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LOS LANDMARKS MASÓNICOS.
marcas sobre la tierra
por el Q:.H:. Gonzalo Villar Bordones M:.M:.
R:.L:.S:. Buenaventura Cádiz Nº 1
Gran Logia de Chile.


A mi padre

ÍNDICE

 

Síntesis.

Ejercicio sobre el landmark de Aya Sofía

 

I - Introducción

 

II - Desarrollo

  1. Los Landmarks en el Reglamento General compilado por Jorge Paye

  2. El concepto de landmarks  y el origen histórico de la discusión sobre ellos.

  3. Los landmarks como expresión normativa de los “Old Charges”

  4. Los landmarks como fronteras de la masonería y bases de la regularidad masónica.

  5. El concepto de Landmarks en la obra del  QH José Quezada Meléndez.

  6. La visión del QH. Oswald Wirth.

  7. Los Landmarks en la concepción del QH Antonio Rojas.

  8. La noción de Landmarks en la obra del  QH Carlos Gayán.

  9. Los landmarks como Principios Generales del Ordenamiento Jurídico Masónico.

  10. Nuestra Visión.

  11. La controversia Mackey-Pike, ampliada y actualizada.  

11.1 Introducción a la Controversia.

11.2  Diálogo en torno a cada Landmark  

 

                                     I.      Los modos  de reconocimiento.

                                   II.      La División de la Francmasonería en Tres Grados.

                                III.      La Leyenda del tercer Grado.

                                IV.      El Gobierno de la  Orden  a cargo de un Gran Maestro.

                                  V.      Prerrogativa del Gran Maestro de presidir Asambleas.

                                VI.      Prerrogativa del Gran Maestro  de conceder dispensas para conferir grados fuera de tiempo reglamentario.

                             VII.      Poder reservado al Gran Maestro para autorizar la fundación de Logias y sus trabajos.

                           VIII.      Prerrogativa del Gran Maestro de  constituir masones a la vista.

                                IX.      Necesidad de los Francmasones de asociarse a fin de constituir Logias.

                                  X.      Tres dirigen la Logia: el Maestro y los dos vigilantes.

                                XI.      Toda Logia debe estar a cubierto

                             XII.      Todo masón tiene derecho a estar representado en todas las reuniones generales de la Orden y de instruir a sus representantes.

                           XIII.      El derecho de apelación de un masón condenado por su Logia.

                          XIV.      El derecho de todo masón de visitar y sentarse en toda Logia regular.

                             XV.      Obligación de retejar a todo visitador no  presentado por un miembro de la Logia, que responda de su regularidad.

                          XVI.      Ninguna Logia puede interferir en los asuntos de otra Logia, ni conferir grados a hermanos que son miembros de otras Logias.

                        XVII.      Todo masón está sometido a las leyes y reglamentos de la Jurisdicción Masónica en la cual reside.

                     XVIII.      Para ser iniciado, el sexo masculino, la integridad física, la libertad de nacimiento y la edad adulta son condiciones ineluctables.

                          XIX.      Creencia en la Existencia de Dios, considerado como el Gran Arquitecto del Universo.

                             XX.      Subsidiaria de la creencia en Dios es la creencia en la resurrección a una vida futura.

                          XXI.      Un Libro de la Ley constituirá una parte indispensable del moblaje de la Logia.

                        XXII.      La Igualdad de todos los masones.

                     XXIII.      El Secreto de la Institución

                     XXIV.      La fundación de una ciencia especulativa sobre un arte operativo, y el uso simbólico y la explicación de los términos del arte para los fines de enseñanza moral o religiosa.

                       XXV.      Intangibilidad de los Landmarks.

 

11.3 Conclusión del QH Phillips respecto de la controversia Mackey – Pike

11.4 Nuestra clasificación de los landmarks.

 

III Conclusiones

 

Epílogo



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Los Landmarks Masónico


 

Síntesis

 

Ejercicios sobre el landmark de Aya Sofía.

