El
Rito de York de la Masonería tiene a los grados del Consejo como elementos
centrales del simbolismo de la construcción simbólica y filosófica del
hombre. Los grados crípticos contienen una belleza sin igual y una significación
suprema que alude a los momentos íntimos vividos por Hiram Abif mientras éste
se concentraba para realizar sus oraciones acostumbradas en el lugar reservado
para ello, y justo cuando aparecen en su vida los célebres compañeros que
buscan arrebatarle los secretos del Gremio. Se denominan «crípticos» por
escenificarse y aludir a los sucesos ocurridos en la cripta subterránea, debajo
del templo del Rey Salomón. El término «críptico» significa secreto,
oculto, velado, y corresponde al adepto descubrir su contenido y significado
esencial, el cual se representa en la Masonería por medio de la Palabra
Sagrada.
La
Antigua Masonería Críptica se centra en torno a la historia de la pérdida,
recuperación y preservación de la Palabra. En el simbolismo magnífico
de nuestra Orden, «la palabra» ocupa un lugar preeminente en la estructura de
los grados y en el contenido de sus enseñanzas, pues «la Palabra» constituye
el leit motiv del carácter iniciático
de la Masonería, pues representa nada más y nada menos que la búsqueda de los
propósitos centrales del hombre en la vida, pero también representa la
naturaleza de Dios. En este sentido, «la Palabra» no es sino un símbolo que
alude a la búsqueda esencial del hombre durante su vida terrenal; la Palabra
perdida durante los sucesos narrados en la Logia, recuperada en el Capítulo y
preservada en el Consejo, encierra dentro de su simbolismo la esencia misma del
secreto de la Orden, secreto que una vez develado solo adquiere significado para
aquél que ha sabido encontrarle y valorarle. Nadie, con dos dedos de frente,
espera que los secretos de la Orden se reduzcan a significantes fonéticamente
pronunciados, pues de otro modo ellos desempeñarían el mismo papel que los
“paswords” usados para acceder a los cajeros electrónicos o a nuestras
cuentas de correo.
Los
trabajos ulteriores de la auténtica Masonería iniciática no pueden realizarse
en la Logia, pues nuestro Arquitecto Hiram Abif no evocaba la Palabra en el seno
de ésta, sino en la Cripta del Templo, en la B. S., ahí donde acostumbraba
realizar sus oraciones en punto del medio día, y por lo mismo únicamente en el
seno de ésta es como pueden reencontrarse, pues según los hallazgos narrados
en nuestros grados, fue ahí donde la Palabra fue recuperada. La recuperación
de la Palabra, referida con los sucesos escénicos que los candidatos emulan por
virtud del Ritual, no es sino el reencuentro del hombre consigo mismo, es el
acto reflejo de la más profunda introspección, es el hallazgo de su propio
Ser, o si se quiere, el encuentro con la convicción de haber reconocido aquéllas
cosas por las que realmente vale la pena vivir. Encontrar la Palabra es apreciar
el verdadero sentido de la vida, tanto como advertir el más profundo alcance
espiritual del significado de Dios. Por el contrario, cuando la Palabra se
pierde en realidad no se extravía un fonema, sino todo un significado que
trasciende el orden material de las cosas y que cala en lo más profundo del
Ser. Perder la Palabra es como perder el lenguaje, es decir, disipar de pronto
la magia de los significados y la forma divina de acercarnos a la realidad, de
abrazarla y sujetarnos a ella. Perder la Palabra es perder el camino y caer en
el caos sin poder recuperar el orden.
Todo
este esfuerzo de recuperación, una vez consumada la caída del Hombre
representada por el drama sufrido por nuestro Maestro y Arquitecto Hiram Abiff,
es un aliento que se conduce por el camino de la iniciación, y ocurre en el
seno mismo de la B. S., que no es otra que el regazo mismo de nuestro Ser, y
también es nuestro mundo interior
subyacente en el plano espiritual de la vida. Por ello, la Antigua Masonería Críptica
celebra sus trabajos “en el otro lado”, en el lado púrpura de la
espiritualidad más profunda, al pie del IX A., cuando ya el sentido material de
la existencia ha sido abandonado y el masón se ha sublimado a las esferas de lo
verdaderamente valioso y superior.
