunda “ה” guarda relación con el elemento Tierra cuyo Cardinal es Capricornio, y
dentro del ciclo con Tauro y Virgo. Los signos Cardinales o Motores (Aries, Cáncer,
Libra, Capricornio) son de carácter “י”. Los cuatro Fijos o Interiores (Leo, Escorpio, Acuario, Tauro) son “ה”
y los cuatro Dobles o Exteriores (Sagitario, Piscis, Géminis y Virgo) son “ו”, relacionados con el desenvolvimiento del temperamento y el carácter.
Queridos
Hermanos: El Tetragrámmaton o Tetragrama si bien representa a nuestro Ser
Supremo, es un Emblema independiente y por derecho propio. Expresa la clave de
los Ciclos de actividad y de la Construcción del Universo, definiendo órdenes
de Creación, de Vida, de Fuerzas y de propiedades, y cada una de sus letras
manifiesta cada una de las cualidades de los cuatro Viajes de la Iniciación
(incluimos el de la Tierra en la Cámara de Reflexiones) que se corresponden con
los cuatro aspectos de nuestro Primer Principio a saber, la Sabiduría o
inteligencia (“I”), el Ideal o impulso Evolutivo (“H”), la Fuerza o
Actividad (“V”) y la Belleza o Armonía (segunda “H”). En el
conocimiento cabal de su significado se aprenden todos los Misterios cuya
correcta pronunciación es la expresión retórica, según Magister, de la
comprensión lógica de su significado gramatical. Es uno de los más
importantes Símbolos de la Orden, que se ha manifestado con otros Símbolos en
otros Grados cuyo contenido es el mismo, síntesis explícita como Palabra
representante de la Verdad Divina que el Masón debe
buscar incesantemente (Mackey). La aventura de redescubrir su contenido
nos reimpulsa a una mayor y afanosa búsqueda de la Palabra de Poder perdida que
desapareció con la muerte del llorado Maestro Hiram y que llevaba en la Medalla
que sostenía en su pecho. Y la
Palabra Perdida, el Gran Arcano del Ocultismo, la Verdad Final, la Completa
Iluminación, el Conocimiento Absoluto o la Plenitud del Ser será sin duda una
lucha ardua, pero con su descubrimiento adquiriremos nuestra influencia sobre el
Universo.
El
Tetragrámnaton no es en realidad más que un Símbolo de esa Palabra Perdida e
Ignorada cuya denominación, sentido y poderío ansiamos recuperar para que nos
abra a todas aquellas Realidades mencionadas, y que en la Obediencia nos acompaña
desde el Tercero hacia los Grados Superiores, Símbolo del cual pretendimos
enumerar algunas interpretaciones o aspectos que también adoptó la Orden con
su Cuaternario Divino “G.: A.: D.: U.:”, que a su vez se encuentra en otros
Nombres Cuaternarios o tetralíteros del Ser Supremo (Zeus,
Θεος, Deus, Dios, Lord, Gott, Herr, Bios, Vita, Vida, Azot).
Henchidos de esa Oculta Palabra en nuestros corazones nos dimensionaremos como
dioses en el Adam Kadmon u Hombre Celeste que late dentro de nosotros esperando
se desate con el sonido del Nombre la vibración que sacuda su Nota Clave.
Existe
una Leyenda que relata que el Rey David mientras excavaba encontró una Piedra
con el Nombre Sagrado, lo que revela una profunda Enseñanza: hay que trabajar
dentro de nosotros para descubrir la Piedra de nuestro Espíritu que posee las
propiedades de la Divinidad. Descubrir el dios interior no es otra cosa que
conocerse a sí mismo en su Microcosmos para proyectarse hacia el Conocimiento
del Universo Microcósmico, para transformar la Realidad Interna y la Realidad
Exterior que en verdad son dos aspectos de una misma Realidad, el Ser, destino
de Plenitud donde seremos uno con el G.: A.: D.: U.:.
2.
SOBRE EL MISTERIO DE EL SEXO Y LA MUERTE
En el segundo de sus conocidos “Cuadernos de Sexología”, el Dr. Andrés
Flores Colombino intenta, motivado por una sugerencia del sexólogo chileno
Quijada, levantar la punta del Velo a una cuestión que sin duda se revela como
uno de los más grandes Enigmas de la Existencia. ¿Hay alguna relación entre
el Sexo y la Muerte? ¿Acaso pueden tener contacto dos aspectos del Ser que a
primera vista aparecen como totalmente opuestos (Sexo, creador de Vida-Muerte,
destructora de toda criatura)? Ciertamente el tema escapa a la mención de
ciertas patologías sexuales, como la necrofilia y los llamados “Homicidios
pasionales” aunque forman parte de su Misterio, pero en otros aspectos, Sexo y
Muerte forman una extraña pareja dentro de la Naturaleza y de la Cultura
humana.