 

Corre el año 532 y  las naves de nuestra imaginación acaban de aterrizar en  Estambul. En estos tiempos la ciudad se llama Constantinopla y reside aquí Justiniano, el hombre más poderoso del mundo.

 

La fama del  Emperador ha llegado hasta  el siglo XXI por haber ordenado la construcción de Aya Sofía, el Templo de la Sabiduría Sagrada; por haber dispuesto la Codificación del Derecho Romano; y, por haber mantenido prisionero al Papa Virgilio durante ocho años, en su afán de reconciliar el catolicismo con la herejía monoficista, que propugna la naturaleza exclusivamente divina de Jesús.

 

Rómulo Augústulo, el último emperador romano de occidente, fue asesinado el año 476 y la civilización de raíz  greco latina se encuentra refugiada en Oriente.

 

Cien maestros y decenas de miles de obreros participan en la construcción de este templo que ahora visitamos, Aya Sofía, bajo la dirección de los arquitectos Antonio de Trelles e Isidoro de Mileto. La gigantesca obra presenta como gran innovación un domo, cúpula redondeada  que parece volar ante los ojos de la gente, elevada por rayos de luz que vienen desde el cielo.

 

Justiniano ha construido el templo en homenaje a la Sabiduría Divina, siguiendo el modelo del Templo de Salomón.

 

En el piso, un círculo marca el centro del mundo. Este eje es  utilizado por los obreros como marca en la tierra (landmark) para replantear la obra, verificando así su corrección. Ahora, terminado el edificio, nos invita a situarnos en el centro de la obra y apreciar su excelencia, sus significados filosóficos y teológicos;  y, su rol simbólico en el sistema político-religioso del Imperio Romano de Oriente.

 

Elevemos los  ojos  hacia la cúpula,  y dediquemos unos instantes a observar el mundo y nuestra Orden,  desde este punto axial.

 

Sobre  el  círculo y como en una película muda, pasan las imágenes de las naves  y caravanas que conducen el comercio, los ecos de las iniciaciones pitagóricas,  los mensajeros de Mahoma, los benedictinos,  las cruzadas, la cábala, los sufis, las  invasiones de árabes y turcos que llegan hasta Francia y Viena.

 

La cultura greco latina vuelve a surgir en Europa, bajo el velo de una tradición secreta o, en forma más abierta, en las Universidades y en las Academias de Florencia y Venecia, transformándose en diálogo, crítica,  reforma, creación, ilustración, revolución.

 

En esta sucesión de eventos que conducen a la formación de la Masonería Moderna, quiero subrayar los relativos a la reforma  protestante y al desarrollo en los medios universitarios de todo un movimiento  cultural que imbrica el cristianismo, los estudios de filosofía, ética y política,  la  tradición de la alquimia, la cábala, la magia y la ciencia renacentista.

 

Este tornado de ideas, siguiendo la huella de Tomás Moro y de Platón,  en las primeras décadas del siglo XVII buscó la unión de los cristianos de los distintos credos para la construcción de una sociedad ideal en que reinara la tolerancia. Así surgieron,  la  “Nueva Atlantis”, de Francis Bacon, la “Ciudad del Sol”, de  Tommaso  Campanella, la  Rosa Cruz “Cristianópolis”, de Johann Valentín Andreae,  o “El Laberinto del Mundo”,  de Juan Comenius.

 

Asimismo, proliferaron las sociedades secretas o invisibles, de fines políticos, religiosos, y científicos,  como la efímera “Societas Cristiana”, la “Orden de la Caridad” - propuesta por Leibniz - y  la “Familia del Amor”.

 

Hacia 1600, el teatro isabelino está repleto de simbolismo iniciático.   Algunos de los ejemplos más  notables están  en los trabajos de Shakespere, “La Tempestad“ y “Sueño de una noche de verano”, mejor traducido como “Sueño de un solsticio de verano”

 

En 1646,  intelectuales inspirados en el movimiento rosacruz, vinculados a Oxford y posteriormente a la “Royal Society”, presididos por  Elías Ashmole – quien se había iniciado en la Francmasonería el mismo año-  fundaron la sociedad secreta “Casa de Salomón”, conocida públicamente como “Nueva Atlántida”. Esta sociedad secreta funcionó en el mismo  local en  que se reunía una de las logias masónicas de Londres.

