Review of Freemasonry



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EL ALMA ES INMORTAL
Un análisis de la inmortalidad del alma desde la perspectiva masónica del Tercer Grado.
por el Q.H. Cuauhtémoc D. Molina García 33°
Logia de Investigación Isaac Newton No. 1. Xalapa, Veracruz, México.
Gran Logia "Unida Mexicana" AA. LL. y AA


Un tema central del Tercer Grado, y fundamento de la filosofía masónica, es la «Inmortalidad del Alma», e incluso se trata de un Landmark de la Orden. Sin embargo en la vida profanizada de la Institución masónica contemporánea— los pseudomasones, animados del espíritu positivista, han sustituido del modo más fútil la Inmortalidad del Alma por la noción de “Inmortalidad de la idea o del pensamiento”, desacreditando así el carácter esencialmente iniciático y espiritual de la Masonería.[i] Como explicaré después, este concepto es civil, histórico y profano, y nada tiene de espiritual e iniciático como es el pensamiento masónico de fondo.

 

En efecto, la estructura filosófica de la Masonería se funda en la existencia de dios y no en la creencia en Él. Esta idea es importante y requiere análisis filosófico para comprenderla, pues el sentido común anima a la inteligencia irreflexiva a acentuar las cosas de Dios en creencias, devociones e incluso supersticiones. El pensamiento masónico, y la estructura misma de la Orden, tienen como base la noción de Dios como Gran Arquitecto del Universo, y el debate aquí no lo centro en su sentido teísta o deísta, sino en la realidad de su existencia. Derivado de la existencia absolutamente necesaria de una Causa Primera, el argumento masónico concluye, a su vez, la existencia del Alma, y agrega el carácter inmortal de la misma. El sentido de la inmortalidad no es en la Masonería de carácter religioso, sino iniciático y el Tercer Grado franco americano, que es el que practicamos y conocemos en México[ii] acude a la Ley Palingenésica que pocos han podido comprender— y también a la Metempsicosis— en el sentido en que la entendían los antiguos filósofos─ para argumentar el asunto de la inmortalidad del alma. Explicar cómo entiendo estos dos conceptos será tema de otro artículo, pero advierto que no veo ideas claras al respecto. No obstante, es menester decir que ni la Inmortalidad del Alma, ni la palingenesis ni la metensicosis misma, pueden ser entendidas en el contexto masónico sin apelar al drama hirámico y al proceso ceremonial de la muerte y resurrección que vive el Maestro Arquitecto del Templo del Rey Salomón, Hiram Abif.[iii]

 

En el simbolismo masónico se puede afirmar que todo esta expresado de modo sistémico, es decir, ningún elemento simbólico, ningún significado, ningún referente ceremonial está desligado uno del otro, y tienen todos ellos que ser sometidos a una heurística integral, esto es, holística, justo para poder colegir interpretaciones y sentidos coherentes. En este sentido, y en el marco de la palingenesia y de la metempsicosis, la noción de “inmortalidad de la idea”, en sustitución de la del alma, es simplemente absurda, confusa y desatinada. También tenemos otro problema: nuestro simbolismo —como todos los sistemas simbólicos— es polisémico, y ello nos pone retos filosóficos y lógicos no fácilmente superables, sobre todo cuando se incurre en la no menos desatinada mezcla de culturas cuando lo mismo se usa el judaísmo —la cábala— que las influencias hindúes y de otra índole.