Es evidente que el Sexo surge tardíamente en la Naturaleza y como
consecuencia de la Evolución de la Vida. El problema de la Muerte no se plantea
nunca en la reproducción asexuada, sea por bipartición, cariocinesis o brotes
(propio de formas vivas de poca complejidad) porque la misma Materia es la que
se mantiene y reproduce; podrán desaparecer algunos de estos individuos, pero
no hay Muerte “sensu stricto” en razón de que lo que pervive es la Materia
y además no hay relación alguna entre su período de vida y su ciclo
reproductivo. No es casualidad que el Sexo aparece recién en los seres más
evolucionados, como si fuera una necesidad o “condictio sine que non” de la
Evolución.
Se dice que el problema de la existencia del Sexo es el punto de arranque
de la Muerte; la reproducción sexuada es la causa directa de la Muerte natural.
¿Por qué? Porque el Sexo convirtió a la Vida en algo más que vivir y
reproducirse; el Sexo sirve para la selección natural de cada espécimen, pero
también para el progreso y la mejoría misma de la especie. Y la Muerte misma
permite también la evolución de la Vida, porque si no la Creación se estancaría;
mediante la Muerte se posibilita no sólo que se dejen atrás y superadas las
antiguas formas vitales o los seres más débiles o menos versátiles, sino que
se mantengan y sobrevivan los más evolucionados o los mejores adaptados al
medio. Además, la Muerte produce un mecanismo equilibrador que permite a las
especies el ambiente y los elementos necesarios para alimentarse y sobrevivir;
si se reprodujeran “ad infinitum” no alcanzaría la Tierra para alimentar ni
para albergar a todos, con lo que sobrevendría una catástrofe verdadera. En
resumen, las especies se mantienen y evolucionan no sólo gracias al Sexo que
posibilita su reproducción, sino también a la Muerte cuyo papel en la Creación
y en la Vida se hace importante.
Llama la atención la conexión íntima que presentan el Sexo y la Muerte
en los animales inferiores. Respecto a los Nereidos, la matriz al repletarse de
huevos revienta y a través de los fragmentos del cuerpo desgarrado se proyectan
los huevos; con la expulsión de la simiente concluye la vida de este ser. La Efímera,
como todos sabemos insecto de corta vida porque apenas alcanza a vivir un día,
muere a poco de las nupcias. Recordemos que la mantis Religiosa hembra va
devorando la cabeza del macho mientras se desarrolla el acto de apareamiento, y
en ciertas especies de arañas, como es el caso de la “Viuda Negra”, la
hembra mata al macho una vez culminada la conjunción. El Zángano, que logra
fecundar a la Abeja Reina durante el
arduo “Vuelo nupcial”, muere finalmente. Dentro de los vertebrados
recordemos al Salmón, que en su carrera río arriba para desovar debe luchar
contra las corrientes y saltos, y muchas veces muere agotado, destrozado a causa
de las múltiples heridas ocasionadas durante el intento, y cuando lo logra,
luego de la conjunción sexual igualmente muere. Como señala Roberto Novoa
Santos en “La inmortalidad y los orígenes del Sexo”, parecería que algunas
especies, en particular las inferiores, nacieran con una aptitud energética o
vital determinada y al agotarse dicho capital vital sobreviene la Muerte
(“impulso tanático”). En algunos animales, su función primordial se limita
principalmente a mantener ininterrumpida la línea de su especie y así, al
agotar luego del apareamiento su capacidad reproductora, no hay razón para que
pervivan pues ya han dado toda su simiente. En este tipo de seres se da en la
conjunción sexual el momento más crítico y fundamental de su vida, al que
generalmente no sobreviven. Sin lugar a dudas, este proceso está sabiamente
regulado por la Naturaleza.
Presenta características peculiares el tema que tratamos en lo animales
superiores. En ellos lo sexual engloba no sólo fenómenos reproductivos sino
tendencias de atracción y sentimientos; el Hombre, por supuesto, no escapa a
estas manifestaciones instintivas. Como se sabe, en algunas especies la posesión
del Ser de otro sexo con el cual un individuo ha de reproducirse llega a ser
violenta. El animal cargado de erotismo despierta en sí el germen de la
violencia y el deseo de pelear por conquistar su pareja, estimulando el deseo
sexual su combatividad y llegando eventualmente a la aniquilación por muerte
del adversario que intenta disputarle a aquel individuo con el cual se habrá de
reproducir. La tendencia a la combatividad acompaña a la actividad y la
capacidad reproductiva, pero sin embargo así se posibilita la Evolución,
reproduciéndose sólo los más fuertes y aguerridos o los mejor dotados. Matar
para permitir la supervivencia de los más aptos y para poseer y reproducirse
con la pareja para mantener la especie, parece convertirse en una de las Leyes
inexorables de la Vida.