 

Se ha descubierto un documento masónico impreso,  fechado en 1676,  que dice: “Se avisa que la Asociación Moderna del Listón Verde, junto con la Antigua Hermandad de la Rósea Cruz, de los Adeptos Herméticos y de los Masones Aceptados, tienen  la intención de cenar todos juntos el próximo 31 de noviembre”.... A continuación se describe un cómico menú, y se aconseja a los que piensen asistir a la cena que se pongan anteojos, “porque si no, se cree que las mencionadas sociedades (como hasta ahora lo han hecho) se presenten invisibles”

 

En Inglaterra, el sistema  de monarquía constitucional  y el  Estado de Derecho se arraigaron luego de la Gloriosa Revolución de 1688   y la Ley de Tolerancia de 1689.

 

En cambio, en  Francia, el desarrollo de la democracia  no corrió la misma suerte. En 1685 se derogó el Edicto de Nantes, marcando el término de una limitada  tolerancia religiosa y detonando una masiva emigración de protestantes hacia Inglaterra. Entre estos exiliados se encontraba Juan Teófilo de Desaguliers y  los futuros fieles  de James Anderson, miembro del partido liberal y pastor  de la Iglesia Presbiteriana  Francesa. Ambos tuvieron destacada participación en los primeros años de la Gran Logia de Londres.

 

En 16 abril de 1717, pocas semanas antes de fundarse la Gran Logia de Londres,  un joven literato francés de 23 años, visitó La Bastilla en calidad de prisionero político,  a causa de la rebeldía de sus poemas. En esa  cárcel y cámara de reflexiones, nuestro querido hermano Francois Marie Arouet  adoptó el seudónimo de Voltaire. En 1726, su talento para pensar y decir lo que pensaba, le significó  dejar París rumbo a la tolerante Inglaterra.

 

Hasta aquí, dejamos el esbozo de los paisajes de una de las rutas que conducen a la Masonería Contemporánea. Imitando a Proust, le pondremos por nombre: “El Camino de Oxford”.

 

De alguna manera, la Constitución Masónica de 1723, al final de la parte histórica reconoce  este origen al consignar: “la nación británica, nacida libre , se había entregado durante los últimos tiempos , en provecho de la paz y de la libertad, a la feliz idea de fomentar la Masonería de toda clase y reavivar  las decaídas  logias de Londres, donde, como en otros lugares, florecían diversas y dignas logias individuales que celebraban un consejo  trimestral  y una Junta General  Anual  para en ellas conservar sabiamente las formas y los usos  de la muy antigua y venerable Orden, cuidar debidamente el Real Arte y conservar la argamasa  de la confraternidad, a fin de que la institución se pareciese a una bóveda bien ajustada”.

 

Para estudiar la segunda vía, “El Camino de las Catedrales”, deberemos volver con nuestros obreros de Constantinopla y  seguir la huella la Masonería Operativa. Agudizando nuestras mentes podremos ver el esfuerzo por organizarlos, disciplinarlos y comunicarles las distintas artes propias de la construcción.

 

Aún se escucha el rumor de  los conflictos inherentes a las relaciones laborales, los fraudes de los proveedores,  los despidos, los accidentes ligados a la obra, los fines ocultos de sus dueños, la solidaridad entre los compañeros de trabajo.

 

Pensemos ahora en el Occidente Medieval, en la multiplicación de las construcciones religiosas y laicas y en una masa de obreros especializados que se trasladan de un lado a otro  por largos períodos,  según los requerimientos  de las obras que se levantan en cada comarca.

 

Añadamos que  al separarse  la Iglesia Romana de la Oriental, al acentuarse los conflictos entre los soberanos y los papas, los trabajadores suelen operar indistintamente para patrones de intereses divergentes, replicando a escala masiva lo ocurrido con Leonardo y sus mecenas.

