Es reconocido ampliamente que la Sintáctica, la Semántica
y la Pragmática son los tres aspectos o dimensiones del lenguaje en tanto signo
y, en este sentido, constituyen las tres aristas del análisis semiótico.
La Sintáctica corresponde al análisis de la relación
existente entre los distintos símbolos o signos del lenguaje.
La Semántica, por su parte, es el estudio de la
relación entre los signos y su significados, y
La Pragmática, la disciplina que estudia la relación
entre tales signos y los contextos o circunstancias en que los usuarios usan
tales signos.
Como se ve, cada una muestra un punto de vista
distinto, pero complementario, que ayuda a comprender el fenómeno del signo.
Antes de proseguir, un par de definiciones más, la
diferencia entre símbolo y signo. Por una parte, el símbolo es la
“representación sensorialmente perceptible de una realidad, en virtud de
rasgos que se asocian con esta por una convención socialmente aceptada”
(R.A.E.). Y por otra, el signo es definido como aquel “objeto, fenómeno o
acción material que por naturaleza o convención, representa o sustituye a
otro” (R.A.E.), o sea, claramente el signo abarca al símbolo. Todo símbolo
es un signo, mas no todo signo es un símbolo. El elemento que hace del signo un
concepto más amplio es que incluye aquello que naturalmente representa a otra
cosa, en cambio el símbolo es siempre fruto de un acuerdo social.
En todo análisis semiótico (sintáctico, semántico
y pragmático) cabe considerar la concepción que se tenga de signo, puesto que
existen varias posturas distintas que pueden confundir a la hora de realizar tal
análisis.
Básicamente existen dos ópticas o concepciones del
signo, una binaria (diádica) y la otra triádica. La concepción binaria,
representada por autores como el lingüista Ferdinand de Saussure (1857-1913)
apunta básicamente a que el signo es la entidad conformada por el significante
y el significado, en el cual el significado es una entidad psíquica que tiene
existencia sólo en nuestra mente y es independiente de los referentes externos,
y en el que el significante es también mental por cuanto carece de materialidad
externa (¡el ideograma material o el sonido no es el significante!, es sólo la
forma que nos permite distinguir un signo de otro). Pero entonces ¿De qué están
hechos el significante y el significado?, Hjemslev señala que el significante
está constituido por palabras, íconos, gestos, etc. y el significado, por
pensamientos, emociones, sentimientos, conceptos, etc.
No obstante lo anterior, Saussure cree que la unión
entre significante y significado es arbitraria, por lo que no existe ninguna razón
natural o lógica para tal unión. Esto conlleva dos consecuencias, la primera
es que el vínculo formado es convencional, o sea, surge por acuerdo social. Y
segundo, que como toda convención social, está sujeta a cambios diacrónicos y
sincrónicos. Diacrónicos, por cuanto tal como la sociedad evoluciona, los
procesos “presionan” a que las unidades significante-significado vayan
reflejando adecuadamente las nuevas realidades. Y Sincrónicos, porque en la
medida en que la sociedad como sistema se complejiza más y más también lo
hacen los signos que intentan aprehenderla, es decir, las complejas y cambiante
relaciones entre signos, el surgimiento de nuevos signos, la muerte de algunos y
la mutación de otros, inciden en que cada vínculo significante-significado se
ajuste también.
La otra concepción de signo, la triádica, fue
desarrollada por Charles Sanders Pierce (1839-1914) y debe su nombre a que
considera que el signo está formado por la cooperación de tres instancias, el
objeto (lo que se representa), el representante (el símbolo) y el interpretante
(la representación).
Es así que puede apreciarse que el interpretante es
la representación o imagen que evoca el símbolo que a su vez está vinculado a
características del objeto. Lo que gráficamente puede estructurarse así:
Un ejemplo: Una persona hojeando una revista ve una
fotografía del Cristo del Corcovado, esta percepción visual provoca en su
mente la presencia de la ciudad de Río de Janeiro. La representación en ese
momento preciso es algo que vincula el Cristo del Corcovado y la ciudad. O sea
se puede decir que en su mente se unen en uno el Cristo del Corcovado, Río de
Janeiro y la representación. La tres como entidades separadas constituyen todo
el fenómeno. Cada una determina a las otras dos y en este juego se da la
cooperación comprensiva.