Tras el deseo de perpetuar la especie mediante la función sexual acecha
traidora la Muerte; Sexo-Muerte “viven” en una simbiosis trágica, como bien
dice Waldemar Coutts en “El deseo de matar y el instinto sexual”. Una vida
se reproduce y se mantiene a expensas de otra vida. En el Ser Humano, y aunque
no parece “civilizado”, este instinto de posesión sexual de la pareja
existe y puede alcanzar a veces ribetes rayanos en lo patológico; recordemos
también que las mujeres prefieren por lo general a los varones fuertes y que
demuestran cierta “rudeza” o destreza en los deportes o actividades físicas.
Los débiles, inseguros o afeminados son mal vistos, y ciertas ideologías han
exterminado o intentado liquidar a seres por ellos considerados “inferiores”
en pro de seleccionar o crear un Hombre mejor dotado (“Eugenesia”). El acto
sexual (un medio para asegurar la vida de la especie) es hasta cierto punto un
acto cargado de violencia intrínseca (en la Edad Media, en España se le refería
ocasionalmente como una “Lucha”, y actualmente es común hablar u oir hablar
de “Lides sexuales”), que en ocasiones puede conllevar a situaciones tanáticas
o autodestructivas.
En la Cultura de la Humanidad la dialéctica Sexo-Muerte se encuentra
consciente y viva en la Literatura y la Religión. Entre los antiguos mesopotámicos,
la figura de Inanna o Ishtar, diosa del Amor y la Fecundidad, está ligada a la
vez con la Creación, Muerte, Reproducción y Renovación de la Naturaleza y
Allatu, la Reina del Mundo de los Infiernos, es nada menos que su hermana. En un
antiguo poema conocido como “Descenso de Ishtar a los Infiernos” esta diosa
que había necesitado entrar en los mundos invisibles, es muerta de acuerdo al
encargo de su hermana Allatu por el demonio Namtar; pero la muerte de la diosa
del Amor y la Fecundidad trae la muerte de la Naturaleza, y deben entonces los
seres divinos resucitar a Ishtar, para que con ella vuelvan el Amor y la Vida.
Recordemos que la figura de Ishtar la conservan los sirios y fenicios con el
nombre de Astarté o Ashtart, Grecia la conoce como Afrodita y Roma, como Venus;
en los pueblos germánicos y sajones se la conocía como Freya, de donde
provienen las palabras “Freitag” en alemán y “Friday” en inglés, que
significan ambas “Viernes” (día de Venus). Y tras la plenitud del Amor del
Viernes, regido por Venus, se entra en la Muerte del Sábado, regido por
Saturno, en razón a lo que afirman ciertas doctrinas. Recordemos que en los
Misterios Órficos, Orfeo penetra con su Música en el Reino de la Muerte movido
por su Amor a Eurídice, pero es también su Amor quien le impedirá rescatarla
al no poder ceder al impulso de querer verla en el tránsito hacia la Vida, a
contrario de la condición impuesta por los dioses. Vishnu (Conservación)-Shiva
(Destrucción) son dos fuerzas que coexisten con la Creación o el Ser (Brahma).
Eros y Tanatos son dos aspectos de un Drama que lleva consigo la Existencia.
Es posible encontrar referencias entre los hindúes sobre el problema en
cuestión. El “Sama Veda”, Primera Parte Prapathaka 6, Dasati III, compara
al Vaso que recibirá la bebida ritual como el Altar del sacrificio al que
califica de “yoni” (vagina): “Oh, Soma, siéntate en el yoni del
sacrificio”. Esta ofrenda es metaforizada con la imagen de Soma sobre el
cuerpo de Indra. “Igual que un macho entre las hembras, así Soma vierte por
cien senderos variados al Vaso que debe recibirle” (Parte Segunda, Adhaya 8).
Recuérdese la idea que hay de Muerte en todo sacrificio. Soma aparece como un
aspecto masculino.