 

Lógicamente,  las normas sobre modos de  reconocimiento fueron  las primeras reglas que se intentaron aplicar a la generalidad de las logias. Por ello, aún hoy en las iniciaciones, es parte esencial  de la ceremonia,  la comunicación de estos modos de reconocimiento, y,  por ello  la doctrina masónica se enseña tradicionalmente  mediante la simulación del interrogatorio a un visitante.

 

Todavía más, el viaje de estudios por  distintos talleres se constituyó en algunas partes como una vía de perfeccionamiento que acercaba al obrero a los distintos estilos y particularismos de su oficio, le ponía en contacto con múltiples posibilidades de trabajo y  abría ante sus ojos el mundo. Es el caso del Compañerazgo y el Tour de France.

 

Pero, claro, cada Logia seguía siendo independiente y con el paso del tiempo y las transformaciones del mundo, los oficios y secretos del arte de construir  comenzaron a perder relevancia, subsistiendo únicamente el aspecto de la camaradería y la tradición simbólica. Escocia se constituyó en el centro de esa tradición sobreviviente.

 

La unión entre los  dos senderos descritos  se cristalizó en 1717,  al federarse cuatro Logias y formarse la Gran Logia de Londres, al amparo del desarrollo político, universitario y cultural británico. ; y, al aprobarse la Constitución de 1723 que  impuso una especial y simbólica forma de tolerancia de cultos, en base a  la religión en que todos los hombres están de acuerdo, y que consiste en ser hombres buenos y leales u hombres de honor y de probidad.    En aquellos primeros tiempos, la reflexión sobre los principios comunes a todas las Logias se reducía casi únicamente a los modos de reconocimiento.   La búsqueda de  la normatividad común a las distintas Logias se concretó en el Reglamento General de 1721, incorporado más tarde a la Constitución de 1723. En estos  cuerpos normativos se utilizó la expresión  “Landmarks” para referirse  a los puntos esenciales de derecho masónico  que la Gran Logia debería abstenerse de modificar. Evidentemente estos landmarks debían ser buscados en los Old Charges dejados por las corporaciones masónicas antiguas.

 

En los años que siguieron a 1717,  se produjo una verdadera revolución en la Francmasonería, al imponerse la tolerancia religiosa,  al introducirse la leyenda de Hiram, al crearse nuevos grados y al fundarse talleres en todos los continentes. 

 

En nuestra opinión, el espíritu lúdico, tolerante y humanista del Camino de Oxford,  se vistió con el ropaje de los ritos y costumbres de las preexistentes Logias Masónicas. Por ello, la esencia de la Masonería  no está en los  Old Charges.

 

En todo caso, los Old Charges fueron insuficientes para explicar y regular las relaciones entre miles de masones, reunidos en talleres asociados  a múltiples Grades Logias, dotados de diversos y contrapuestos temperamentos, y en convivencia con un gran número de asociaciones similares de corte religioso, ocultista o político.

 

La Masonería se multiplicó por el mundo en distintas vertientes. En los países protestantes y progresivamente democráticos, conservó aspectos religiosos, se acercó a los clubes sociales y huyó de la política contingente.

 

En los países católicos, gobernados usualmente por regímenes tiránicos, se acentuaron los aspectos secretos y   los masones se acercaron  al anticlericalismo y a las luchas políticas.

 

En 1856,  en vísperas de la Guerra Civil norteamericana,  las relaciones entre los Estados de la Unión y los propios hermanos, estaban severamente perturbadas. 

 

Ese mismo año, el célebre masón Albert Mackey, definió 25  landmarks,  cumpliendo una importante labor,  al  proponer elementos que configuran la identidad masónica;   al  postular normas que regularan las relaciones entre la Gran Maestría y cada Logia; y,  fundamentalmente, al promover la igualdad de todos los masones que se sujetaran a los principios propuestos, sin distinción de raza.

 

El listado es un esfuerzo por  definir de manera inmutable los principios de la Masonería, asegurando un estatuto de derechos básicos de todo masón; trazando las líneas básicas de la organización de la Orden y  puntualizando las características de nuestro sistema iniciático.