 

Entrando en materia, habría que empezar diciendo que muchos masones sostienen que la proposición de la inmortalidad ¿acaso un axioma?, tanto como la de la existencia misma de Dios, son dogmas al mejor estilo de la escolástica vaticana. Sostengo que afirmar algo así constituye un atentado al pensamiento masónico y una expresión que denuncia un evidente desconocimiento del asunto. Ciertamente, en el último de los casos, habrá que advertir que “dogma” alude a un punto central de doctrina, no necesariamente religiosa, y además nunca será en Masonería una imposición para establecer una “creencia” sin reflexión o aceptación del sujeto.[iv] Nadie puede ser expulsado de la Orden porque de pronto declara que duda, o incluso niega, la existencia de Dios; el escéptico, si persiste, habrá de llegar a la pregunta obvia: ¿Qué hago aquí en la Institución? Una vez que se contesta será él quien abandone la Logia porque asume que se engaña a sí mismo y engaña a los demás. Las constituciones andersonianas claramente señalan que el masón, “si comprende bien el Arte no será estúpido ateo ni libertino irreligioso”, y hay que decir que ateo no es quien no cree en Dios, sino quien niega su existencia, que es cosa bastante diferente.

 

Respecto de la inmortalidad del alma, debo establecer siete considerándoos básicos:

 

La Masonería no sostiene la tesis de la reencarnación. No existe ningún postulado en la literatura ritual de la Orden que sostenga o insinué semejante aseveración. No al menos en los grados del Rito Escocés, tampoco en los del Rito York. Respeta, en cambio, a quienes sostengan una postura en ese sentido, aunque no sea una posición o una tesis masónica per se.

 

La Masonería tampoco sostiene la doctrina de la trasmigración de las almas, esto es, el hecho de que un alma pueda pasar de un cuerpo a otro y residir, por ejemplo, en otro hombre o incluso en un animal. Estas dos ideas constituyen el eje del pensamiento hindú, pero son completamente ajenas al carácter y a las vías iniciáticas originales de la Masonería. El sentido literal y doctrinal de la «metempsicosis» abona esta idea, pero el ritual del Tercer Grado —que se ufana de aclararla o de deslindarla de “ideas equivocadas”— no explica, sin embargo, el significado “masónicamente correcto” de esta noción.[v] La Masonería respeta a quienes aducen estas ideas, pero no existe documento oficial de la Orden, en ningún Rito o sistema, que declare esta doctrina.

 

Tampoco postula la Masonería una “salvación eterna” en el sentido cristiano. El masón que está en el «Eterno Oriente» no se halla en un “suspense” durmiendo en un “cementerio” —que significa justamente “dormitorio”— esperando el acceso al paraíso celestial. El creyente cristiano una vez muerto cree que duerme en el “cementerio” esperando el juicio final. La Masonería postula que con la muerte el cuerpo se destruye, pero el Alma viaja perpetuamente hacia Dios.[vi]

 

Tampoco la Masonería se adhiere a la revolución de la genética y de los hallazgos científicos acerca de las “células madre”, o a la posibilidad perfectamente científica de congelar esperma y de fecundar óvulos y de esa manera proyectar en el tiempo al donador, haciéndole “inmortal”.

 

Mucho menos ha expresado nuestra Orden, que yo sepa, alguna tesis a favor o en contra de la clonación humana. No existen elementos rituales, ni siquiera pronunciamientos masónicos colegiados, de carácter general y aceptado, que aludan a semejante declaración, que si bien es científica, no es masónica. No hasta el momento actual.

 

La ceremonia de exaltación al Tercer Grado masónico —en los rituales franco americanos practicados en México— alude al drama hirámico, cuyo núcleo esencial es la muerte y la resurrección iniciática en el sentido de los Antiguos Misterios, y cuyo referente más explícito son los Antiguos Misterios egipcios. De esta suerte, cada compañero exaltado introyecta el espíritu iniciático y la esencia misma de Hiram Abif; es decir, cada “Fellow” se introduce en las entrañas mismas de la Masonería por medio de la representación ritual personificada por el legendario y simbólico Hiram, uno de nuestros tres Grandes Maestros.

 

Con estos elementos rituales y simbólicos, que no son solo una simple representación actuada, sino una vivencia iniciática real, cada masón exaltado se convierte, en el terreno simbólico, quizá metafísico, en el mítico Hiram renovado en cada recipiendario. 