Respecto al pueblo hebreo y la Biblia, en el libro del Génesis se
muestra la caída en el pecado, la corrupción del Hombre y su pérdida de la
Vida Eterna por ciertas manifestaciones relacionadas con lo sexual; la vergüenza
que sintieron Adán y Eva sobre su sexo es sintomático de su caída y el
adquirir conciencia de sus cuerpos es correlativo a la pérdida de su
inmortalidad (Gen, 3:7-13), y a partir de ese momento los partos serán difíciles
y tortuosos (Gen. 3:16). El Libro del Cantar de los Cantares es muy claro sobre
cómo el sexo se puede identificar como la muerte: “Porque es fuerte el Amor
como la Muerte, implacable como el Sheol (mundo del más allá hebreo en el
Antiguo Testamento) la Pasión” (Cant. 8:6). Del Cristianismo son pocas las
fuentes que puedan ilustrarnos sobre el objeto de este trabajo y hay escasas
referencias en el Nuevo Testamento, pero sí hay pasajes interesantes en algunos
textos y fragmentos de Evangelios apócrifos. Así en el “Evangelio de
Filipo” contenido en el Codex X de Khénoboskion, la separación de los sexos
producida por la creación de Eva del costado de Adán fue el principio de la
Muerte: “Cristo ha venido para restablecer lo que estuvo así (separado) en el
principio y para unir de nuevo a los dos. A los que están muertos por
encontrarse separados les devolverá la vida al reunirlos”. Recuerda al
Evangelio apócrifo de Santo Tomás cuando se le pregunta a Jesús, “Volviéndonos
pequeños, ¿entraremos en el Reino?”, y éste responde: “Cuando hagáis de
los dos uno. Cuando hagáis el macho con la hembra una sola cosa, de modo que el
macho no sea macho y que la hembra no sea hembra, entonces entraréis en el
Reino” (22-23). La fusión de dos seres en uno solo representa la aniquilación
de ambos en una nueva criatura realizada a través del amplexo sexual, donde varón
y mujer se convierten “en una sola Carne” (Gen. 2:24; Mt. 9:5-6; Mc. 10:7; 1
Cor.6:16-17; Ef. 5:31) y recuerdan al Ser Adán originalmente hermafrodita pero
copartícipe de la Divinidad (Gen. 1: 26-28),unión que según San Pablo es un
“Gran Misterio” (Ef. 5:32). En el “Evangelio de los Egipcios”, de cuyo
texto sólo se conoce algunos pasajes, Salomé inquiere a Jesús sobre la Muerte
y su duración en la Tierra: “A Salomé que preguntaba ‘¿Durante cuánto
tiempo estará en vigor la Muerte?’, le dijo el Señor: ‘mientras vosotras
las mujeres sigáis engendrando’”. Clemente de Alejandría en
“Stromates” III.6 explica este fragmento: “… y eso es, no porque la vida
sea mala o la creación perversa, sino queriendo dar a entender lo que acontece
naturalmente pues la corrupción suele seguir ordinariamente a la generación”.
De acuerdo a este “Evangelio de los Egipcios” Jesús también dice: “He
venido a destruir las obras de la mujer. De la mujer, esto es, de la
concupiscencia; las obras de ella, esto es, la generación y la corrupción”.
Como puede verse, la Mujer, que ella en su seno el producto sexual de la
Regeneración y de la Vida, también posee dentro de sí la semilla de la
Muerte, pero asimismo puede tomarse como que el Sexo desenfrenado o de la
concupiscencia puede llevar a la Destrucción Espiritual. Vida y Muerte están
asociadas a la actividad sexual del Ser femenino; la Mujer es el elemento
producto de la separación del Hombre hermafrodita (Gen. 2:21-23), y a partir de adquirir sentido la actividad
sexual para el Ser Humano, máxime cuando según el Génesis Adán y Eva se
hacen conscientes de su propio cuerpo físico, la sucesión Vida-Muerte se hace
para el Hombre una realidad patente.
En sus disquisiciones sobre el Amor, Platón conserva y recoge en el
“Symposium” los caracteres y aspectos del Amor sexual, aunque sublimados.
Entre otros aspectos, el Amor denota un deseo de vencer a la Muerte, lo que ya
se ve en el instinto de generar de todos los animales. Por el Amor el Hombre
desea salvarse de su mortalidad dejando algo tras de sí, cual es un nuevo Ser
semejante a él (208 a,b).
Muchas veces la Muerte es personificada como una mujer sensual con cuyos
encantos atrae a los incautos para matarlos. Recordemos a vía de ejemplo, el
cuento “Los ojos verdes” de Gustavo Adolfo Bécquer, cuyo protagonista,
encantado por la belleza de la hermosa joven misteriosa que lo invitaba a gozar
de la felicidad en el fondo límpido del lago, siente y se deja embriagar por el
contacto físico pero gélido de aquélla, y finalmente cae dentro del lago y
muerte; la joven de los ojos verdes representaba una conjunción
sensualidad-mortalidad muy visible, irresistible. Recuerda este cuento al poema
de Rabindranath Tagore en su libro “Los Jardineros”: “Ven, ven a mi lago,
si te has vuelto loca y quieres morir”. Este mismo autor, tomando a la Muerte
como una mujer dice en el mismo libro citado: “¿Y has de enamorarme con el
beleño de tu susurro y con tus besos yertos, oh, Muerte mía?”.