Como se aprecia, Saussure enfatiza el carácter social
del signo, mientras que Pierce su carácter lógico – formal. Ambos, no
obstante, muestran que la comprensión del signo como fenómeno va más allá de
la simple relación entre la realidad y la representación de ella.
Ahora bien, algunos se preguntarán cómo se puede
aplicar el análisis semiológico a la comprensión de la Mas\
en general y a su modelo de enseñanza – aprendizaje, en particular. Pues la
respuesta pasa por la comprensión de que la construcción de la Mas\
fue y es un acto de hombres. Esto quiere decir que su construcción demandó la
concertación para un objetivo común y que aquello es impensable sino se
considera que tal concertación sólo pudo llevarse a cabo por medio de la
comunicación.
Para que dicha comunicación pueda darse se requiere
de un lenguaje común o mejor aún de un lenguaje desarrollado en común. Es
entonces posible concebir la existencia de un “lenguaje masónico” que está
construido por objetos que se señalan (de especial importancia para la Mas\),
un modo de señalarlos (símbolos y palabras masónicas) y una manera de
interpretarlos.
Lo anterior puede ser entendido en la lógica de que
existen una sintáctica, una semántica y una pragmática del lenguaje masónico.
De este modo, si atendemos a la sintaxis, es posible
sopesar la manera en que los símbolos que se encuentran en el Templo tienen un
“arreglo” espacial o que las palabras que se emplean en el ritual tienen un
orden definido. Así, cada ubicación espacial o temporal no sólo determina el
modo de “lectura”, sino que también define por contraste aquello que no es
lenguaje masónico.
Lo anterior adquiere especial relevancia si también
se comprende que el arreglo sintáctico que se haga tanto de los símbolos como
de las palabras masónicas, conllevan complementariamente un sentido o
significado particular (o por lo menos con pretensiones de particularidad). La
semántica del lenguaje masónico entonces, se apoya no sólo en las palabras o
símbolos en sí, sino que también en la disposición que estos elementos
tienen entre sí, constituyendo un sistema lingüístico donde el mensaje puede
y es percibido de modos definidos por la propia estructura.
Si se dejara el análisis hasta acá, podría creerse
erróneamente que todo el fenómeno ocurre “en el aire”, independiente del
sustrato humano más allá del mero acuerdo social, sin embargo, aquí es donde
entra a participar el tercer elemento del análisis semiótico, la pragmática o
como diría Pierce la valoración del interpretante.
Bajo esta perspectiva, la interpretación de los símbolos
y palabras masónicas une a estos con su significado (une sintaxis y semántica).
La riqueza entonces se produce en el acto interpretativo, más que en la mera
denotación de lo simbolizado. Y esto es lo que Pierce no advierte o cuando
menos no enfatiza suficientemente: la interpretación se da en un sustrato, en
un contexto humano, tanto psicológico, como sociocultural.
En este entendido, es posible concordar en que el
lenguaje masónico y más específicamente, sus símbolos y palabras, no son un
fenómeno independiente de los masones. Esto es, la Mas\
tanto en su tradición histórica como en el contexto sociocultural en el que
actualmente se inserta, ha desarrollado un sistema de significantes –
significados que comparte con todos y cada uno de los masones que la componen.
No obstante, el fenómeno no acaba ahí, por cuanto cada masón adiciona por sí
mismo el factor interpretativo, aceptando, la mayoría de las veces, pero también
pudiendo modificar o rechazar el vínculo significante – significado
propuesto.
En este punto quisiera agregar dos aspectos a este análisis.
Primero quisiera destacar que el sistema saussariano de significantes –
significados en el lenguaje masónico es un sistema encriptado o, si se gusta,
esotérico, por lo que para aprehender el fenómeno se debe contar con las
claves para ser descifrado.