 

Ahora bien: ¿Cuál es el sentido de la Inmortalidad del Alma  según la Masonería «franco americana» que se practica en México y en América latina?[vii]

 

La noción de la inmortalidad del alma no se funda en una creencia, sino en una convicción generada por la investigación filosófica y por la experiencia iniciática, espiritual y personalísima que el masón va construyendo a través de su vida y de su experiencia en la Orden. El conocimiento masónico más que aprendido en textos es una realidad asumida por vívida experiencia, y precisamente en esto consiste el «secreto de la Orden».[viii] La ceremonia y los símbolos le constituyen como secreto vivido, y le van configurando gradualmente, de modo que las proposiciones acerca de la existencia de Dios y de la inmortalidad son el resultado claro y definido de una “iluminación interior” “intuición”, dirían los filósofos. Por esta razón, la inmortalidad del alma no es un dogma teológico —en el mejor estilo vaticano— sino la expresión misma de una evidencia: la evidencia de la continuidad que es, como sabemos, una realidad indiscutible del Universo. Esto es: la inmortalidad es un continuum sucesivo en la existencia del Universo y la vida es un fluido que transita el cosmos eternamente. La vida es una constante del universo porque es una expresión de Dios.

 

En Masonería, la inmortalidad del alma no es un escapismo existencial, sino una realidad suprema, y por ello no se basa en una creencia, sino en un hecho natural y comprobable. El cahier oficial del Tercer Grado, en la Gran Logia “Unida Mexicana”, define la inmortalidad del siguiente modo:

 

El pensamiento elevándose a su propia idealidad y tomando posesión de su propia divinidad.

 

Esto es: el pensamiento es “ideal”, o cuando menos esta “idealidad” le constituye al pensamiento, asumiéndose éste como divino. Es, en consecuencia, un efluvio de Dios, o sea, de Su Magna Creación. Por otro lado, el ritual admite cierta postura tomista cuando afirma que el “alma toma posesión de su propia divinidad”.[ix] Considero que, si bien la creación es divina y la Masonería misma se adjudica esta posición, la definición ritualística franco americana, no obstante, ni aclara ni precisa la esencia misma de la inmortalidad. Finalmente, leyendo el ritual, uno se queda preguntando ¿y qué es la inmortalidad? ¿Es acaso la “no muerte”? ¿Es la “eternidad” y la perennidad de la vida de un sujeto? ¿Es la inmortalidad de la idea, civilistamente entendida? ¿Qué es, finalmente la inmortalidad?

 

La Masonería considera que hay una continuidad en todo lo que existe, y si tal continuidad de vida no existiese, entonces tampoco podría existir la evolución en conciencia, ni ésta tendría sentido, y la evolución biológica tampoco lo tendría si no existiera la preservación de la especie y el fenómeno de la herencia. Esta continuidad garantiza el encadenamiento entre una manifestación de vida y otra. Para la Masonería la vida no inicia con la vida ni termina con la muerte, pues la vida es un continuum sucesivo, y tanto con el nacimiento como con la muerte apenas inicia y concluye una determinada manifestación de vida. La vida, como la energía, es indestructible y lo único que se puede destruir es una “forma específica” de la manifestación. De esta manera es como solemos decir que “murió Juan o murió Pepe”, pero no cesó la vida, pues lo que anima esa forma de apariencia no puede ser destruido. Lavoisier enunció esto con magistral elocuencia:

 

En la naturaleza nada se crea, nada se destruye, todo se transforma.

 

En la Masonería moderna «franco americana» —la practicada en México y conocida como “Rito Escocés”— la noción de “inmortalidad” ha asumido un carácter meramente historicista, esto es, “alguien” es inmortal solo por que se le recuerda, ya por sus obras, ya por sus acciones. Horacio, el gran poeta latino, escribió en sus Odas “Non omnis moriar”, no moriré del todo, pues mi obra me sobrevivirá. Y es este, en nuestros rituales mutilados, el sentido de la “inmortalidad”, un significado ciertamente atrofiado y distorsionado que dista mucho del sentido iniciático de la Masonería original.