Destacaremos asimismo que uno de los autores que describió originalmente
la sensualidad de la Muerte fue el poeta José Gorostiza en su obra “Muerte
sin Fin”, que cita Carlos Castaneda en “El Don del Águila” transcribiendo
un pasaje que según él, disfrutaban muchos los Iniciados y Brujos naguales Don
Juan y Don Genaro:
“Ay,
una alegría,
un
hambre de consumir
el
aire que se respira,´
la
boca, el ojo, la mano;
esas
pungentes cosquillas
de
disfrutarnos enteros
en
un solo golpe de risa,
ay,
esta muerte insultante,
procaz,
que nos asesina
a
distancia, desde el gusto
que
tomamos en morirla,
por
una taza de té,
por
una apenas caricia.”.
En Julio Herrera y Reissig, destacaremos como idea del connubio
Sexo-Muerte el poema “Idilio Espectral”:
“Pasó en un mundo
saturnal; yacía
bajo cien noches pavorosas, y era
mi féretro el Olvido… Ya la cera
de tus ojos sin lágrimas no ardía.
Se adelantó el
enterrador con fría
desolación. Bramaba en la ribera
de la morosa eternidad, la austera
Muerte hacia la infeliz Melancolía.
Sentí en los labios
el dolor de un beso.
No pude hablar. En mi ataúd de yeso
se deslizó tu forma transparente…
Y en la sorda
ebriedad de nuestros mimos,
anocheció la tapa y nos dormimos
espiritualizadísimamente."
También sería grato recordar un fragmento del Soneto “A mi muerte”
del uruguayo Nelson Guerra:
“…Yo
no voy a morir sin antes verte
doblegada
a mi piel, a vida o muerte,
como
en las viejas, báquicas orgías!
Y
aunque quiebre mi cuerpo tu conjuro
voy
a violarte, bruja, te lo juro,
con
la fuerza bestial, de mi agonía!”.
Las referencias en la Literatura Universal al Sexo en relación con la
Muerte son tan abundantes que este recuerdo previo es necesariamente limitado y
a vía de referencia.
Entre los enamorados, el deseo de alcanzar la plenitud del Amor, de
lograr la intensidad más perfecta en su intercambio e intimidad deseando salvar
las limitaciones físicas suele desembocarlos en coqueteos con la Muerte o
escenas de suicidio, que llegó a difundirse en el Siglo XIX y principios del
Siglo XX. En ocasiones, el sentimiento de Amor, sea sexual o sublimado, llega a
ser tan fuerte y abrasador que hace sentir a los enamorados una especie de
aniquilación; “morir de Amor” es una expresión antigua y conocida por
todos nosotros. La Literatura y la Prensa son prolíficas en ejemplos cuya mención
sólo sería fastidiosa, pero destaquemos que el impulso amoroso suele acompañarse
de proyecciones tanáticas.
Esta imagen de la “Aniquilación” y fusión de los amantes es
frecuentemente usada en la Alquimia. Basilio Valentín respecto a una de las
operaciones de este Arte escribe en “Las Doce Claves de la Filosofía”,
Sexta Clave: “(el Rey”) abrazará (a la Reina) amistosamente por el gran
afecto que se tienen y será correspondido por ésta, hasta que desaparezcan los
dos y de los dos sólo se haga un cuerpo”. En el “Rosarium Philosophorum”,
luego de la “Conjunctio” (ilustrada mediante la conjunción sexual) entre
los hermanos Gabricum y Beya, la pareja aparece muerta pero transformada en un
único ser bicéfalo y hermafrodita. Luego de la Conjunción sobreviene una
calma semejante a la Muerte, proceso que da lugar a la “Putrefactio”
(“Putrefacción”), pero esta aniquilación no significa una Muerte
definitiva sino que es un tránsito momentáneo hacia una vida superior (en el
proceso alquímico llamado “ablatio”). En el “Rosarium” citado el Alma
asciende, separándose del cuerpo macho-hembra (representantes del Cuerpo y el
Espíritu), y luego descenderá para dar lugar a una nueva entidad, un renacer
de un ser más pleno y glorioso. La unión sexual (carnal o espiritualizada)
simboliza la putrefacción, el paso necesario y semejante a una Muerte con
vistas a una Renovación o Elevación (ablación). Este mismo proceso de
transformación es también referido por Johan Valentin Andreäe como “Las
Bodas Químicas” cuyo protagonista de la obra es Christian Rosenkreutz. Este
“morir” por fusión de los contrarios sexuales para renacer en un ser
integrado diferente y nuevo recuerda a aquella imagen Iniciática que recoge la
Biblia del Grano o Semilla (producto de la unión de un gameto masculino con
otro femenino) que debe “morir” para dar fruto (Jn. 12:24; 1 Cor. 15:35-38),
al proceso de Jesús por la Cruz, al cráneo con las tibias cruzadas o la
calavera y a la Muerte y Resurrección de Horus e Hiram. La unión
masculino-femenina anula dos seres disímiles para formar una nueva entidad
creadora, que recuerda al Andrógino Universal, principio sobre lo cual se
construye el Universo (Magus Incognito), cuyo producto inicial es la célula
Huevo (andrógino producto de la confusión entre el gameto masculino y
femenino) que detona el proceso de transformación evolutiva del Ser (recuérdese
también al Huevo Filosófico).
