Hércules hace un parangón entre
ese bosque [El
oscuro bosque que oculta al León de Nemea]
y su persona, y se dice: ¿Esa enredada selva representa mis propias entrañas?
¿De qué materia estoy hecho? ¿Por qué es preciso que dependa de mi piedra
bruta y vil para ascender espiritualmente? ¿Por qué debo modificarla sin
sentir repugnancia por su aspecto duro, insoluble, su olor infecto, su coloración
negra y sus jirones sórdidos?
¿Por qué ésta, mi materia, aún
tan imperfecta, es el material reservado por la Divinidad para sus elegidos? ¿Por
qué en su basto y torpe contenido, efectivamente encuentro todo lo que desean
hallar los filósofos? ¿Por qué esta masa informe hecha de tinieblas y de luz,
de mal y de bien, mezclados en la peor de las confusiones que aparentemente nada
contiene, encuentro los medios de mi propia superación?
Apiano
León de Valiente, Los Doce Trabajos de Hércules
INTRODUCCIÓN
Como sabemos la piedra ha tenido
desde tiempos inmemoriales distintos significados para el Hombre. Desde antes de
la aparición de las primeras sociedades, desde los primeros asentamientos, el
ser humano encontró en las cualidades de las piedras representación de
virtudes divinas y humanas, prueba de ello fue su temprana utilización en lápidas
sepulcrales y objetos de veneración religiosa. Su utilización puede
considerarse como una manera primitiva de arte y como intentos por conferir una
capacidad comunicativa a la piedra más allá de la forma que la naturaleza le
otorgara originalmente.
Posteriormente, con el
advenimiento de la cultura, el ser humano fue desarrollando tanto sus
habilidades comunicacionales como de construcción y consecuentemente, comenzó
a utilizar estas últimas no sólo para levantar estructuras que proporcionaran
cobijo, seguridad y dominio de la naturaleza, sino que también para comunicar
ideas, conceptos y experiencias.
Desde antes de las grandes
construcciones babilónicas, pasando por las pirámides egipcias, las ciudades
griegas y romanas, llegando a las grandes catedrales medievales, los hombres que
proyectaron y levantaron estas magníficas edificaciones fueron perfeccionando
su arte. El proceso constructivo comenzaba materialmente cuando la piedra, en su
estado más natural, recién cortada de su veta, era retirada de la cantera para
ser sometida al trabajo que el picapedrero debía efectuar a fin de hacerla útil
al plan constructivo a seguir: dándole la forma debida, las dimensiones
adecuadas y el pulimento necesario.
Para cada etapa del proceso
descrito se fueron iniciando hombres con especiales características, no tanto
por sus conocimientos y habilidades previas, sino por su carácter y su actitud
para enfrentar el arduo trabajo. Es así que este proceso se asimiló simbólicamente
al mismo proceso constructivo, lo que al cabo de varias centurias culminó con
el surgimiento de la Mas\especulativa. Ésta adoptó el lenguaje arquitectónico,
transformándolo en símbolos del propio trabajo de perfeccionamiento humano,
creando un sistema semiótico esotérico que recogía vastas y profundas enseñanzas
ancestrales, que serían develas de modo gradual únicamente a aquellos dignos
de tales conocimientos.
DESARROLLO
La Piedra Bruta en sí es
aquella que es recogida directamente de la tierra, por lo que de modo natural,
cada una posee las formas más diversas fruto de la acción de las fuerzas de la
Naturaleza. En general, se puede
decir que una piedra bruta, al no tener una forma definida, al estar llena de
impurezas e imperfecciones, no tiene un propósito definido, por lo que su
utilidad es mínima. No obstante, contiene en sí toda la potencialidad de una
obra de arte, la potencialidad de la trascendencia.
Es por ello que se escogen determinadas piedras brutas para la construcción,
por la potencialidad que se ve en
ellas.
Libremente se extraen las
piedras de la tierra y se sopesan ante los planos de la obra. Como signo de
Igualdad se colocan unas junto a otras de su misma naturaleza, son talladas y
pulidas con las mismas herramientas y bajo la misma regla, para que
Fraternalmente cada una pueda ser integrada armónicamente a la Obra y, con
ello, alcanzar por fin su noble propósito.
Es indudable el correspondencia
entre estas piedras brutas y nosotros HH\ AA\, puesto que hemos sido
sacados de las entrañas del mundo profano, llamados a que libremente nos uniéramos
a la Ord\ y que junto al resto de nuestros QQ\HH\ pusiéramos manos a la
obra para tallarnos y pulirnos a nosotros mismos, con el objetivo final de ser
partícipes de la Gran Construcción.
El A\ debe labrarse a sí mismo, pues es la piedra bruta.
Debe librarse de los vicios profanos y de sus propios defectos, de la pereza, el
egoísmo y la falta de propósito vital. Debe prepararse para ser útil, debe
perfeccionarse a sí mismo y encontrar su esencia. Debe encontrar el valor de la
Libertad, de la Tolerancia y de la Fraternidad. Para esto la Mas\ le muestra un camino que ya han recorrido otros
antes que él, pero que por definición es un camino personal. Las señales de
este camino le son mostradas gradualmente y le van ayudando a internalizar un
sistema valórico (moral y de autoconocimiento) que le guiarán. No obstante, la
enseñanza masónica no es una metafísica, no es un dogma, es un método, un método
de trabajo.