 

De esta suerte, decimos que Cervantes es inmortal, y que Mozart también lo es. La idea no es mala, pero no es iniciática, ni tiene algo que ver con el carácter central, original, auténtico de la institución masónica. Ya hemos dicho que la inmortalidad espiritual no tiene nada que ver con Dorian Grey, ni con el supuesto Conde de Saint Germain. No se trata de “vivir esta vida para siempre” mediante el consumo de pócimas mágicas o por celebrar conjuros diabólicos; tampoco tiene que ver la inmortalidad masónica con “aferrarse a la vida”, aunque esta sea ciertamente una ilusión y una quimera; decía Miguel de Unamuno que los muertos son fantasmas vivientes a quienes el recuerdo es lo único que les queda. ¿Será esta la inmortalidad masónica? Tampoco la inmortalidad iniciática —la masónica— se relaciona, como hemos dicho, con el sentido de la salvación cristiana para alcanzar la “vida eterna”. La salvación es una postura de fe, es fídica; la inmortalidad masónicamente entendida es, en cambio, una postura de conciencia en las verdades internas del ciclo del Alma.

 

 

¿Cuál es el sentido, entonces, de la Inmortalidad Masónica?

 

Esta es una de las mejores preguntas que he escuchado en nuestros Talleres, y también una de las peor contestadas. No creo tener una respuesta, y tampoco creo que más de tres masones, iluminados o no, la tengan a ciencia cierta. Los rituales conocidos de la Orden —al menos los de Veracruz— no tienen respuestas claras al respecto, y he visto otros de otras Obediencias mexicanas y algunas extranjeras —latinas, sobre todo— que tampoco ofrecen una solución filosóficamente aceptable y lógicamente válida en el contexto de la espiritualidad masónica. ¿Qué es la Inmortalidad del Alma? ¿A qué se refiere la metempsicosis “que pocos han logrado comprender”? 

 

Lo único que puedo dilucidar, a título personal, es lo que sigue:

 

Si todo terminara en la tumba, entonces nada tendría sentido; negar la inmortalidad del alma sería tanto como negar nuestros símbolos y nuestras enseñanzas, y por lo tanto implicaría también negar la Masonería misma.

 

La Masonería posee un sistema filosófico no academicista —positivista—, como el de las facultades de filosofía de las universidades, sino un sistema de pensamiento ubicado en la tradición espiritual e iniciática, la que nos viene de “nuestros remotos antepasados”. Existe, en el pensamiento de la Orden, y desde mi perspectiva, un núcleo de ideas que solo se vislumbran y se constatan con la Luz del la espiritualidad, que es también la Luz proveniente de las facultades con que a todos nos dotó el Gran Arquitecto del Universo. Pero esta Luz no esta despierta ni extendida para todos con la misma intensidad. Corresponde al trabajo interior —el iniciático— irla extendiendo y hacerla evidente para todos. Solo con esta Luz es posible adivinar las verdades del alma, es decir, las que nos revela la Iniciación. La Luz se nos revela en Logia, simbólicamente, por medio de la Estrella Flamígera. La luz, más luz, la Gran Luz.

 

La Estrella Flamígera, que brilla en el Oriente Simbólico de la Logia, nos muestra nuestro elevado destino, pues representa un Oriente de Luz por alcanzar en nuestras vidas. Es la Estrella Flamígera un referente de orientación de la vida para el hombre mortal, como nosotros. Si perdiéramos de vista la Estrella Flamígera, podríamos perdernos en el Caos, podríamos volvemos meros accidentes del momento, erraríamos el camino y caminaríamos sin propósitos, justo como les pasa a los marineros que se pierden en el mar. Una maestra nos ha dicho:

 

“Como astros lanzados fuera de nuestras órbitas… nos perderíamos al buscar la verdad solo con la escuadra, olvidando el compás…”.