San Juan de la Cruz, explicando sin símbolos este Misterio de la
aniquilación amorosa, expresa en sus comentarios a su Poema místico “Subida
al Monte Carmelo” que es preciso “mortificar” y negar los gustos sensuales
para llegar a la divina unión (mística) con Dios. “Morir a lo sensual”
para “unirse con Dios” son términos que denotan una sublimación de lo
sexual (“Subida al Monte Carmelo” tiene muchas reminiscencias del “Cantar
de los Cantares”). En “Noche Oscura” este proceso de Muerte Interna como
presupuesto de la unión divina se muestra explícitamente: “… El alma se ve
aniquilada de todas las cosas de arriba y abajo que solía gustar, y sólo se ve
enamorada sin saber cómo…”. “… Son las ansias de Dios tan grandes en el
alma que parece que se le secan los huesos en esta sed, y se marchita el
natural, y se estraga su color y fuerza por la viveza de la sed del amor…”.
“… Todo es padecer en esta oscura y seca purgación de apetito…” (obsérvese
la similitud con la “Putrefactio” alquímica). Por último, en “Cántico
Espiritual”, San Juan de la Cruz comenta su verso “Descubre tu presencia y mátame
tu vista y hermosura”: “… pues tanto es el deleite de la vista de tu ser y
hermosura que no la puede sufrir un alma, sino que tengo que morir en viéndola”.
Existirá mucha semejanza entre el Hombre que pasa a una plena vida espiritual
por la unión con Dios y el Ser Hermafrodita que resucita en el “Rosarium
Philosophorum”. Dice San Juan de la Cruz (“Llama de Amor viva”) cómo
cambia su Muerte en Vida y que esta nueva vida plena… “es vida animal en
vida espiritual”. “Quien supiere morir a todo tendrá vida en todo”
(“Avisos y Sentencias”). Todo esto recuerda a las sentencias de San Pablo:
“Porque el apetito de la carne (relacionada con el deseo sexual regularmente
en la Biblia) es la muerte, pero el apetito del Espíritu es vida y paz (Rom.
8:6); si vivís según la carne moriréis, mas si con el Espíritu mortificáis
las obras del cuerpo viviréis” (Rom. 8:13).
En Santa Teresa de Jesús el proceso de sublimación sexual “Muerte de
lo mundano y carnal-unión mística (“Conjunctio” del “Rosarium”) con
Dios” se advierte desde una perspectiva femenina (valga la anotación aunque
el Místico siempre es simbolizado como la Esposa o una figura de mujer): “…
como quien de todo punto ha muerto al mundo para vivir más con Dios. Que así
es una muerte sabrosa… y… deliciosa” (“Castillo Interior” o “Las
Moradas”, cap. V). “Y cuán dichosa muerte sería a manos de este amor”
–de Dios- (id., cap. VII). Sus poemas son otro reflejo del estado de sublimación:
“Ansiosa de verte – deseo morir”; “Pues el amor - nos ha dado Dios - ya
no hay que temer, - muramos los dos”.
Del lado del Misticismo protestante, en el rosacruz Jakob Boehme la
“conjunción mística” revela fascetas semejantes: “… y entonces súbitamente
mi espíritu, iluminado por Dios rompió las puertas del Infierno y se precipitó
hacia lo profundo de la Divinidad y sentí su abrazo de amor, como un novio que
abrazara, por fin, a su bienamada. La certeza del triunfo que inundó mi espíritu,
y la grandeza de todo esto, fue tal que no cabe en palabras… Es como resucitar
de entre los muertos” (“Confesiones”, Cap. III). Para alcanzar el Amor de
Dios no se puede sino morir antes: lección de la Alquimia y del Misticismo, los
dos senderos del crecimiento espiritual. Desgraciadamente, el vulgo tomó a la
expresión “verle la cara a Dios” para referirse jocosamente a la unión
carnal.