De
esta suerte, los trabajos del Capítulo de Masones del R. A., se ven coronados
majestuosamente por la belleza de forma y contenido de la Antigua Masonería Críptica,
la cual finalmente nos enseña que la muerte no es sino el principio de la vida,
y que si el primer templo de nuestra vida transitoria se halla en la superficie,
tenemos en realidad que descender a la Bóveda de la muerte antes de que podamos
encontrar el sagrado asiento de la verdad, asiento representado por nuestro
segundo templo, el templo escarlata de la Vida Eterna. Por esta razón el
candidato a la Logia debe expresar su fe en Dios y en la vida eterna, es decir,
en la Inmortalidad del Alma. Es así como el Rito Críptico “completa el círculo
de perfección” planteado por el simbolismo masónico.
II
La
acción práctica de la Masonería parte de un principio esencial del humanismo:
el hombre, si quiere, puede cambiar para su propio beneficio y para su
perfeccionamiento interior y exterior, personal y social. No es él una piedra
en bruto o un árbol que crece torcido, y por lo mismo condenado fatalmente a no
reemplazar sus malos hábitos, actitudes y desempeños ineficientes. El
pensamiento lateral combina perfectamente con el pensamiento racional, y ambos
impulsan los hálitos de perfeccionamiento y evolución espiritual mediante el
trabajo interior, el aprendizaje permanente, la innovación y la creatividad, el
liderazgo y la excelencia humana. De esta suerte, la Masonería enseña, desde
la Logia, que “el mundo es como somos nosotros”, y que, por lo tanto, si
queremos cambiar el mundo “primero debemos cambiar nosotros”.
Muchos
masones no entienden este principio fundamental, y aún así pretenden que la
Orden salga a la calle sin estar ellos debidamente preparados para enfrentar,
como masones, el mundo social. ¿Qué mensaje profundo, no retórico, podremos
llevarle al mundo profano si no acabamos por comprender la esencia verdadera de
la Masonería? ¿Qué papel estratégico podremos representar en la sociedad si
entre nosotros mismos no somos capaces de mantenernos unidos y juntos y en armonía?
¿Cómo podremos contribuir a ordenar el mundo si nosotros no acabamos por
entender a cabalidad las sublimes enseñanzas de la Orden? Hay aquí la
necesidad de entender dos principios primordiales: el primero es que la Masonería,
en realidad, no tiene otra cosa que hacer más que hacer
masones. El segundo principio es que a la Logia no se va a discutir, pues el
verdadero trabajo masónico empieza cuando todos estamos de acuerdo en lo que
somos y en hacer lo que debemos hacer: formarnos
espiritual y moralmente, intelectual y socialmente. El trabajo de la Masonería
empieza en el seno de todos y cada uno de nosotros, y de manera lenta, pero
eficaz y profunda, se va realizando en la sociedad.
Así,
la Masonería busca mejorar la comunidad mejorando al individuo; los Consejos de
Masones Crípticos tratan de ofrecer mayores oportunidades a sus miembros para
que mejoren sus habilidades de innovación creativa, de liderazgo en sus
trabajos y en sus comunidades, para hablar bien en público y para relacionarse
exitosamente con sus semejantes. El mensaje de la Antigua Masonería Críptica
alienta a sus miembros a ser los mejores líderes en sus barrios, colonias,
oficinas, empresas y centros de trabajo; en la comunidad y en general en el seno
de sus organizaciones, ya sean éstas deportivas, eclesiales, sindicales o políticas.
El
Rito de York nos enseña a expresar públicamente nuestras enseñanzas masónicas
con discreción, talento y dignidad.
Por ello, sus Logias, Capítulos, Consejos y Comandancias, laboran al lado de
otras organizaciones, masónicas y profanas,
en el servicio a la comunidad, para demostrar que tales enseñanzas son
una forma de vida y que el masón es capaz de trasladar fuera de sus cuatro
paredes los principios, los postulados y las enseñanzas de la Antigua Masonería
Críptica del Rito de York.
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