 

Un masón sin Estrella Flamígera no tiene más remedio que rendirse a la oscuridad densa y material del Occidente Simbólico, y entonces ¿para qué permanece en la Masonería?, ¿cual sería la razón profunda de su vida?

 

A los masones —y en general a los hombres— nos hace falta una Luz en la oscuridad para orientarnos en nuestros proyectos de vida y no caer abatidos ante las crisis y los contratiempos que el destino y la vida nos deparan. Necesitamos algo imperecedero, y tener la firme convicción y la fe de que todo en el mundo y en la realidad objetiva obedece a un Orden Superior. Todos llevamos un HIRAM dentro de nosotros, un Hiram que conoce la acacia sembrada en tierra de temporalidad. Un Hiram que nace y renace como hálito del espíritu iniciático de perfección.

 

Todo Maestro Masón tiene la convicción —no la “creencia”— de que existe un flujo continuo en el Universo, y como Hiram, sabe que la Masonería nos lleva gradualmente a la certeza de que la muerte, como fin, no existe. Por ello, el Tercer Grado de la Masonería Azul, el Ancient Craft, tiene como finalidad enseñar la tesis de la Inmortalidad del Alma, el Landmark que se deriva de otro que es fundamental para la Construcción del Edificio filosófico, moral, intelectual y espiritual de la Masonería: el que enuncia la existencia de Dios, a la vez piedra angular y piedra fundamental de la Orden.

 

Si Dios no existiera, decía el filósofo masón francés Pigout, “la Masonería desaparecería por falta de fundamento, aunque subsistiese la creencia en Él”. Fijémonos bien:

 

Aunque subsistiese la creencia en Él…

 

En consecuencia, la palingenesia iniciática constituye la piedra angular y también la Dovela de la naturaleza, no la muerte. La muerte se sostiene por la vida y de cada hombre viejo, nace otro nuevo, un hijo de la v., un Hiram renovado, un hombre que aspira a la Inmortalidad.  



[i] Esta idea no solo es positivista, sino incluso filosófica y en cierto modo literaria. Recordemos las ideas del inmortal Miguel de Unamuno quien, junto con Cervantes, Shakespeare, Bethoven y miles más han pasado a formar parte de los “fantasmas vivientes”. Muertos a quienes, decía Unamuno, “el recuerdo es lo único que les queda”.

[ii] Grado mal llamado escocés.

[iii] Personaje para algunos mítico, y para otros bíblicamente real. Unas Biblias le citan, otras versiones no.

[iv] El Diccionario de la Real Academia dice: “Proposición que se asienta por firme y cierta y como principio innegable de una ciencia”. También se entiende como “fundamento o puntos centrales de todo sistema, ciencia, doctrina o religión”.

[v] El cahier del Tercer Grado de la Gran Logia “Unida Mexicana” dice: “... según la ley palingenésica de los antiguos filósofos “que la vida se sostiene por la muerte” y nosotros representamos en el drama astronómico de Hiram, la metempsicosis, en el sentido en que la tomaban aquellos sabios”. ¿Cuál sentido?

[vi] Ver los rituales fúnebres de cuerpo presente.

[vii] La mayoría que los masones de este lado del mundo suelen llamar del “rito escocés”.

[viii] Muchos masones ingenuos, por decir lo menos, sostienen que el “secreto de la Masonería” son palabritas y gestos rituales que todo el mundo ya sabe merced a los libros y al Internet. Entonces ¿Cuál secreto?

[ix] Véase, si no, La Summa Teologica, en la cuestión XXV, en la que trata sobre el Alma. Santo Tomás sostiene que el Alma es recibida por Dios independientemente de si ésta es de un bruto o de un virtuoso. El ritual de tenidas fúnebres abona perfectamente esta idea.



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