El Tantrismo presenta aspectos de interés en el tema que tratamos, si
bien el Sexo se encuentra sublimado a tal punto que el Adepto no debe
experimentar durante el “Maithuna” o unión sexual tántrico ningún tipo de
placer físico y está obligado a evitar todo tipo de descarga (nada que ver con
esa adaptación que ha hecho el mercado occidental para dar variantes al placer
sexual); además, mientras observa la conjunción tiene que concentrar todas sus
energías en la meditación del Uno. Durante el “Maithuna” y gracias a él,
el Adepto tántrico adquiere de su pareja energías que le permiten aumentar sus
energías espirituales, de tal modo que incluso podría llegar a la liberación
total de la Muerte; el Sexo bien utilizado se emplearía así como un medio para
alcanzar la Inmortalidad. Pero también el “Maithuna” reproduce la Unidad
Andrógina creadora. El Tantrismo no debe movernos a risa, máxime cuando se
practica en varias regiones de Oriente. Podríamos pensar, al recordarlo en una
suerte de “vampirismo sexual” de las fuerzas de la Adepta iniciada, idea que
rememora el peculiar erotismo de las escenas del vampiro humano succionando
tenazmente la sangre del cuello de la muchacha joven, hermosa
y tierna vestida con ropas frágiles (a veces en un lecho) y totalmente
entregada a aquél.
En la actividad física del acto sexual una de las reacciones del orgasmo
es el fenómeno conocido como “espasmo carpopedal”; se registran
contracciones involuntarias y espasmódicas en todas las partes del cuerpo,
muecas y contorsiones de la cara y cuello, movimientos violentos continuos,
manifestaciones sonoras y en algún caso, pérdida del conocimiento, que hacen
pensar en una verdadera crisis epiléptica, pero que también son reacciones
comparables a ciertas manifestaciones de agonizantes en procesos de muerte
violenta. En el momento culminante del Amor existe una experiencia cercana al
fin de la vida aunque transitoria, una vivencia fanática aunque placentera; una
verdadera “petit morte” como gustan llamar al orgasmo los franceses. Tagore
(“Los Jardineros” ya citado) refiere al acto sexual como “el juego de la
muerte”.
Hasta ahora hemos intentado esbozar trazos de ese amplio y complicado
dibujo sobre el que se mueve, dentro de la Naturaleza y del Hombre, la tragedia
del Sexo y la Muerte. ¿Es posible encontrar una respuesta que explique por qué
están tan relacionados, a pesar de que parecen tan opuestas o diferentes?
Para Flores Colombino el Sexo está al servicio de la Vida pero da al
Hombre la conciencia de su Muerte. Y es natural: la unión de los sexos marca un
instante capital en la tarea de conservación y prolongación de la Creación y
de las especies. Tras ese momento, asegurada la conservación, la criatura ha
cumplido con una de las grandes misiones de su vida (la reproducción) y debe
dar paso a los nuevos seres que se adelantarán en perfección y adaptabilidad
al medio ambiente con respecto a sus padres. Pero los padres tienen todo el
derecho de sentirse de alguna manera inmortales, ya que se prolongarán de
alguna manera en su hijo; después de todo, él es parte de sus entrañas y es
materia de su materia. Todo ser, pues, vive y trasciende a través de sus
descendientes. La idea de la Muerte, plenamente asumida, se desvanece o es
consolada por la idea de la pervivencia a través del fruto de la actividad de
la unión de los sexos; el cuerpo muere pero el germen se mantiene. Señala
Novoa Santos que la marcha hacia la Muerte fuerza al organismo a copularse, y
agrega que conjunción de los individuos se reduce a un hecho de englobamiento y
destrucción que comprende un acto verdadero de asimilación. Si la aurora de la
Muerte se confunde con el albor del Sexo, si Muerte y Sexualidad son dos
aspectos de un mismo hecho que es la Creación o la Vida misma, es también
evidente que la Sexualidad originaria ha brotado por la necesidad de mantener la
estirpe e impedir que ésta desaparezca. Para Schopenhauer (“Voluntad en la
Naturaleza”, el Amor Sexual es sólo la emoción de la que se sirve “El
Genio de la Especie” (la voluntad de vivir, sustancia del Universo) para
permitir la propagación de la especie.