 

Este catálogo,  tiene una debilísima sustentación jurídica,  pues invoca  una tradición inmemorial y paradójicamente pretende regular las relaciones entre los talleres y las Grandes Logias, creadas a partir una fecha cierta y conocida.

 

Esta fragilidad, fue aprovechada por el QH Albert Pike, llamado “El Papa de Masonería Norteamericana” -  eminente abogado y General del Ejército Confederado-  quien demostró  la ausencia de sustento  normativo  de  la lista de Mackey,  pero en su esfuerzo por impugnar la igualdad de los masones y el derecho universal a visitar otras logias,  utilizó un discurso racista que, en nuestro concepto,  hizo patente la necesidad de definir principios comunes exigibles a todo masón, con el fin, precisamente, de evitar los excesos del fanatismo, la intolerancia y el atropello a la dignidad humana.

 

Antes de terminar este viaje imaginario,  deseo consignar cinco consideraciones o aclaraciones significativas sobre la lista de Mackey.

 

En primer término; los landmarks no son simplemente las fronteras, cercos o límites de la masonería,  como sugiere el tenor literal de la palabra, sino los principios que se deducen de su naturaleza, de sus ritos, de su historia, de sus normas. Ello  resulta evidente si examinamos la historia del surgimiento de la Masonería Moderna, la forma en que los autores identifican los landmarks y, por cierto,  el  rol que cumplían las marcas sobre la tierra en las construcciones antiguas. 

 

En segundo lugar, la exigencia de  la creencia en Dios,  como requisito  que debe cumplir todo masón,  no  es una imposición arbitraria de Mackey,  como suele sugerirse  en nuestros templos,  pues nuestro hermano norteamericano se limitó a recoger lo preceptuado por la Gran Logia Unida de Inglaterra en su Constitución de 1813, texto que consolida en términos normativos la influencia alcanzada por la Monarquía Británica en la Masonería de su país y recoge  el espíritu conservador que  se impuso en Europa luego de la caída de Napoleón.

 

Como tercer punto,  creo necesario acotar que la exigencia de  fe en la inmortalidad de alma, tal como lo reconoce Mackey, es una deducción del simbolismo masónico, por lo que se trata de una materia  esencialmente opinable.  La Gran Logia Unida de Inglaterra, tácitamente excluye este landmark, al no recogerlo  explícitamente en su listado de principios  indispensables para el reconocimiento de Grandes Logias.

 

En cuarto nivel de análisis, debo hacer presente que los landmarks del catálogo están expresados  en un lenguaje simbólico y el desentrañamiento del significado de los símbolos no es una actividad meramente racional, sino que requiere de intuición, asociaciones libres y progresivas, utilización de los aspectos inconscientes de la psiquis, diálogo y confrontación con la realidad cotidiana.

 

Por último, estimo fundamental,  resaltar el valor de la lista de Mackey como un llamado a reconocer la igualdad de todos los masones, sin distinción de raza. Constituyendo, en su marco histórico, un rol importante en pro de la tolerancia al interior de nuestra Orden.

 

Luego de algunos minutos reflexionando en conjunto sobre nuestra Fraternidad y la Humanidad, los invito a regresar a nuestra época. Las devastadoras Guerras Mundiales han terminado y, como coronación del Renacimiento,  se ha  consolidado el Sistema Universal de Derechos Humanos. Intuimos.  Es evidente que estos derechos fundamentales deben   imbricarse con los landmarks o principios comunes a todos los masones y abrir paso a un sistema que agrupe a todos los seres humanos que aspiran a la construcción  de una Nueva Atlántida.

 

Los principios éticos nos exigen construir una Masonería  libre  de  discriminaciones de género y de toda clase. El ser humano y su dignidad es más valioso que nuestros, ritos prácticas y costumbres. Eso nos enseña la Masonería,  esa es la visión que alcanzo  cuando pongo mis pies sobre los landmarks   del templo y observo  la obra que aún  se sigue construyendo.

 



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