Al A\ se le comienza a enseñar estas claves a partir del
momento mismo del rito de la iniciación y si bien este indica sólo el punto de
partida de un largo proceso iniciático, sirve para denotar y connotar su
incorporación al sistema. En otras palabras, la iniciación se transforma en la
puerta de entrada a la comprensión del lenguaje masónico y, con ello, a la Mas\.
No obstante, el sistema con ello corre un riesgo con cada nuevo A\
ingresado: pues cada uno agrega al sistema una nueva posibilidad de interpretación
y así no sólo el A\ se acomoda al sistema, sino que el sistema debe
asimilarse a él, dos caras del mismo proceso conocido como adaptación.
Esto nos lleva a la primera de las conclusiones de
este trabajo:
1.
La
única manera de asegurar el éxito de la Mas\ como sistema pasa por el eterno y
necesario proceso de adaptación que se asegura con el constante ingreso de AA\
. En otras palabras los AA\ son el flujo vital de la Mas\,
por lo tanto, ésta debe valorarlos no sólo como “fuerza de propagación”,
sino como verdadero capital cognoscente de la realidad.
El segundo punto a resaltar corresponde al fenómeno
inseparable del sistema lingüístico: la comunicación. Sin querer extenderme
por todas las aristas de ésta, quiero relacionarla con el tercer aspecto de
nuestro análisis semiótico de la Mas\, la pragmática.
Como señalé anteriormente, el contexto en que se da
la interpretación del signo, es un contexto psicológico, social y cultural,
pues depende de la conjugación de procesos cognitivos y emocionales, actuales y
pasados, con interacciones del mismo sujeto con los sistemas sociales y
culturales de los que forma parte. Es en este último punto en que se vislumbra
la real importancia del proceso comunicativo como vehículo imprescindible de
acuerdo social, o más aún, de construcción social y cultural. Entonces y sólo
entonces, el objeto y su representante (el símbolo) pasan a ser interpretados,
constituyéndose de ese modo en una unidad que permite su uso para tales
acuerdos sociales.
Esto nos lleva a la segunda conclusión del presente
trabajo:
2.
En
el contexto masónico la importancia de comprender la unidad que conforman las
palabras y símbolos que ha adoptado, el significado que históricamente se les
ha dado y la interpretación que cada masón da al sistema significante –
significado propuesto por la Orden, es lo que puede y debe llevar a encontrar
“lo nombrado”. Esto es, a encontrar aquello que la Mas\
quiere valorar. En definitiva a comunicarle a todos sus miembros su Mensaje.
La tercera conclusión, que viene a complementar las
dos anteriores, es que:
3.
El
contenido del mensaje es uno, pero sus interpretaciones son tantas como masones
hay sobre la faz de la tierra, por lo que la única manera de mantener vivo el
mensaje es que los masones se comuniquen fraternalmente y convengan del mismo
modo su contenido, teniendo siempre en cuenta que todo acuerdo si bien debe ser
respetado, asimismo es perfectible, por lo que su constante revisión es un
imperativo para la supervivencia del sistema, que en este caso no es otro que la
Mas\ misma.
REFERENCIAS:
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del Lenguaje, en www.antroposmoderno.com/antro-articu.php?id_articulo=127
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Camacho, Adrián. La
Lógica en http://www.educared.net/asp/tutorias/verMensaje.asp?CodigoMsg=3327
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Cañedo Andalia, Rubén. Análisis del conocimiento, la información y la comunicación como
categorías reflejas en el marco de la ciencia en www.bvs.sld.cu/revistas/aci/vol11_4_03/aci02403.htm
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Jiménez Cano, José María. Las Unidades Lingüísticas: ¿Una cuestión cerrada? en www.um.es/tonosdigital/znum2/relecturas/unidadeslingTonos2.htm
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López de la Maza, Claudio
(1996). La Arquitectura del Templo.
Revista Masónica de Chile. GLCH:Santiago
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Rivera, Antonio. Viendo
Al Horizonte. Más allá de la usabilidad.
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Watzlawick, Paul. Teoría de la Comunicación Humana en www.ilustrados.com/publicaciones/EpyuAupZkkFYOPxqUq.php
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