El Sexo y la Muerte forman un Sistema Ternario con la Vida. El Sexo se
relaciona con la Vida porque este primero la posibilita y mantiene, produciendo
por el intercambio de los sexos la Generación. Pero por otro lado la Vida se
relaciona con la Muerte, porque forman las dos partes de una secuencia dentro
del proceso de la Evolución del Universo que se retroalimenta. Por último, la
Muerte hace necesaria la regeneración por el Sexo para mantener la Vida. Una
idea falsa hizo creer a la Vida como una verdadera Muerte y a la Muerte como una
verdadera Vida, pero gracias al concepto del Sexo las dos primeras readquieren
su verdadera dimensión y significado. Quienes creen en la Reencarnación
sostiene que el Ser experimenta a través de sucesivas encarnaciones varias
alternaciones Vida-Muerte, y en el pasaje de una Muerte a una Vida se encuentra
lo Sexual (generador del Ser) ligando a la Muerte con la Vida, pero a su vez el
Sexo hace perdurar y perfeccionar la Vida complementada por la Muerte (que en la
reencarnación asegura el pasaje para un aprendizaje complementario necesario en
la espera de una nueva etapa). Freud describió la existencia de dos tendencias,
fuerzas o “pulsiones” que coexisten en el Ser Humano: el “Eros” (pulsión
generadora, creadora) que no es necesariamente un instinto sexual, y el
“Tanatos” (pulsión destructiva, aniquiladora), pero en rigor de verdad
estas fuerzas se encuentran asimismo en toda la Naturaleza, las dos no opuestas
sino al servicio de la Evolución y de la perfección de la Inteligencia y de la
Vida, porque estas dos fuerzas le dan sentido y forma. Gracias al Sexo y a la
Muerte, fuerzas no antagónicas sino complementarias, (representadas en la
Masonería por el pavimento negro y blanco, las Columnas J.: y B.:, el Sol y la
Luna; en el orientalismo por el Ying y el Yang; en el maniqueísmo por lo Bueno
y lo Malo), no necesariamente positivas o negativas respectivamente, el Ser
Humano adquiere conciencia de su Inmortalidad, y aprecia tanto al Sexo como a la
Muerte como Procesos Transformadores dentro de la Realidad única y perenne de
la Vida y del Ser. El Sexo y la Muerte son dos momentos que presuponen
respectivamente una idea física y espiritual de una tercera idea de
Trascendencia. La “Muerte” es también una descripción figurativa de la
transmutación de la Energía Sexual a través del Fuego regenerador de
Kundalini, de donde surge el triunfo místico sintiendo “cómo la Vida surge
en medio de la Muerte” (Boehme). Podríamos entonces caracterizar la terna
Sexo-Muerte-Vida como un Triángulo Equilátero donde el Sexo y la Muerte son
los vértices inferiores y la Vida el vértice superior, Triángulo dinámico
que forma en su movimiento una distinta Realidad Superior.
El Sexo desdoblado en Masculino-Femenino, la Muerte y la Vida, son
distintas perspectivas de un fenómeno único que se centra en la Realidad de
Dios, Brahma, Pachacámac o del G.: A.: D.: U.:, el verdadero Uno que abarca
todas las cosas que existen, el Verdadero Ser de lo cual el Universo no es sino
una proyección o manifestación suya. Dice el “Maha Narayana Upanishad”
1,40: “Aquel (este Dios) de quien la Vida y la Muerte no son más que su
sombra, ¿quién es ese Dios al que honraremos por una oblación?”; y revela
el “Bhagavad-Gita” 10,34 en las palabras que dirige Krishna a Arjuna: “Yo
(Krishna) soy la Muerte que todo lo devora, y soy el generador de todas las
cosas”. Esta respuesta parece inspirar el fragmento de nuestro Ritual Masónico
de Tenida Fúnebre: “Todo es destrucción y reproducción en el Universo. Se
alternan la vida y la muerte; el presente existe sobre las ruinas del pasado y
el porvenir tendrá su base sobre las ruinas del presente”. El llegar a
encontrar en uno mismo el Dios Interno que poseemos latente es un proceso donde
también la Muerte, la Vida y el Sexo tienen una participación especial. Así
Ananda Coomaraswamy, citado por Mircea Eliade en su obra “Mefistófeles y el
Andrógino”, expresa que la unificación y el acto de llegar a ser sí mismo
representan a la vez “una muerte, un renacimiento y un desposorio”. Este
tracto se encuentra también revelado en el Tetragrámmaton cuya inicial “Y”
(“י”)
es la Fuerza Generadora, la “H” (“ה”)
es Vivificadora, la “V” (“ו”) mortifica
y purifica, y la segunda “H” (“ה”)
simboliza la Fuerza Resucitadora que hable un nuevo Ciclo, Místico y de Vida.
Sin duda los planteamientos expuestos distan de ser los únicos aspectos
y explicaciones al problema de la relación entre el Sexo y la Muerte. Es
evidente que nos hallamos ante las puertas de un Gran Misterio, pero de cuya
reflexión podrían salir algunas ideas que nos permitirían encontrar claves
para comprender el sentido de la Creación y del Cosmos, claves que nos ayudarían
a abrir las puertas de un conocimiento mejor de ese Ser o Principio Omnipotente
y Omnisciente que los Masones conocemos como G.: A.: D.: U.:.
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