El A\ entonces, es al mismo tiempo objeto y sujeto de su
trabajo, pues se somete cual piedra bruta al desbastamiento que el mismo se
proporciona. Y no sólo eso, las herramientas para tal tarea, no son otras que
las que el mismo ha desarrollado para sí desde el momento de su iniciación.
Las herramientas de 1° Gr\el mazo y el cincel, simbólicamente nos hablan
respectivamente, tanto de la necesidad de la energía y la fuerza de voluntad
que debemos aplicar permanentemente en nuestra labor de desbastado, como de la
necesidad de mantener el control inteligentemente sobre lo que debemos labrar.
La fuerza sin control no sirve de nada, así como tampoco el control sin fuerza.
En otras palabras, tanto nuestra emoción y motivación (fuerza) como nuestro
racionamiento y reflexión (control) deben equilibrarse criteriosamente ante la
tarea de autoperfeccionamiento.
La visión meliorista que la Mas\ tiene acerca del hombre, puede resumirse en esta afán
de mejoramiento y desarrollo constante. Lo particular de esta concepción, es
que no predefine una Verdad revelada acerca del propósito de la Vida, sino que
por el contrario insta a que cada hombre encuentre en sí mismo y por sí mismo
aquella Verdad que busca y que le dará sentido a su vida.
Ahora bien, hasta el momento se
ha planteado reiteradamente que el trabajo de desbastamiento de la piedra bruta
es un trabajo personal e intransferible, no obstante, esto no quiere decir en
modo alguno que el producto de este perfeccionamiento muestre resultados que sólo
servirán para cada cual. Muy por el contrario, cada piedra esculpida al fin,
debe participar en la Gran Obra, en la Humanidad, aportando su ser y su hacer al
desarrollo de la misma.
La responsabilidad del masón en
la construcción del edificio espiritual, entonces, es doble, por cuanto, exige
esmero en el pulimento de la propia piedra bruta, de la propia conciencia y en
la edificación en el mundo profano de una Comunidad, una Sociedad y una
Humanidad basadas en los principios masónicos de la tolerancia, la igualdad
espiritual de los hombres, la libertad de las conciencias y la fraternidad.
Entonces, se puede afirmar que existe una Labor Arquitectónica Espiritual y una
Labor Arquitectónica Social, y si bien la Mas\ reconoce la importancia de ambas, la segunda se
genera cuando la primera ha hecho efectivamente el trabajo de transformar la
cosmovisión de sus iniciados, cuando estos han logrado por sí mismos percibir
la realidad sin la venda de la ignorancia, la superstición, el dogmatismo o la
ambición, cuando la luz de la Verdad ha anidado en sus corazones y sus acciones
en el mundo profano son el fiel reflejo de esto.
Para cumplir con su labor de
pulir su piedra cada HH\ masón debe cumplir con
tres requisitos:
1.
Conocimiento de sí mismo
y del mundo.
2.
Dominio de sí mismo y de
su accionar en el mundo
3.
Búsqueda personal de la
Virtud y aspiración honesta a una Humanidad dichosa y justa.
Tanto el conocimiento de sí
mismo, como el del mundo, son una tarea permanente. De especial importancia es
el primero, por cuanto de una u otra manera, el conocer quién es uno realmente,
permite saber por qué ve el mundo de un determinado modo. Asimismo, el
conocimiento acerca de los propios defectos y virtudes, permite guiar de mejor
manera el trabajo de autoperfeccionamiento.
El acrecentamiento de la
autoconciencia y de la conciencia que se tiene del mundo, permiten mejorar el
dominio que uno tiene de sí mismo al equilibrar exitosamente emociones,
razonamientos y conductas, de modo de que exista coherencia y honestidad entre
lo que sentimos, pensamos y hacemos.
Es posible pensar que las dos
etapas anteriores, constituyen el camino escogido para la búsqueda de la Virtud
y la satisfacción de nuestro afán de una mejor Humanidad, o sea, el método
para nuestro propósito.
CONCLUSIONES
1.
Al develar el simbolismo
del desbastamiento de la piedra bruta, la Mas\ da cuenta de que la tarea de cada A\ es el incesante y metódico perfeccionamiento
personal. Para ello cuenta con las enseñanzas de la Ord\ que le permiten disponer de una guía para tal
trabajo. No obstante, el camino debe hacerlo por sí mismo.
2.
El A\ es objeto, sujeto y herramienta de su
perfeccionamiento, pues su accionar opera sobre sí mismo con los instrumentos
(conocimiento, habilidades, motivación) que el mismo debe desarrollar, para
alcanzar su verdadero propósito vital.
3.
La Mas\ proporciona al A\un Sistema Valórico que le permite en cada golpe de
mazo, en cada hendidura de cincel, labrar su propia piedra en plena concordancia
con la Gran Obra. Pues, si bien su trabajo es fundamentalmente individual, el
resultado de su perfeccionamiento, tiene un propósito más amplio, que no sólo
le beneficiará personalmente, sino que contribuirá efectivamente al
mejoramiento de toda la Humanidad.
4.
La antigua máxima indica
que "La Mas\ es en todo tiempo y lugar lo que son sus
hombres", por
tanto, cada Q\H\ es responsable ante sí
y ante los demás de mantener su constante perfeccionamiento, pues de éste
depende la permanencia y la virtud de la propia Ord\
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